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Gracias a Bolaños, lo entiendo todo

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Negar un hecho es lo más fácil del mundo. Mucha gente lo hace, pero el hecho sigue siendo un hecho

¡Al fin lo entiendo todo! La comparecencia de Bolaños, con el gorro de ministro de Justicia, en la comisión del Senado me ha abierto al fin los ojos. Yo me hacía de cruces cuando oía cosas, que se oyen muchas, en referencia al asunto que se instruye en torno a Begoña Gómez porque no entendía nada. No entendía que se armara un revuelo porque la LAJ (Letrada Administración de Justicia) responsable del envío de la causa a la Audiencia hubiera traspapelado un recurso. No entendía que eso pareciera el fin del mundo, no porque no deba serlo, sino porque en ese caso el mundo se acabaría miles de veces cada día. No lo entendía porque cualquier abogado les dirá la de veces que recibe una providencia por Lexnet dándole traslado de algo... pero luego el algo no va adjunto. Le toca con su santa paciencia irse al juzgado a pedirlo y rezar para que el funcionario esté y le atienda. 

No entendía que se le echara la culpa al juez de algo que, por supuesto, él no hace o sea que se insinuase que hay una especie de trama entre Peinado, la LAJ y los funcionarios cuando lo único que queda a las claras son las miserias de los insanos juzgados de Plaza de Castilla. Muy acostumbrados están los políticos y los periodistas a seguir casos en la Audiencia Nacional y en el Tribunal Supremo y luego se creen que todo el monte es orégano. Pues no, orégano hay muy poco y sólo les llega a los elegidos.

Así que no entendía nada y al oír al ministro todo ha quedado meridianamente claro. Se indignan con los tropiezos de la instrucción de Begoña porque no tienen ni idea de cómo tropieza día a día la Justicia de este país, en la que ni él ni los anteriores ni los anteriores de los anteriores han metido un duro desde hace décadas. Tan alejados viven de la verdadera administración de Justicia que piensan que por publicar un decreto-ley en el BOE, para cumplir con las promesas a Europa, este por arte de birlibirloque se convierte en realidad. Porque no es que Bolaños mienta, como creen algunos jueces malpensados, no; lo que sucede es que cree de verdad que lo que han escrito pasa. No pasa o pasa muy poco.  

No, ministro, que en una ley hayan proclamado la justicia telemática para ahorrar desplazamientos no significa, para nada, que eso esté sucediendo. Vamos, no sucede. Si fuera así yo no dormiría sola esta noche y es que los abogados siguen teniendo que recorrer España, de una declaración a un juicio o a cualquier otra diligencia y volviéndose a casa de vacío si se suspende. Billete va y billete vuelve. Lo que no renta a lo telemático renta a la Renfe, que tampoco le irá mal. No, no se celebran vistas telemáticas porque los sistemas son una puñetera basura y no funcionan. Entre otras cosas. Se cuelgan, no arrancan, se congelan o porque los sistemas de gestión son incompatibles. Y es que, ministro, tampoco el sistema de gestión único que aparecía en el decreto 6/2023 y que ha mencionado en el Senado es una realidad. Siguen existiendo los diferentes sistemas de gestión judicial por autonomías, ya saben: Adriano, Atlante, Cicerone, Minerva, Libra, Themis, etc que parecen una mitología pero son los que están en servicio en las diferentes autonomías. Fusionar eso va a costar un huevo y parte del otro, al tiempo, así que de sistema único nada. Eso provoca, entre otras cosas, que las interacciones entre unas sedes y otras sean una locura. 

La Justicia digital en España sigue consistiendo, en gran medida, en pasar las hojas de los expedientes con los dedos. Que Camacho se indigna mucho, porque él es un abogado de postín y le hacen cada cosa que..., pero poco se dice de los abogados que en Plaza de Castilla tienen que instruirse haciendo fotos con el móvil de las causas en una mesita que suele estar coja o encima de unos archivadores para mas tarde estudiar el caso en fotos con semejante calidad. Y tampoco se ha solidarizado con los pobres abogados de oficio, tirados en cualquier rincón, cuando les dejan, pasando las hojas y viendo cómo los fastener rompen los folios o esos archivos de audio y video que aparecen en un CD pegado o grapado a una de las hojas que suele estar rota. Esa es la justicia digital ¡en el centro de Madrid! Así que pueden ir imaginando lo que pasa en otras sedes. 

No, ministro, tampoco el Expediente Judicial Electrónico es una realidad excepto en Guadalajara, que fue zona piloto, o en la Audiencia Nacional. Algún otro sitio se puede haber unido, pero la implantación es mínima, por eso a la mayoría de los profesionales de la Justicia de este país se les desencaja la mandíbula de risa cuando oyen esas cosas. Eso antes no pasaba, era el Senado y todo quedaba entre egregias paredes. Ahora con las redes y los gabinetes de comunicación es que pueden reír a mandíbula batiente todos cuando oyen decir esas cosas.

El resto de su enumeración son entelequias aún sin desarrollar por mucho decreto que se haya publicado. La mayoría de ellas tampoco se podrán llevar a efecto en esta legislatura, como la reforma de la planta o los tribunales de Instancia. La Justicia es un paquebote y hace falta mucho tiempo y mucha mayoría para moverla y, no lo olviden, mucho dinero. Que lo de la IA está muy bien y puede que mole mucho, aunque conviene no olvidar que para poder “traducirlas” la IA necesitará que las sentencias estén dictadas y eso es lo que sólo pueden solucionar convocando más plazas de jueces. La mayoría de los operadores se conformarían con impresoras, fotocopiadoras, videoconferencias y sistemas que funcionaran y con unos módulos de trabajo que no les hicieran estar señalando vistas para dentro de dos años. 

Ministro, no se me enfade, mande a unos cuantos fouchés que no sean pelotas a buscarle información fehaciente o pásese una mañana a girar visita a Plaza de Castilla, charle con los letrados, mire los pasillos, respire la cutrez que envuelve la Justicia y así entenderá mejor por qué a Camacho le pasan las cosas que le pasan -¡pocas para lo que podía ser!- y por qué, aunque sería bonito poder decir que son extrañas circunstancias que sólo aquejan al juzgado de Peinado, lo cierto es que son solo el pan nuestro de cada día, en el que los abogados, sentados en bancos en los pasillos, se instruyen como pueden para poder celebrar una diligencia o un juicio que, de ser suspendido, no volvería a señalarse en meses. 

Ha sido muy clarificadora su comparecencia. “El lenguaje no sólo nos permite hablar 'sobre' las cosas: el lenguaje hace que sucedan cosas” y esa frase de Marx es un error que persigue a muchos. Ahora ya lo entendemos todo. No se construye la realidad publicando en el BOE, tras las leyes viene lo más difícil, hacer realidad lo que contienen. Ese camino, señor ministro, lo tiene todavía por delante. No se moleste tampoco si llegan a San Bernardo las risas de jueces, abogados, fiscales, LAJ o funcionarios. No es mala fe, lo hacen porque ya están muy llorados.