Rita Barberá se vio sin Ferrari la noche electoral y, en otro derroche (esta vez de clarividencia), le dijo al oído a uno de sus colaboradores: “¡Qué hostia! ¡Qué hostia!” A la misma hora, comparecía Carlos Floriano ante los españoles para sentenciar que el PP había ganado las elecciones y que sus resultados eran envidiables para los rivales. Esto nos demuestra, por enésima vez, que en este partido hay un problema de comunicación, incluso interna, pero también de comprensión, de lectura de la realidad.
Es evidente que se comunican mal. De hecho, el Presidente del Gobierno se apareció el lunes en Génova, en la sala de prensa reformada con dinero negro, después de tres años ausente. Venía de dirigirse en campaña a “las personas normales”, que obviamente son “muy españoles y mucho españoles”. Rajoy lidera el Gobierno del “ya tal”, el que niega que los salarios bajan, el Gobierno incapaz de admitir el rescate bancario o la amnistía fiscal, incapaz de entender que la gente sí habla del paro y que existe una honda preocupación por la desigualdad social, por los dirigentes que no conocen la empatía. Antes al contrario, proponen echar a los mendigos de la calle, porque ahuyentan a los turistas.
Rajoy preside el Gobierno del “sé fuerte”, el de “hacemos lo que podemos”, el Gobierno incapaz de reaccionar con agilidad y contundencia ante los casos de corrupción, incapaz de echar sin contemplaciones a los políticos que roban. Preside el partido que borra discos duros, el que le indemniza en diferido, el que no puede explicar su presunta financiación ilegal y el que nunca sabe nada, a pesar de que lo tiene todo.
Rajoy no se ha enterado de lo que ha pasado en las elecciones. Por eso sigue recordándonos que salvó a España del rescate, porque cree que debería ser razón suficiente para sumar votos. Sin embargo, se olvida del agotamiento, la decepción, del voy a bajar los impuestos, del no voy a hacer recortes sociales. Los barones, destronados en su mayoría, ahora se lamentan. Ahora piden cambios. Y Rajoy ha dicho que no. Es más, ha intentado calmar las aguas -ay- dejando clara su intención de repetir como candidato.
El presidente del Gobierno no se ha enterado. Y cuanto antes se lo digan, mejor. La ausencia de comunicación y el distanciamiento de la ciudadanía –inconvenientes que sí reconoce– han traído consigo un contratiempo mayor, en mi opinión insalvable. Me refiero a la credibilidad. Rajoy no tiene y sus acompañantes más visibles de la legislatura tampoco. Pueden optar ahora por comparecer 20 veces al día, que nada de lo que digan servirá para indultarles. Es un problema gravísimo. Y ellos son precisamente los únicos que no lo pueden solucionar.