Qué bien habla Paca la Piraña
Por la boca del bienhablado asoman las palabras disciplinarias. Lo previsible, lo rutinario. Ni te altera el pulso ni te mueve el gesto. Pero llega Paca la Piraña, y los adjetivos y los sustantivos se ponen como locos. ¡Qué viene la Paca! ¡Que viene la Piraña! Y las palabras dejan por fin de hacer su trabajo burocrático y ya no hay sílaba que sepa dónde va a acabar.
Paca es la alegría del lenguaje. Lo imprevisible, la espontaneidad. Es el esplendor que surge de una persona que no tiene miedo ni vergüenza. Mira que ella lo repite, con la boca bien abierta, y a veces, abanicándose sobre sus dos tetazas.
Paca es el diccionario que sueña el académico gamberro. Paca es el Diccionario secreto de Camilo José Cela actualizado con vestido de flores y gafas metálicas. Paca es el repertorio con rizos que Paco Umbral tomaría para el Diccionario cheli de hoy.
Pa-ca: ¡pam!, ¡pam! Ahí sus dos taconazos de poderío. La Piraña: el golpe de la pe, la eñe que enseña los dientes. Paca es una filosofía del lenguaje; una posición política del habla. Esas palabrotas en cascada cuando hacen falta, esos tacos como truenos son su actitud. “Aquí estoy yo, con to mi coño”.
A estas mujeres que conocimos en la serie 'Veneno' las curtieron a insultos y palizas. ¡Bum! Un hostión sin un porqué. O peor todavía: por ser transexual. “La noche es mala”, cuenta Paca. Había que levantar barreras de defensa y las palabras son un buen muro para empezar. Ahí se acaban las pijotadas de la buena y la mala educación. Lo que hay que mostrar es resistencia y es poder. Alzar la voz, lanzar palabrotazas es una técnica de defensa.
Para eso también está el lenguaje: para espantar a los crueles, para parar los pies. Qué ridículo es pasar estas palabras por el colador del “buen gusto” y el “mal gusto”, cuando de lo que se trata es de sobrevivir. Es tan de Alicia en el país de las maravillas abrir un libro llamado El buen uso del español y leer que la norma es un maestro de ceremonias que “diferencia en dos tintas lo bueno de lo malo, lo bello de lo feo, lo justo de lo injusto, lo verdadero de lo falso”. Pero ¿de qué estamos hablando?
Paca habla bien, habla bello, habla justo y verdadero. Bien, porque a muchos se nos cae la baba al escucharla. Bello, porque ya quisiéramos tener su gracia y su ingenio. Justo, porque su vida es la lucha por un derecho humano fundamental: que cada cual decida si es hombre, mujer, género fluido, género neutro o lo que le dé su santa gana. Verdadero, porque dice lo que quiere, sin vergüenza ni miedo. Sin pamplinas ni chuminás.
Aunque Paca también dice eufemismos. Espléndidos. Habla del tracatraca, del chucuchucho, de darle al toto.
A Paca se le dan bien las rimas. Maneja el arte de Góngora, Quevedo y los raperos. Dice: “Yo soy mujer polaca, con el coño atrás, como las vacas”. O “hada morada, ya estás enterada”. O “cariño, que te la endiño”. O “estoy loca, porque nadie me lo toca”. Y a veces se pone lírica y susurra: “Una mamadita de terciopelo”.
Y esas manos. Y esos gestos. Ni todos los emojis de Unicode son más expresivos que Paca hablando. Esos labios rojos, pintadísimos, soltando palabras como meteoritos. Ese retrogusto que se le ve cuando dice que está “gorda como un centollo”.
Paca se convierte en tablao cuando empieza a hablar. Estira las palabras, a veces al compás de sus brazos. Alza el tono, lo pisa. Mete silencios, remueve el gesto. Paca es un espectáculo para los que amamos las palabras, y los acentos, y las jergas, y las letras puestas donde nadie las espera. Paca deja en ridículo esos libritos de hablar en público, de engatusar a audiencias y preparar charlas TED.
Hay tanto que aprender de Paca. En su consultorio 'Paca la Piraña, ¿dígame?' dedicó un día a la libertad de expresión y otro a la libertad creativa. Ella es esas dos libertades juntas con pestañas postizas y unas uñas rosísimas. Y con sus manos flamencas, parriba y pabajo, nos dejó esta lección, que arroja al fango los manuales de innovación de los gurúes del marketing. “Eso que tú tienes en tu mente se llama creatividad, una maravilla que te ha dao er Señor, igual que a mí me ha dao por ser una cotorra y darle a la lengua. Así que, cariño mío, tú no necesitas ningunas pastillas de la felicidad. Que tú ya eres feliz haciendo tus creaciones de tus centauros y tus sirenas, que arrastran el chocho por la arena”.
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