Cuando pensamos que los efectos del cambio climático no nos van a afectar a corto plazo y confiamos el futuro de nuestros hijos a las generaciones venideras, lo que realmente estamos haciendo en la práctica es hipotecar un futuro que cada vez está menos dispuesto a negociar los tiempos.
Extrapolando la situación del cambio climático con el panorama del reciente cambio regulatorio a nivel hipotecario en España, en estos momentos se puede afirmar que el poder que tenemos para hipotecar el futuro de nuestro planeta es mayor que el que poseemos para conseguir una hipoteca sobre la vivienda que tenemos la intención de adquirir. Así, si tiempo atrás los precios del alquiler incitaban a adquirir vivienda, en cambio ahora no es que se tenga la opción de alquilar o comprar, sino que es una obligación el hecho de alquilar ante la imposibilidad actual de financiar una vivienda mediante préstamo hipotecario para la mayoría de los perfiles medios.
Siguiendo con la analogía del cambio climático y el cambio de regulación hipotecaria, si bien no es precisamente fácil ver a un oso polar en el Ártico, lo es mucho menos encontrarte un ciudadano de clase obrera firmando en notaría una escritura de hipoteca. Así pues, mientras que el deshielo es una realidad inalienable, en el mundo financiero somos testigos de cómo la actividad económica se está volviendo a enfriar a paso ligero sin hacer demasiado ruido.
Partimos pues, de un escenario en el que antes de que la burbuja inmobiliaria estallase allá por el año 2008, el precio del alquiler era de un importe parecido e incluso menor en ocasiones que el de una cuota de hipoteca en aquel entonces, lo que motivaba que existiese un cierto equilibrio entre alquiler y adquisición de viviendas, habiendo una especial predilección por la adquisición. A partir de ese año, a causa de la gran crisis global en la que se vio sumido el país, la alternativa ante la imposibilidad de acceder a un préstamo hipotecario era el alquiler.
Si miramos con detenimiento la evolución desde el año 2014 hasta ahora, la historia es distinta. La gran crisis ya sufrida estaba en fase de cicatrización y la economía empezaba a mostrar ciertos brotes verdes, la época de deflación era cosa del pasado, y el crédito hipotecario volvió a aparecer paulatinamente.
Más tarde, en torno al año 2016 empezaríamos a ser testigos de cómo encontrar un alquiler de larga duración a precios de hace apenas seis años en aquel momento (es decir, año 2010) se iría convirtiendo en una verdadera quimera ante la subida continua de precios a causa del auge de la renta turística. Esto hizo que la elección de comprar se tornase más atractiva en detrimento de alquilar vivienda. Podemos decir que, aunque todavía estamos en esta fase, sigue interesando comprar antes que alquilar de forma general a día de hoy, no sólo por la reducida y cara oferta de alquiler, sino por los tipos de interés que hay en el mercado hipotecario actualmente.
Las situaciones anteriormente descritas siempre se han dado de forma dicotómica entre comprar o alquilar, dependiendo del escenario que se diese en su momento. Ahora el panorama es bien distinto, el mercado del alquiler está en precios máximos históricos y la posibilidad de acceder a una hipoteca son prácticamente nulas para un ciudadano de clase media, ante los nuevos requisitos que han implantado las entidades financieras después de la entrada en vigor de la nueva ley hipotecaria. Es un escenario en el que el ciudadano medio ni puede alquilar por precios, ni puede comprar por no dar la talla en cuanto a perfil económico-laboral exigido.
Fijándonos en los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la concesión de hipotecas después de la nueva ley hipotecaria se ha reducido en casi un 21%, en la que la Comunidad de Madrid ha sido la más afectada en contraste con la Comunidad Valenciana, en los escasos meses que el mercado lleva digiriendo dicha ley. Cabe destacar que la entrada en vigor de la nueva ley hipotecaria y su consiguiente incertidumbre no es el único factor que ha hecho que la compraventa de viviendas se vea en tasas negativas, sino que la desaceleración económica ha jugado también un papel clave en el endurecimiento a la hora de conceder créditos y préstamos de forma general en nuestra economía.
En casos de reajuste económico, sea fiscal o monetario, cualquier economista con la teoría en la mano puede decir que ante cambios adversos en la economía siempre habrá un nuevo punto de equilibrio inmediato que irá cediendo gradualmente su exigencia inicial para dar lugar al nuevo punto de equilibrio definitivo, es decir, si bien las entidades financieras están cerrando o ya han cerrado el grifo de financiación a ciertos perfiles medios, es cuestión de tiempo que dicho grifo vaya cediendo de nuevo hasta cierto punto no por simple presión social, sino por mera inercia capitalista, puesto que a menor es la actividad de la empresa, menor es el atractivo de los balances de las mismas y peor será su valoración en cotización frente a inversores. Lo interesante será ver cómo y qué entidad tomará la delantera llegado el momento. Por ahora, ante el temor producido por el deterioro económico de la Eurozona, los perfiles a los que se les concede el privilegio de acceder a un crédito hipotecario son del tipo funcionariado público o similares y clientes que tengan la fortuna de tener ahorrado entre un 20% y un 35% del precio de la vivienda a comprar para poder pagar gastos y una parte significativa de la vivienda a adquirir a modo de entrada, es decir, o se financia la totalidad de la operación de compraventa a un perfil laboral de tipo público, o se financia en el mejor de los casos en torno al 90% u 80% para el resto de perfiles que se lo puedan permitir.
Como he mencionado anteriormente, todo parece indicar que la actual parálisis financiera es transitoria, no sólo con la teoría económica en la mano, sino que también nos podría servir de ejemplo la situación del Euribor, el cual en un estado de completa naturalidad nunca podría ofrecer tasas negativas, todo lo contrario, ante el movimiento corriente de capital interbancario lo normal sería que estuviera en tasas positivas. Nadie niega que lo volverá a estar, pero sí que es verdad que el letargo que se está produciendo en este caso está superando todas las expectativas, ya que el que el Euribor siga teniendo signo negativo se puede considerar como uno de los fenómenos económicos más extravagantes que se puedan observar desde el punto de vista de las ciencias económicas.
A su vez, si sumamos el proceso de congelamiento de la economía alemana en los últimos meses, tenemos otro factor que va a determinar la salud de nuestro sistema financiero.
Tenues y gélidos vientos soplan desde el centro de Europa, dando lugar a leves síntomas de desaceleración en los que se puede decir que se acerca el invierno.
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