Héroes de Annual
Miles de jóvenes veinteañeros murieron en julio de 1921 en las inhóspitas tierras del Rif marroquí tras el fracaso de la aventura colonial comandada por el general Silvestre. Eran soldados de reemplazo del ejército español llevados allí por el ansia colonial del rey Alfonso XIII. Un informe del general Picasso detallaba las responsabilidades de aquella catástrofe entre las que figuraban las del propio rey. El Congreso de los Diputados fijó para el 2 de octubre de 1923 el debate del informe para la depuración de responsabilidades. Unos días antes, el 13 de septiembre, el general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado y el Congreso fue disuelto. El Rey, en connivencia con el dictador, se libró de aquel peligroso debate democrático.
Los centenarios son esas conmemoraciones que cuando afectan a un Estado aparecen como por arte de birlibirloque para apuntalar los intereses de la política dominante. Sea el centenario del descubrimiento de América, o el de la primera vuelta al mundo, la conmemoración de la centena o de las centenas de una efeméride viene al pelo para refrendar aquello que se considera digno de resaltar o de poner como ejemplo de lo que se fue en tiempos pretéritos.
Este mismo año de 2021 se cumple el centenario de aquel hecho crucial de la historia de España, la derrota de todo un ejército a manos de guerrilleros bereberes en el Rif marroquí. En julio de 1921, es decir hace 100 años, unos 13.000 soldados, la cifra exacta no se conoce, murieron en la escabechina en que se convirtió la intentona de conquistar una parte de Marruecos por parte del ejército español.
Tras esa escabechina, conocida como el Desastre de Annual, se dio a conocer un responsable que fue machacado sin piedad por las instancias oficiales, el comandante general Manuel Fernández Silvestre. Y sí, es cierto que los errores de Silvestre estuvieron en el origen de semejante desastre. Pero, ¿puede el error de un solo hombre provocar esa tragedia? La respuesta es que no, que la responsabilidad resultó compartida.
Silvestre era el jefe de la tropa, pero ¿quién estaba al mando del Alto Comisionado de Marruecos? El general Dámaso Berenguer Fusté, que fue nombrado años después del desastre de Annual y tras el fracaso de la dictadura del general Miguel Primo de Rivera, nada menos que presidente del Consejo de Ministros, en aquella gobernación que se consideró como “dictablanda” tras la dictadura de Primo de Rivera. Y, ¿quién le nombró presidente del Consejo de Ministros? Pues, como era lógico, el jefe del Estado, que en ese momento era el rey Alfonso XIII.
Estos tres generales, Silvestre, Primo de Rivera y Berenguer, no sólo eran mandos del ejército, sino miembros privilegiados del grupo de amigotes del rey con licencia para tirar por el camino de en medio para “salvar a España” a su modo y manera.
De hecho, el general Silvestre, meses antes del desastre de Annual, le planteó a Alfonso XIII su idea de entrar con las tropas en territorio marroquí hasta la cocina. A esa conquista se le iba a dar el punto final el día 25 de julio de ese año 1921, día de Santiago, patrón de España. Al rey aquello le pareció gloria bendita porque el país, desde la pérdida reciente de las últimas colonias, Cuba y Filipinas, no contaba para nada en el nuevo modelo colonial de principios del siglo XX.
La propuesta del general Silvestre, llevó pues el visto bueno real, el visto bueno de la jefatura del Estado. “¡Olé tus cojones!”, fue la respuesta de Alfonso XIII al planteamiento de la conquista de un territorio árido y escasamente poblado.
Así que el ejército se puso en marcha y comenzaron las tareas de invasión. Contaron para ello con miles de reclutas venidos de los lugares más recónditos de la península. En ese tiempo el servicio militar obligatorio era de tres años. Muchos años antes se había establecido el sistema de sustitución, de tal forma que sólo se libraban del servicio militar aquellos que podían pagar para encontrar un pobre necesitado que hiciera la mili en sustitución del pagador. En 1921 ese sistema ya no estaba en vigor, pero sí el del soldado de cuota, que permitía a los más adinerados librarse del servicio militar de tres años y hacerlo sólo unos meses, por el pago de una cantidad de 2.000 pesetas. Era esa una cifra astronómica para las clases populares de la época que, en consecuencia, fueron las que aprovisionaron de soldados al ejército.
