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La gran mentira de Cristina Cifuentes

La vida política de Cristina Cifuentes es larga, muy larga. Han sido muchos años de trabajo y responsabilidades. De servicios a los ciudadanos y a su partido. De ir de lista o hacerse la rubia, según convenía en cada momento. Puede que al principio ni siquiera sus propios compañeros la tomasen en serio, como se afirma en algún perfil que hemos podido leer hace unas semanas. Pero su cabeza, sin duda, albergó siempre una ambición, un afán por llegar a lo más alto.

En ese camino, durante mucho tiempo no estuvo en primera línea. Fue construyendo su perfil y su poder en la sombra. Tapada, sí, pero siempre con responsabilidades. Como esos pura sangre con clase que para ganar carreras necesitan escoger una buena referencia para, en los últimos metros, arribar primeros a la meta y cobrar la victoria.

En sus seis legislaturas como parlamentaria, desempeñó más de una decena de cargos, entre ellos, los de vicepresidenta primera, portavoz adjunta del Grupo Parlamentario Popular y portavoz de comisiones como Presidencia, Justicia e Interior; Educación, Vigilancia de las Contrataciones, Cultura y Control del Ente Público Radio Televisión Madrid. Además de estar en el partido y en Fundescam y en el Canal y en Caja Madrid.

Como ven anduvo presente en todos los escenarios del crimen, en todos aquellos lugares en los que el PP madrileño, si nos fiamos de la Policía, la Guardia Civil, los jueces y los fiscales, iba vendiendo favores a cambio de millones de euros. Uno para el partido, dos para mí, otro para el partido, tres para mí...

Su momento llegó en 2015. Después de ser durante tres años delegada del Gobierno en Madrid, dejando no pocas polémicas por la brutalidad de varias intervenciones de la policía a sus órdenes, fue designada candidata a la presidencia de la Comunidad directamente por el Comité Electoral Nacional de su partido, es decir, por Mariano Rajoy. El presidente no quería ver ni en pintura a Ignacio González, en realidad tampoco se le veía muy hermanado con Esperanza Aguirre, pero al final aupó a Cifuentes y cedió ante las ambiciones de la lideresa por ser alcaldesa de la capital.

Con González en la cárcel y Aguirre en capilla, Cifuentes debió pensar que el momento de dar el último salto estaba cerca. Ya se prodigaba en los medios y aparecía en las quinielas para “heredar” a Rajoy, pero aceleró su presencia. Y en esto llegó el informe de la UCO para desbaratarlo todo.

Puede que Cristina Cifuentes no se haya enriquecido, tiendo a pensar que esa parte es verdad. Pero las dudas en realidad ya son otras. Si nunca se dio cuenta de todo lo que estaba pasando a su alrededor, malo. Si lo sabía y miró hacia otro lado, peor.

Y es que después de tantos años haciéndose “la rubia”, no debe extrañarle que ahora ya no nos creamos nada. Por eso la gran pregunta hoy es: ¿qué es verdad y qué es mentira en Cristina Cifuentes?