Se ha escrito mucho estos días sobre los ataques gratuitos a la figura de Greta Thunberg y sobre por qué a algunos les molesta tanto la figura de una adolescente reivindicando sus ideas. En un artículo viral de Nacho Pato en La Marea, el periodista se preguntaba si “Thunberg tiene edad legal para trabajar, casarse o ir a la cárcel, ¿por qué no para recordarte que nos vamos al carajo, que no hay planeta B y que comes demasiada carne?”. Por su parte, la novelista Nuria Labari aseguraba en El País que “curiosamente, la sobreexposición de los menores en la nueva sociedad digital solo ha calado en la agenda política la primera vez que una adolescente ha utilizado su poder en Internet para actuar políticamente”.
Tal vez ese odio que carcome la lengua a los que se escudan en discursos anti-Thunberg no sea tan distinto al que hace diez años llenaba las páginas de opinión de la prensa con insultos hacia los llamados 'ninis'. Los mismos que hoy se ríen de que una chica con trenzas lidere una lucha que ni siquiera se han molestado en entender son aquellos que quisieron hacernos creer que mi generación, la millennial, estaba conformada por vagos que ni estudiaban ni trabajaban ni sentían pasión por otra cosa que por sus lloriqueos.
Hasta el mismo 2017 teníamos que leer a columnistas como Antonio Navalón arremetiendo contra los que entonces rondaban la veintena y la treintena, “millennials, dueños de la nada”, decía en su polémico artículo de El País, y se atrevía a añadir: “me encantaría conocer una sola idea millennial que no fuera un filtro de Instagram o una aplicación para el teléfono móvil. Una sola idea que trascienda y que se origine en su nombre. Porque, cuando uno observa la relación de muchos con el mundo que les rodea, parecen más bien un software de última generación que seres humanos que llegaron al mundo gracias a sus madres”.
Pero que lo 'nini' era una trola parece estar quedando bien claro a las puertas de 2020, cuando los que nacieron a finales de los 90 y principios de los 00 han decidido no dejar que un grupo de señores les culpe y les insulte públicamente por errores que no han cometido. Puede que Greta Thunberg, nacida en 2003, sea la cabeza visible de su generación, pero junto a ella hay un montón de nombres que desde distintos ámbitos están cuestionándolo todo.
Pienso en Emma González, activista estadounidense nacida en 1999, que emocionó a miles de personas con su discurso contra las armas en el #March4OurLives. Pienso en María José Bejarano de Oliveira, boliviana nacida en 2001, activista climática como Thunberg pero también preocupada por representar las voluntades de los pueblos indígenas a los que representa. Pienso en Sandra, Nuria, Lucía Fernández, Lucía Adrián y Paula, españolas nacidas entre 2003 y 2004, que se han hecho mundialmente conocidas tras crear la revolucionaria aplicación When&Where, con la que pretenden ayudar a que crímenes machistas como los de Laura Luelmo o Diana Quer no vuelvan a ocurrir. Pienso en Hunter Schafer, estadounidense nacida en 1999, conocida por su papel en la serie Euphoria y también activista transgénero. Pienso en Simar Singh, nacido el año 2000 en la India, y uno de los promotores de UnErase Poetry, una plataforma feminista de difusión de poesía. Y pienso también en Renata Flores, peruana nacida en 2001, cantante de trap que ha revolucionado la escena musical por cantar en quechua.
Renata Flores es al mundo del arte lo que Greta Thunberg al mundo del activismo climático. En Perú muchos la han criticado por utilizar las redes sociales para lanzar su mensaje. La han criticado por salir en la tele. Por mezclar la lucha feminista con la lucha antirracista como hizo con su canción Tijeras. La han criticado por demostrar que se puede ser muy joven y tener mucha conciencia, en definitiva. Porque parece que eso es lo que nos molesta. Eso es lo que verdaderamente nos asusta: dejar de entender los códigos de los que vienen, tener que aprender a pedirles perdón, a veces, por lo que en nuestro momento no supimos hacer, escuchar a alguien que tiene más sensibilidad que nosotros, darle la razón, acompañarle, ¿de verdad es tan difícil?