La herencia de la legislatura agonizante: un retroceso para las mujeres
Es curioso que en un espacio político como el de estos meses, en el que han predominado los portazos, las desaveniencias y los desaires, el único pacto que se haya sostenido contra viento y marea haya representado un cierto retroceso para las mujeres.
Los desacuerdos irrelevantes en el pacto entre PSOE y Ciudadanos versan precisamente sobre tres asuntos estrictamente femeninos. Los dos primeros, el apoyo a la maternidad subrogada y al régimen general de la custodia compartida, que se reserva Ciudadanos, contra el criterio de la CEDAW, que ha subrayado por activa y por pasiva que no debe establecerse la custodia compartida como norma, y que hacerlo constituye una vulneración de los derechos de las mujeres. Y es que es una barbaridad imponer la custodia compartida en un país en el que los tribunales apenas tienen en cuenta los antecedentes de violencia de género para adjudicar los derechos de custodia y el régimen de visitas; en el que se sigue pensando que para un niño es bueno tener relación con su padre, aunque sea un maltratador, como si pudieran desvincularse la violencia machista y el ejercicio de la paternidad; y en el que, a pesar de las indicaciones del Consejo General del Poder Judicial, se sigue utilizando como argumento en un juicio el Síndrome de Alienación Parental. Un síndrome bajo cuya aplicación subyace el estereotipo de la mujer histérica y vengativa que, buscando obtener ventajas de la separación o el divorcio, o simplemente perjudicar a su pareja, aliena a sus hijos e hijas para que rechacen a su padre. Como señala el informe sombra de la CEDAW (2008-2013), lejos de contextualizarse como efecto de la propia violencia ejercida contra las madres, el rechazo de los niños y niñas hacia el progenitor violento es visto como un síntoma más que corrobora el prejuicio de la 'pareja conflictiva' y la 'madre manipuladora'. La cuestión es que, lamentablemente, parece que todo esto a Ciudadanos le importa poco.
El tercer desacuerdo irrelevante de esta legislatura agonizante es el que permite al PSOE reservarse la posibilidad de impulsar la reforma de la ley del aborto en relación con las jóvenes de 16 y 17 años. El gesto, desde luego, se agradece, porque según el Informe de Amnistía Internacional de 2015, el consentimiento de padres y tutores ha sido una barrera infranqueable para el aborto seguro del 12.38% de nuestras menores (2014). Esta situación se agrava, además, si consideramos que en España, no existe un marco normativo, ni tampoco un plan de acción contra las diferentes formas de violencia sexual que vienen sufriendo las niñas. Lo curioso aquí no es que el PSOE se reserve impulsar semejante reforma sino que sea precisamente este uno de los desacuerdos que considera irrelevantes. Eso, y que renuncie parcialmente a la vieja reivindicación de los permisos de paternidad y maternidad iguales, intransferibles y pagados al 100%, o que se interne en un tratamiento confuso de la violencia de género, que, no por azar, Ciudadanos mezcla con la violencia intrafamiliar y/o doméstica.
Las propuestas de Ciudadanos en relación a la maternidad subrogada, en clara sintonía con la legislación mercantilizante y explotadora de Estados Unidos; sus posiciones por lo que hace a la prostitución, los derechos de guarda y custodia en casos de separación y divorcio, la violencia de género, el aborto de menores, y la política familiar, no solo no desactivan, sino que potencian la explotación y la opresión que ya sufren las mujeres. Así que en su pacto con Ciudadanos, el PSOE ha dejado una buena parte de la política de género en manos de un partido de tintes machistas que está dispuesto a normalizar la violencia contra las mujeres con una legislación aparentemente protectora, pero dirigida, en realidad, a controlar su cuerpo, su sexualidad y su capacidad reproductiva.
Como dice muy bien Alda Facio y el feminismo sabe de sobra, estas legislaciones 'implícitamente patriarcales' no se orientan a proteger a las mujeres sino a proteger a la progenie o a la familia como institución, o, simplemente, a satisfacer la necesidad que tienen los hombres de tener certeza sobre su paternidad biológica. Tradicionalmente, de hecho, los mecanismos legales de control sobre la sexualidad y la capacidad reproductiva femenina, han respondido más a la impotencia de los hombres en relación a la reproducción humana, que a la protección misma de las mujeres y sus derechos.
Lo cierto es que sería un error pensar que va a ser fácil retroceder sobre lo que este pacto recoge. No hay más que ver las estrecheces en las que el PSOE se ha movido desde su firma, el modo en que le ha obligado a escorarse a la derecha, y las dificultades que ha tenido para vender sus sucesivas y contradictorias relecturas. El pacto que nos deja en herencia esta legislatura agonizante muestra, sencillamente, que hay asuntos que no son prioritarios, o sobre los que no hace falta acordar para gobernar, y que una buena parte de esos asuntos afectan solo y exclusivamente a las mujeres. No podemos decir que es la primera vez que nos pasa, pero, como feministas, deberíamos tenerlo en cuenta.