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Hotel La Zarzuela

Felipe VI en su despacho del Palacio de la Zarzuela. EFE/Casa de S. M. el Rey

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Si lo dijo o no lo dijo, queda en el secreto de la Corona, uno más. Al parecer, Felipe VI, está de los borbones hasta los mismísimos, y alguien le escuchó eso de: “La Zarzuela no es un hotel”. 

Dicen, los expertos en corona y borbonismo, que ha dado de plazo hasta el mes de septiembre para que el palacio de La Zarzuela, convertido en una especie de hotel para la familia Borbón, hermanas, sobrinos, primos y demás parientes, dejen de utilizar las reales estancias y se dediquen a la búsqueda de un piso de alquiler, deporte de riesgo éste de la búsqueda de piso, al que se dedican, por cierto, miles y miles de jóvenes en Madrid y en otras ciudades.

Los expertos nos informan de que los tres hijos de Cristina e Iñaki Urdangarin han decidido trasladarse a vivir al palacio de La Zarzuela invitados por su abuela, la reina Sofia. Allí se juntan con su prima Cristina Federica, hija de la otra infanta, Elena, a la que también le gusta el palacio para vivir porque tiene algún problemilla de relación con su madre.

Es que no te puedes imaginar lo cómodo que se vive en La Zarzuela, tan cerca de la capital, y del jolgorio, y lo suficientemente lejos como para disfrutar a tu aire, sin olvidar que el personal de Patrimonio Nacional está a tu servicio las 24 horas del día, sea para un té matcha, sea para un gin tonic. Y todo de bóbilis. Como para hacerle ascos.

El único que falta, por ahora, es el experto en puros y toros, Felipe Juan Froilán de Marichalar y Borbón, cuarto en la línea de sucesión de la Corona. ¡Agárrate que hay curva!

Por supuesto, en el palacio vive desde hace años la hermana de la reina Sofía, Irene, al parecer más discreta, ascética y vegana, no le van los gin tonics, pero adherida, como todos los demás habitantes de la imponente y cómoda construcción, a los Presupuestos Generales del Estado.

El único que falta es el propio rey emérito Juan Carlos I, castigado en su exilio de las calurosas arenas de Lawrence de Arabia. 

Los actuales reyes viven en el llamado Pabellón del Príncipe, a un kilómetro de La Zarzuela, y dentro del enorme terreno de los montes de El Pardo, pero Felipe VI se traslada a diario a La Zarzuela para despachar, y deberá saludar a la gran familia, se supone.

Los mismos expertos nos dicen que la hija de la infanta Cristina y de Iñaki Urdangarin, estudiará en la  University College London, institución en la que el curso, las clases, la estancia obviamente es aparte, cuesta cerca de 30.000 euros anuales. Si alguien puede costearse esa educación, puede permitirse también pagar un alquiler privado conveniente en Madrid, en vez de utilizar, gratis, uno público que pagan todos los ciudadanos con sus impuestos.

El Palacio de la Zarzuela, que yo sepa, es propiedad de Patrimonio Nacional. Los actuales reyes son usufructuarios, pero no propietarios. La Corona, que detenta la jefatura del Estado, está representada por Felipe VI y su familia directa, incluida la heredera. La monarquía hoy es constitucional y parlamentaria, sujeta a la Constitución al sistema parlamentario y a los Presupuestos Generales del Estado. Así que hablamos de un palacio de propiedad pública, y sustentado con dinero público, en concreto 54,3 millones de euros desde 2005 a 2020 según informó entonces la secretaría de Estado de Relaciones con las Cortes y Asuntos Constitucionales.

Cuando el general Arsenio Martínez Campos, tras la Primera República, dirigió el llamado Pronunciamiento de Sagunto en 1874 y reinstauró a los borbones en la persona de Alfonso XII, situó de nuevo a la familia de origen francés en la jefatura del Estado. Fue un momento crucial solucionado, al uso, con el ejército, otro estamento de carácter público, para mantener la línea monárquica que había sufrido un serio revés con Isabel II que acabó exiliada.

Aquellos borbones utilizaban el Palacio de El Pardo y el Palacio Real como sede principal, ambos propiedad de Patrimonio Nacional, y lo utilizaban también sus familias en el sentido más amplio posible. Pero eran otros tiempos. Entonces el jefe del Estado era, de verdad, el que mandaba y el que manejaba las camarillas militares a su antojo para mantenerse en el poder, como en el caso de Alfonso XIII. Dilapidada su ejemplaridad, destruido el fervor popular si alguna vez lo tuvo, de allí, del Palacio de Oriente, salió precisamente hacia el exilio definitivo el propio Alfonso XIII tras las dictaduras apoyadas por él de los generales Primo de Rivera y la posterior de Berenguer.

Los borbones de hoy, en cambio, optaron por La Zarzuela, situado también en los montes de El Pardo. Pero hoy la monarquía es constitucional y parlamentaria, es decir, “la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”, como expresa la Constitución.

Lleva años coleando la polémica de por qué el CIS no elabora una encuesta sobre la monarquía. Seguramente porque hay miedo a los resultados. La última encuesta la hizo en 2015, hace diez años, y el rey obtuvo una nota de 4,34 sobre 10. Eso se llama suspenso en román paladino. 

Hoy, los grandes partidos son monárquicos de hecho, aunque algunos puedan decir otra cosa. De hecho, no ha habido desde la Transición movimiento serio, de los de verdad, para plantear la posibilidad de cambiar la Monarquía por la República mediante un referendum.

Siguen diciendo los expertos en borbonismo, que la monarquía debe ser ejemplarizante, es decir, que debe marcar con su comportamiento ético los ejes fundamentales de la vida de un país.

El hotel La Zarzuela aleja, ciertamente, a la monarquía de esa vida ejemplarizante.

No se yo si a los miles de jóvenes que luchan desesperadamente en la selva inmobiliaria de estos tiempos de zozobra a la búsqueda de un tesoro llamado “piso de alquiler en buenas condiciones económicas”, les hará mucha gracia ver que esos otros jóvenes cool de los aledaños de la familia real, lo tienen tan fácil para vivir gratis y cómodamente a cuenta de los sufridores del IRPF. Habrá que esperar a ver si se anima el CIS a preguntarlo.

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