Puede que haya quien no se ha enterado a estas alturas de que el próximo miércoles hay huelga general. Y no será por culpa de los convocantes, que hacen todo lo que pueden por difundirla, sino más bien del piquete antihuelga, que esta vez parece más discreto que otras veces.
Sorprende el poco ruido que la derecha mediática, política y empresarial está haciendo con la huelga del 14-N, en comparación con lo activos que estuvieron en las últimas convocatorias. No he encontrado en la última semana ni una sola portada protagonizada por los sindicatos. Nada de liberados, subvenciones, restaurantes de lujo, cruceros; nada de la munición con que el piquete antihuelga atacó a CCOO y UGT en las dos últimas huelgas generales.
Como estamos a sólo cinco días del 14-N, se me ocurren varias explicaciones a ese perfil bajo que el piquete antihuelga ha elegido esta vez: a) que se hayan dado cuenta de que sus ataques consiguen el efecto contrario, movilizan más gente (como se vio el 25-S); b) que estén tan entretenidos en sacudir a Artur Mas que no les quedan fuerzas para más golpes; c) que estén muy ocupados preparando la portada del día después, que sin sorpresa dirá “Fracasa la huelga”: o d) que piensen que esta vez no hace falta mucho piquete antihuelga, porque bastante difícil es ya para la mayoría hacer huelga, y no hace falta insistir.
Supongo que es por una mezcla de todo lo anterior, pero me quedo con esta última razón, pues flota en el ambiente de esta huelga, más que en las anteriores: la dificultad de cada vez más ciudadanos para secundarla. Una vez más se cumple eso de que cuanto más justificada está una huelga, más difícil es participar en ella.
Habrá quien piense que no puede hacer huelga porque no tiene trabajo al que faltar: cerca de seis millones de parados a los que nadie podrá descontar un día de sueldo. Otros no se atreven a secundarla, por miedo a represalias en su empresa, ya que desde la última reforma laboral es más fácil y más barato despedir, y está también en manos del empresario cambiar las condiciones de trabajo o reducir el sueldo al margen del convenio. Y en línea con esto último, hay un tercer sector de trabajadores cuya penuria económica les hace muy cuesta arriba perder un día de sueldo, pues bastante justos andan ya.
Tres motivos posibles para no hacer huelga: estar en paro, tener miedo, pasar estrecheces. Son exactamente los tres principales motivos por los que sí hay que hacer huelga el miércoles; tres razones de peso para unirse a la movilización del 14-N.
En primer lugar, el paro. Huelga contra una política económica que sigue sumando parados de cien mil en cien mil sin mover un dedo; contra una reforma laboral que ha puesto alfombra roja para los despidos en masa; contra un gobierno que renuncia a intentar otra cosa, acepta que 2013 sea un año perdido, y nos condena a años de elevado desempleo.
En segundo lugar, el miedo. Si en la huelga anterior conocimos muchos casos de coacción empresarial contra trabajadores para que fuesen a trabajar, hoy es todavía más poderoso el chantaje, hasta el punto que muchos trabajadores ni siquiera lo necesitan, pues lo han interiorizado, como pasa con la censura en los regímenes autoritarios. Entre la presión del elevado paro, y una reforma laboral que puso en la mano de la empresa todo el poder, el miedo ambiental es mayor que nunca. Y contra eso es más necesario protestar, porque si hoy no haces huelga por miedo, puede que no tengas más oportunidades en el futuro, seguirás perdiendo derechos.
En tercer lugar, la penuria. Una huelga general contra el empobrecimiento generalizado de los trabajadores, contra el aumento de la desigualdad y la exclusión; y contra la transferencia descarada de riqueza desde la clase trabajadora hacia el sector financiero, la gran empresa y las rentas altas, mediante rescates bancarios, banco malo y el desmantelamiento y privatización de lo público.
Hay muchos más motivos, pero esos tres ya justifican hacer huelga. Además, los parados deben saber que sí pueden secundarla, pues no sólo es laboral, también de consumo y de usuarios de servicios públicos, además de poder participar en las movilizaciones de ese día. Por su parte, quienes tienen miedo deben pensar que cuantos más seamos, más podremos protegernos unos a otros, a la manera en que los ciudadanos hemos acompañado a tantos colectivos en lucha últimamente. Y quienes se ven ya demasiado pobres como para perder un día de sueldo, que sepan que aún se empobrecerán más si no conseguimos detener a los fabricantes de miseria.
Quienes más motivos tienen para hacer huelga el 14-N son precisamente quienes más difícil tienen participar. Y por paradójico que parezca, no poder hacer huelga es el mejor motivo para hacerla.