Hablando del cambio climático en una terracita en manga corta
Estábamos varios amigos hablando del cambio climático, tomando cervezas en una terracita al final de la tarde, todos en manga corta. Surgió el tema precisamente hablando del tiempo: habíamos visto la previsión meteorológica de los próximos días, sol y calorcito para tooooda la semana, qué gustazo de mes de marzo, una chaquetita al salir de casa por la mañana y luego ya a cuerpo todo el día, este finde sin falta hago el cambio de armario…
Perdón, decía que estábamos hablando del cambio climático, comentando la acción de Greenpeace descolgándose en la fachada de un Corte Inglés para trolear el clásico lema publicitario de “Ya es primavera” por un dramático “Ya nunca es primavera”, precisamente para denunciar cómo el cambio climático está modificando el clima en todo el planeta. Alguien hizo el inevitable chiste de que en Sevilla tenemos cuatro estaciones: invierno, verano, Santa Justa y Plaza de Armas (para madrileños: invierno, verano, Atocha y Chamartín; hagan el equivalente en otras capitales), a las que podemos sumar el primaverano y el veroño. Poca broma, dijo uno, que todo eso afecta gravemente a la naturaleza, los ciclos, las cosechas, ¿habéis visto que en la frutería ya hay sandías y melones?, qué ganas de frutita de verano, ay, aunque la verdad es que no ha dejado de haber en todo el invierno, no sabemos si de importación o de invernadero…
Ya en serio, estábamos hablando del cambio climático, y para quitarnos la tontería mencionamos la sequía, que se está agravando, ni me acuerdo cuándo saqué el paraguas por última vez, pero esperemos que aguante así para semana santa, eh, ¿habéis ido a ver la iglesia esa del pantano que con la bajada del nivel del agua ha quedado a la vista?, qué bonita, pero ojo a los episodios extremos cada vez más frecuentes, acordaos de Filomena la que se lió, todo cubierto de nieve, todo tan blanco, mira qué fotazas, la verdad es que estaba precioso, este es el muñeco que hicimos en mi calle, que en Madrid estuvimos sin clases ni ir a trabajar varios días, ya podía caer una nevadita así todos los años, quién la pillara en Sevilla, eh.
Pedimos otra ronda porque se estaba de lujo en la terracita, y comentamos ya en serio el último informe del IPCC, el grupo de científicos de la ONU, que vuelven a advertir de que nos acercamos al punto de no retorno, que el cambio climático se está acelerando e intensificando y si no tomamos medidas drásticas cuanto antes, será demasiado tarde, para lo que han dado una “hoja de ruta” para “desactivar la bomba climática” y asegurar “la supervivencia de la humanidad”. Recordamos que en efecto el año pasado fue el más caluroso desde que hay registros, y mira el invierno lo suave que ha sido, cada mes un récord de temperaturas, yo casi no he encendido la calefacción, eso que nos hemos ahorrado, no hay mal que por bien no venga, mira tú.
Cuenta Marta Peirano en su interesantísimo Contra el futuro, citando al psicólogo Daniel Kahneman, lo difícil que nos resulta pensar el cambio climático, y por tanto actuar, debido a tres problemas que chocan con nuestros sesgos cognitivos: 1) el cambio climático es demasiado amorfo (indefinido, inconcreto, sin rostro reconocible) como para prestarle atención; 2) luchar contra él exige costes y sacrificios muy grandes hoy, pero los resultados son futuros y dudosos; y 3) sus detalles nos parecen inciertos y rebatibles, pese a la evidencia científica. Yo añadiría un cuarto elemento, que puede parecer frívolo pero ahí está: algunas de las consecuencias del cambio climático nos resultan poco molestas, por no decir agradables, irresistiblemente deliciosas. Y son esas las que más atrapan nuestra atención y nuestra memoria, no los muertos por olas de calor ni las inundaciones. Es como cuando el hombre del tiempo se empeña en llamar “mal tiempo” a los días de sol y calor en invierno. Lo entendemos, sabemos que hay sequía y calentamiento, pero nos resulta contraintuitivo, para nosotros sigue siendo buen tiempo, no queremos lluvia, queremos sol, queremos inviernos suaves y marzos de terracita, quién se acuerda ya del último verano...
Lo que no significa que debamos desentendernos, al contrario: tendremos que contar con ello y esforzarnos más para que la mayoría sea consciente de la gravedad y la urgencia. Empezando por los gobiernos, que ayer por la pandemia, hoy por la guerra, mañana ya veremos, van dejando pasar los años, informe tras informe, cumbre tras cumbre, y qué bien están ellos también al solecito.
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