La reflexión sobre la dimisión de Torres-Dulce termina en pocas palabras. Cierta decencia unida a la presión. El PP te dimite rápido. Siempre lo hacen. Hay una llamada y alguien dice: será mejor que dimitas porque si no, te van a cesar. Así se consiguen la mayoría de las dimisiones. Ahora si eres fiscal general del Estado te tienen que dimitir porque ya no te pueden fulminar como hicieron con Juan Cesáreo Ortiz Úrculo cuando llevaba ocho meses de mandato con Aznar. En el PP lo de que te cesen y dimitir se lía tanto que leí ayer que Úrculo dimitió. Entrando en bucle. Lo de la dimisión tiene poco análisis desde el punto de vista del afectado. Se lleva la dignidad y eso es un gran patrimonio.
El verdadero análisis debe residenciarse en lo que este hecho dice del Gobierno del PP. Lo que afirma sobre su concepción del Ministerio Fiscal. No les valen ni afines. No, los quieren esclavos. Y no están acostumbrados así que no reparan en que la inteligencia se comparece mal con la sumisión. De vez en cuando nos sorprenden y en vez de un tonto obediente nombran a un afín inteligente. Estos matrimonios peperos siempre acaban mal. Y sin pasar por la Rota.
Torres-Dulce quizá tuvo un fallo de serie. Él, que en lugar de en un bólido iba a caballo. Siempre le faltó peso político. No lo tuvo ni lo intentó. No venía de esas lides. Se habla de su desencuentro con los ministros. Pasó por esto. Los fiscales generales se han entendido habitualmente con el presidente del Gobierno. Sin intermediarios chisgarabís. Los fiscales generales tenía su propio peso. Opinión. Eran una fuerza con la que el Ejecutivo tenía que contar antes de hacer reformas o plantear cuestiones que afectaran a la carrera fiscal. El fiscal cinéfilo había visto pocas películas. Insuficientes. No se dio cuenta de que para no ser esclavo hay que ser en cierta manera amo. Renunció a esa fuerza o, simplemente, no supo hacerse con ella.
El verdadero análisis nos sitúa en la relación entre el Partido Popular y la Justicia, esa que ha de controlar sus desmanes. Por diferentes cuestiones el saldo de tal maridaje es inédito en democracia: Presidente del CGPJ y del TS, hundido. Ministro de Justicia, hundido. Fiscal General del Estado, hundido. ¡Coño! para ser un partido en el que todo dios se resiste a dimitir como gato panza arriba, en este apartado han hecho bingo.
El gran tema es el PP. No es que Torres-Dulce haya sido un mantecado y siempre haya actuado de forma radicalmente independiente. Hay vestigios. En el Caso Faisán entendió como el Gobierno que la Fiscalía de la AN debía acusar por pertenencia a banda armada a los policías que se habían jugado el pellejo contra ETA durante décadas. Como suele suceder, la presión fue extra legal... y de tapadillo.
Hasta que los fiscales de la AN exigieron una orden por escrito como manda la Ley para aceptar esa indicación. No, no es que Torres-Dulce no haya jugado a favor del Gobierno. Así que imaginemos qué no debe de haber sucedido ahora para que le pidan la inmolación. No lo duden, así ha sido. En el colmo del cinismo Rajoy ha dicho “dimite por razones puramente personales”. Sí, la náusea es íntima y las consecuencias de no hacerlo seguro que están meridianamente claras.
Y, me van a perdonar, pero voy un poco más allá. ¿Se explican ahora por qué el PP cambió totalmente de parecer cuando llegó al Gobierno y se puso a defender la instrucción por parte del fiscal? ¿Alguien se imagina que es asumible que con este nivel de control político la iniciativa de acusarnos proceda de la Fiscalía? ¿De esa que defiende a las hijas y hermanas de Rey?
El fiscal general del Estado ha dimitido. La Sala Penal del Tribunal Supremo ha enviado una carta a su presidente, casualmente exalto cargo de Aznar, por primera vez en la historia del tribunal para exigirle que eleve protesta ante Rajoy por la injerencia de ministros del Gobierno en las decisiones del alto tribunal.
¿Alguien tiene dudas respecto a de qué hablamos?