Con miles de esos soldados, que hacían un servicio militar de tres años, se inició la conquista del Rif marroquí. Silvestre avanzó con sus tropas de forma muy rápida en aquellos primeros meses de 1921. No encontraba dificultades. Los bereberes de la zona se agrupaban en cabilas y, además estaban enfrentados entre ellos, los de una tribu contra otra. Pan comido para un ejército regular. Llegó a dominar un enorme territorio, pero su ejército cometió errores que, a la postre, resultaron fatales entre ellos situar las primeras líneas de defensa en posiciones débiles y faltas de agua. Utilizaron blocaos, que eran construcciones defensivas con problemas de abastecimiento. En realidad, lo de la debilidad era relativa, ya que el enemigo era escaso y dividido. Hasta que apareció Muhammad Ibn Abd el-Karim El-Jattabi, más conocido como Abd El Krim. Un líder que logró lo imposible, unir a todas las cabilas, a todas las tribus de la zona contra el enemigo común.
Abd El Krim logró una victoria contra un ejército regular poblado de mandos y oficiales, muchos de ellos curtidos en batallas de antiguas colonias como Cuba o Filipinas, cuyos efectivos superaban los 13.000 individuos. Silvestre pidió más ayuda a Melilla, pero la ciudad era entonces un lupanar, un centro de corrupción que denunció posteriormente el general Picasso, y la ayuda no llegó.
No están claras las razones de la desorganizada desbandada que se produjo en las posiciones militares españolas en cuanto fueron atacadas por los bereberes de las cabilas. Tampoco está claro el final del general Silvestre. Hubo quien aseguró que se había pegado un tiro, pero la verdad no se conoce. Lo que sí se sabe es que esparcidos por el inmenso territorio quedaron los cadáveres de soldados escasamente preparados y mal guiados. No pudieron volver sus casas, a sus familias, y dejaron allí sus vidas cuando iniciaban la juventud. Fueron salvajemente asesinados y su cuerpos quedaron al sol como alimento para los carroñeros. Esos fueron los verdaderos héroes de Annual, soldados de leva obligatoria, nacidos en pueblos perdidos en la geografía española veinte años atrás, que dieron su vida por una causa que no era la de ellos.
El desastre fue de tales proporciones que fue nombrado un investigador especial para tratar de desentrañar las razones y ofrecer algún tipo de explicación racional a todo el desaguisado, el general Juan Picasso González. Su minuciosa labor fue boicoteada por otros mandos militares, entre otros por el general Berenguer. Finalmente Picasso elaboró un completo informe de 2.500 folios que entregó al ministerio de la Guerra. Ese informe fue trasladado al Consejo Supremo de Guerra y Marina, presidido por el general Aguilera, que decidió procesar al general Dámaso Berenguer quien tuvo que dejar el cargo de Alto Comisionado de Marruecos aunque, como se ha dicho, años después fue nombrado presidente por el rey Alfonso XIII.
El informe del general Picasso terminó en el Congreso de los Diputados. Fue convocado para el 2 de octubre de 1923 un pleno de la cámara para debatir sobre este asunto, que implicaba a altos mandos militares y al propio rey. Unas semanas antes, el 13 de septiembre de ese mismo año, el general Miguel Primo de Rivera, de acuerdo con el rey Alfonso XIII, dio un golpe de Estado y estableció la dictadura. El Parlamento fue disuelto y el informe quedó sin ser debatido. El manto del silencio cayó sobre aquel desastre. No hay tumbas sobre las que llorar a los miles de pobres reclutas sacrificados por no se sabe qué. Julio de 2021 puede ser un momento adecuado para rendir homenaje a todos aquellos héroes cuyos huesos se fundieron con las arenas del desierto.
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