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Sin habitación propia

Virgina Woolf publicaba en 1929 el conocido ensayo titulado Una habitación propia. La conclusión final es que, para que las mujeres tengan la oportunidad de escribir, necesitan una habitación propia. Es decir, necesitan, además de independencia económica y personal, tiempo y espacio. Desde que empezó el estado de alarma, hace casi dos meses, vemos que este espacio tiende a escasear en las casas, sobre todo en aquellas en la que hay descendencia de corta edad. Cuando los colegios cerraron y los padres tuvieron que trabajar desde la vivienda, estos se deben encargar de cuidar a los hijos, pero también de su educación. Sin embargo, como ya pueden intuir, muchas de estas tareas se ocupan mayoritariamente las mujeres. Y esta sobrecarga ya está haciendo mella en sus carreras laborales.

En el mundo académico estamos muy acostumbrados a tener horarios flexibles, este hecho tiene sus ventajas, pero, normalmente, suele implicar largas jornadas de trabajo. Con el confinamiento, las horas dedicadas a cuidados de hijos o gente mayor a cargo aumenta y eso, evidentemente, reduce mucho las horas que se pueden dedicar a trabajar. El desigual reparto de estas tareas en las parejas de distinto género ya se ha notado. En poco menos de dos meses, los editores de las revistas académicas ya han notado un descenso de los artículos que les han mandado las mujeres. Así, en el ámbito de la astrofísica ha habido un decrecimiento del 50%, en el área de la economía ha pasado de 26% al 18%. En otros ámbitos, como las ciencias políticas, no ha seguido un patrón muy claro, pero algunas editoras han expuesto que los artículos presentados por las mujeres no han descendido, pero se han incrementado el doble los de los hombres.

Es difícil observar los efectos del confinamiento en las mujeres, porque, de momento, no tenemos indicadores para otros ámbitos, aunque se puede esperar que seguirán el mismo patrón. Es probable que el rendimiento laboral de las mujeres pueda haberse resentido por esta sobrecarga en las tareas domésticas o de cuidado. No obstante, aquellas que pueden estar mucho más perjudicadas son las que deben acudir a su lugar de trabajo, ya que normalmente se corresponden con trabajos manuales y con pocos ingresos. ¿Quién se hará cargo de los hijos si los dos trabajan o en familias monoparentales? Seguramente estas familias tendrán que replantearse reducir la jornada laboral o dejar el trabajo y, casi siempre, afectará a la mujer. Además, especialmente en familias en las que que ninguno de los miembros ha podido acceder a educación superior, es donde existe una distribución más desigual del cuidado y las tareas domésticas, con lo cual, les va a afectar mucho más a ellas este confinamiento. Los estudios muestran que los hogares en los cuales ninguno de la pareja tiene estudios, los estereotipos de género y el seguimiento de las normas sociales de género se cumplen con mayor intensidad. Aun así, la distribución desigual de las tareas del hogar no es resultado solo de que no se haya producido una ruptura de los valores tradicionales a través de la educación, sino que está influida por la capacidad de negociación económica de la mujer, e incluso la externalización de esas tareas.

Tal vez algunos puedan pensar que el confinamiento puede haber modificado la distribución de las tareas entre las parejas del mismo sexo. Si ambos miembros de la pareja se encuentran en casa todo el día sería probable que se produjera un mayor equilibrio. Los estudios preliminares no apuntan hacia esa dirección, las mujeres continúan cargando con la mayor parte de las tareas. Sin embargo, sí que se aprecian ciertos cambios. En el confinamiento los hombres se dedican en mayor medida a ir a la compra y estar con los niños, especialmente, en actividades de ocio. Esto no es nada sorprendente, concuerda con la investigación previa que muestran que los trabajos más rutinarios como fregar, planchar o cambiar pañales lo realizan principalmente las mujeres, y aquellas actividades que pueden ser más puntuales o más creativas, o que reportan cierta satisfacción, como jugar con los hijos o comprar se encargan por igual hombres y mujeres.

El confinamiento está afectando al rendimiento de las mujeres en su trabajo por la carga que asumen en el ámbito doméstico y de cuidados, y eso puede afectar a sus promociones posteriores. Pero no solo eso, sino que aquellas que trabajan fuera de casa, pueden incluso replantearse su participación en el marcado laboral. Eso va a producir que la brecha de género aún sea mayor. No solo hace falta una habitación propia, es necesario que las políticas que se apliquen a partir de ahora tengan perspectiva de género.