Rajoy se hace esperar tanto que, cuando aparece, ya nadie le espera y es como si no apareciera. Por eso cuando comparezca en el Congreso el próximo 1 de agosto para hablar de Bárcenas, será como si no compareciera porque estamos todos tan cansados de esperarle que ya no esperamos nada de él, esperamos la nada y cumpliremos con el trámite nada más. Y es ahí donde nos la ha vuelto a meter doblada porque él sí habrá cumplido su objetivo: podrá decir que estuvo. Pero estará sin estar porque Rajoy es el hombre que nunca estuvo allí.
Ese es el gran misterio, el truco final de Mariano el Escapista, de Houdini Rajoy: no está ni siquiera cuando está. Rajoy es el hombre que nunca está donde tiene que estar. No estuvo a tiempo en el Prestige, se fue a Polonia después de anunciar el mayor rescate bancario de nuestra Historia y nunca ha estado donde debía para hablar de Bárcenas y la presunta financiación ilegal. O estaba en Alemania o estaba con un presidente extranjero o mandaba a otro en su lugar. Y ni siquiera estuvo realmente cuando nos convocó para explicar los papeles del ex tesorero popular: estaba metido en un plasma porque estaba en otro sitio. Y como no estaba, como nunca está, no se le puede cazar.
Ese es el secreto de su fuerza, lo que explica cómo ha llegado a presidir un partido y un país. Por eso le eligió Aznar porque quería a alguien que no le quitara su lugar en la Historia. Por eso eligió al hombre que nunca estaría donde había estado él. No se dio cuenta el ex presidente de que Rajoy no necesita ocupar tu sitio para hacerte desaparecer. Te ignora hasta sacarte de tus casillas, hasta sacarte de la casilla, hasta echarte del tablero. Quién se acuerda ya de la salida de tono de Aznar de hace unas semanas, quién. No hay, pues, que subestimar a Rajoy. Lo que es un defecto mayúsculo como responsable político, le hace casi tan indestructible como una cucaracha.
Rajoy ha hecho de sus ausencias su arma política, de su cobardía para dar explicaciones su mejor ataque y de su lentitud para reaccionar su golpe más imprevisible y mortal. Gana sin golpear, dejando que el rival se agote golpeando a una sombra. Lo deja K.O. por aburrimiento, como estas últimas semanas: hasta que la devastadora tragedia del tren de Santiago se convirtió ayer en el único tema, Rajoy ha sido ininterrumpidamente trending topic en twitter durante 15 días por negarse a aparecer. Todos hablamos de él porque él no habla. Es la otra paradoja letal del presidente: cuanto más desaparece, más presente está en nuestras quejas, tanto que nos termina por cansar. Desactiva las protestas por cansancio y ha desactivado la democracia imponiendo la ley del silencio y el veto parlamentario. Rajoy no gana después de muerto como el Cid sino haciéndose el muerto.
No hay mejor demostración práctica de esta estrategia que su comportamiento en los últimos días con el caso Bárcenas. Una semana después del escándalo de los SMS que ha estado a punto de costarle una moción de censura y le ha costado la reprobación incluso de los medios extranjeros, el presidente aún ha tenido el cuajo de anunciar -en una rueda de prensa con el presidente rumano que pasaba por allí- que esperará otra semana y media más hasta el día de más salidas vacacionales del año para “aclarar dudas sobre algunos temas” entre los que no citó ni una sola vez a su antiguo amigo el tesorero. Hasta cuando da la cara, no la da de frente sino de medio lado, como cuando apareció en el plasma: otra forma de estar a medias.
Es Rajoy en estado puro. Ni siquiera cuando se decide a hablar dice que va a hablar de lo que tiene que hablar. Y comparece cuando la mitad del país se estará moviendo de acá para allá, es decir, no estará. El presidente ha vuelto a conseguir estar sin estar. Y ha conseguido dejar fuera de sitio a Rubalcaba una vez más. Ese sí que no está en ninguna parte. Pues aunque den ganas de no escuchar a Rajoy y aunque sabemos que no dirá nada relevante, habrá que estar precisamente para hacer patente que él no está allí realmente, para dejar en evidencia que va al Parlamento como si no fuera. La única manera de hacer que Rajoy esté donde no quiere estar es señalarle con el dedo en las pocas ocasiones en las que conseguimos obligarle a aparecer.
Hay que reconocer que su estrategia es difícil de atajar. Si pasamos de Rajoy, consigue lo que quiere: que no hablemos de sus errores. Si hablamos de Rajoy, consigue lo que quiere: que nos cansemos de hablar de sus errores. Parece que no nos deja opción, que siempre sale ganando. ¿Qué hacer entonces contra un sujeto tan exasperante? Seguir sus propios consejos, su filosofía política y vital: hay que ser fuertes, “al final la vida es resistir”, como le dijo a Bárcenas en sus SMS. Rajoy lo sabe bien porque ha resistido dos derrotas electorales, un Prestige y un 11-M con Aznar y a Esperanza Aguirre. La única manera de neutralizar a Rajoy es hacer de Rajoy, resistir tanto como él, no cansarse de denunciar sus ausencias, falsedades, huidas y traspiés.
Pero hay algo más. Eso solo sirve para minarle y le está minando en las encuestas pero no ha logrado derribarle. Rajoy es un ninja y solo hay una forma de acabar con un ninja político. Hay que estar donde él no está. Y ese es el problema de España: que cuando Rajoy desaparece, ninguna propuesta política convincente ocupa su lugar. Hasta ahora la única respuesta contundente a su falta de respuestas ha estado en la calle pero Rajoy está consiguiendo agotar a la calle y no hay respuesta donde la respuesta tiene que estar, en las papeletas de voto y en el Parlamento. Mientras eso no suceda, Rajoy seguirá gobernando sin gobernar, seguirá estando sin estar.