Alberto Núñez Feijóo tenía dos opciones para afrontar una investidura que hasta los suyos daban por perdida. La primera pasaba por ofrecernos un discurso que nos permitiera visualizar al presidente que podía haber sido y no será, pero aún puede serlo, si se repiten las elecciones o los suyos le fían otra oportunidad.
La segunda opción consistía en presentarse con su primera arenga como líder de la oposición, al menos de momento, y explicarnos que, para ser presidente hoy, hay que ser una persona sin principios, sin decencia, infiel a sus votantes y traidor a la ley y a la Constitución.
Eligió la segunda opción desde el minuto uno porque él tiene principios, él no engaña a los votantes y él defiende la Constitución; no como aquel que realmente va a ser presidente, que no ha ganado, que no se lo merece y que, además, miente. La inmensa mayoría está del lado de Feijóo, que es un presidente de fiar; pero va a ganar la pérfida minoría porque el mal nunca descansa y porque estamos equivocados, aunque no lo sepamos.
A partir de ahí más de hora y media, que se hizo eterna, protagonizada por un candidato que vino a contarnos que no hay derecho a lo que le están haciendo y que no lo entiende y que, si en el mundo hubiese justicia, el presidente tenía que ser él, que ha ganado las elecciones, que lo ha hecho todo bien, que tiene principios, que tiene integridad moral, que es fiel a sus votantes y que defiende la ley y la constitución; no como todos los que no le van a votar, que son lo peor de lo peor.
Todo su discurso puede resumirse en la pregunta de la película de Pedro Almodóvar protagonizada por la también incomprendida Carmen Maura: qué ha hecho él para merecer esto; o mejor, qué ha hecho España para merecer tanta infamia, tanta mentira y tanta inmoralidad.
Llevábamos casi media hora de alocución del candidato cuando escuchamos su primera gran propuesta para ese futuro en común que venía a ofrecernos sobre la base de aquello que nos une: reformar el código penal para meter en la cárcel a quienes no sean leales a lo que el Partido Popular dice que dice la Constitución. Está tan harto de imposiciones que quiere acabar con todas metiéndolas en la cárcel.
De su programa de gobierno sabemos sobre todo que Pedro Sánchez ha traído la pobreza, la desigualdad, el paro, la deuda, la inflación, la desconfianza, la injusticia, la irresponsabilidad, la decadencia, la “iliberalidad” y la falta de médicos a una España que nadie tiene que explicarle que es diversa porque él tiene dos lenguas y las valora; pero usa únicamente la importante cuando se trata de hablar de las cosas importantes y ofrecer pactos de Estado, que es lo que se propone cuando se carece de políticas; su otra lengua, el gallego, queda para el karaoke. Para la historia quedará el momento en que nos reveló que, en España, el salario mínimo lo ha subido de verdad la derecha, no la izquierda.
Núñez Feijóo entró en el Congreso con 172 votos e hizo un discurso para salir con los mismos 172 apoyos; no para ganar los cuatro votos que le faltan para ser presidente. No se investía como presidente del gobierno, sino como líder de la oposición; por eso vino a hablar sólo para los suyos y a ofrecer el código penal a todos los demás.