Mientras este martes se desarrollaba el debate sobre el estado de la nación, con un Parlamento que a ratos se asemejaba más a un teatro, algunos periodistas recibíamos una carta escrita de puño y letra por varios internos del Centro de Internamiento para Extranjeros de Aluche (Madrid), en la que suplican y solicitan ayuda.
Comienza así: “Este escrito es una declaración y un grito de auxilio por parte de todos los internos del CIE de Madrid”.
En ella 94 personas firmantes -con nombre, apellido y número de identificación- cuentan que están aguardando su expulsión del país, denuncian una oleada de deportaciones en las últimas semanas, describen maltratos y explican la frustración que sienten por no poderse despedir de sus amigos, de su familia, incluso de sus hijos, antes de ser enviados a sus países de origen en contra de su voluntad, vía Air Europa y el grupo Globalia, que se encarga de gestionar los vuelos de deportación.
Por la tarde, la policía impedía la entrada en el CIE de varios familiares de internos dominicanos. “Es un signo probable de que les están llevando ya al aeropuerto”, advertían integrantes de la campaña Cerremos los CIEs.
La carta es un gesto sin precedentes, un intento de las personas privadas de libertad por hacerse oír más allá de los muros del CIE. Es un grito contra la ley de Extranjería y las políticas migratorias racistas.
Los internos denuncian que “se está desestimando, despreciando y atropellando nuestro arraigo, vulnerando nuestros derechos y los de nuestras familias. Separándonos de ellas y pisoteando el derecho natural de nuestros hijos y, sobre todo, de nuestros hijos menores de edad, exponiéndolos al desamparo y al abandono”.
Relatan que el pasado 13 de febrero no solo se deportó a personas senegalesas y marroquíes, hecho denunciado en su momento por la Campaña CIE´s No, sino que también fueron deportadas a Nigeria personas que no procedían de este país, con la complicidad del consulado nigeriano. Y lamentan la falta de información sobre las deportaciones y el nerviosismo que esto provoca:
“Tenemos conocimiento de que el día 25 de febrero se realizará un macrovuelo con destino a Latinoamérica en el que se procederá a la expulsión de la mayoría de los latinos que aquí se encuentran y a los que no se ha notificado en su totalidad, cosa que causa gran nerviosismo entre nosotros, ya que cuando se dan estas macroexpulsiones la notificación se da con muy poco tiempo de antelación y muchos venimos de ciudades y provincias lejos de Madrid, lo que no da tiempo de despedirnos de nuestras familias y hacernos con nuestras pertenencias”.
La carta también relata maltratos policiales durante la deportación de marroquíes realizada el pasado 20 de febrero y denuncia que estos procedimientos de expulsión “están en absoluto control de los agentes de policía, no se cuenta con alguien de ninguna institución de derechos que verifique y dé el visto bueno sobre quién tiene la autorización o no del juez para ser subidos a estos vuelos”. Además, narra cómo los internos del CIE solo pueden salir dos horas al patio. El resto del tiempo están encerrados en celdas y pasillos.
Mientras Rajoy describía en el Congreso un país inexistente, decenas de personas, en el CIE de Aluche, trataban de visualizar cómo serán sus vidas dejando atrás a los suyos, sin poder despedirse de “niños, madres, mujeres, deudas, hipotecas, seres queridos que dependen de nuestra ayuda y atención”.
Hay multitud de realidades que no forman parte de la agenda del poder político y que, por lo tanto, apenas existen en el debate público.
Conozco a un joven de Gambia que pensaba que Coño significaba Hola, porque todas las mañanas, cuando los agentes le sacaban de la celda del CETI de Melilla (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes) en el que le habían encerrado, le decían Coño, vamos, coño, más deprisa, coño, despierta, coño, coño, coño.
Estamos en la dinámica del ‘coño, venga’, del desprecio, del maltrato, en la política que dispara pelotas de goma y botes de humo, que no socorre a personas que están muriendo, que viola los derechos de quienes no tienen papeles, que expulsa a personas de forma arbitraria, que las arresta sin haber cometido delito, que las maltrata, que las excluye. Estamos en la estrategia que comienza practicándose contra los otros y puede terminar aplicándose sobre nosotros.
A las personas deportadas desde España se las inmoviliza con unas bridas alrededor de sus muñecas. Si alguna protesta o se resiste, puede acabar esposada de pies y manos. En Europa han sido varias las personas que han muerto por asfixia después de haber sido amordazadas durante su expulsión. Una de ellas, el nigeriano Osamuyia Aikpitanhi, falleció en España en 2007. Dos años después, en 2009, pudimos ver a través de un vídeo cómo la policía española reducía a un inmigrante al pie del avión en el que iba a ser deportado, mediante métodos calificados de salvajes por diversas organizaciones no gubernamentales.
Las fronteras matan y no solucionan un problema que representa la raíz de nuestra realidad actual, que no es otra que la desigualdad, cuyas consecuencias nos afectan a todos.
La pobreza no es un fenómeno natural. Hay responsables, causas y modos de combatirla. No se erradica con más muros, menos derechos y más violencia. Para hacerla frente se necesita voluntad de transformación política y social, un Parlamento que salga a la calle y enfrente las consecuencias de la guerra que muchos de los suyos han provocado.
(Carta completa de los internos del CIE aquí abajo)