IA: prepararnos para lo que se nos viene
Ahora que Europa está regulando los usos de la IA, me he preguntado cómo a nivel cotidiano nos estamos enfrentando a ella. Mi background como artista y novelista gráfica ha sesgado mi percepción de las IAs generativas como Midjourney o Dall-e, casi demonizándolas (o demonizándolas completamente). Ana Galvañ decía en una charla sobre IA que ya se estaba quedando sin trabajo gente que trabajaba en animación. Vemos usos poco éticos como desnudos generados por la IA de influencers. Trends con estilos de ilustración “robados” como la publicación borrada de la feria del libro de Madrid. O las famosas canciones de Bad Bunny generadas por IA, entre NostalgIA o el “me cago, me meo, me tiro un peo” que están por todo Tik tok y que enfadaron muchísimo al cantante.
Con este panorama me surgían muchas dudas, más allá de quedarme en el paro: ¿tendría que Bad Bunny asegurarse la voz para que esto no ocurra? ¿Tendría entonces que asegurar yo mi tono de voz, mi forma de narrar? Para desmitificar y quedarme más tranquila, tuve una larga charla con Ricardo Campos, especialista en IAs generativas, abogado especializado en derechos de autor.
Lo primero: “Nadie va a poder robar tu voz y lucrarse con ello, hay mecanismos de derechos del autor para prevenirlo”. Es decir, si un DJ pone todas las noches la canción NostalgIA de Bad Bunny, y se lucra con ello, sea la discoteca vendiendo copas o eventos en el que el DJ cobra dinero, es delito y hay multas, comentaba Ricardo con tranquilidad. Además, las falsificaciones, inspiraciones musicales, fotomontajes han existido desde siempre, solo que ahora es más fácil hacerlo. En cuanto a las creaciones artísticas “inspiradas en el estilo de alguien”, es algo que está en regulación ahora, porque es difícil probar que cierta pieza tiene un 0,2% del artista X y un 20% del artista Z. A día de hoy, no se puede registrar una obra artística generada por IA, porque por el mismo prompt (las palabras que son las instrucciones para que la IA genere una imagen) te puede generar de forma aleatoria infinitas combinaciones nuevas y no se puede demostrar intencionalidad, sentenciaba Campos. Pero también opinaba que esto pronto cambiará. Donde sí hay un agujero es en la ciberseguridad, admitía, habrá que vigilar más los ciberdelitos y desarrollar nuevas formas de vigilancia acorde. Yo le expuse que, por ejemplo, falsificar la voz para firmar oralmente un contrato con Vodafone era sumamente fácil.
Lo segundo: cómo funciona la IA generativa. No es magia: para que genere algo tiene que haber información previa y hay que entrenarla para que la interprete bien. La información se encuentra en lo que el investigador llama “el modelo universal”, una especie de macrobanco de datos en bruto, donde están todas esas imágenes y textos sin filtro alguno, sin censura, información cruda, por ejemplo, el Stable Diffusion. Luego, el procesamiento de esa información, lo hacen las IAs que conocemos, donde añadimos los prompts y nos devuelve las imágenes o escritos, esto sería por ejemplo Clipdrop por donde accedes a Stable Diffusion, o Dall-e, o Midjourney en otros casos. Es en el procesamiento donde se ha entrenado para que devuelva una imagen con pezones o no, con sesgos racistas o machistas. Y eso lo decide y regula la empresa que las ha creado y entrenado.
Tercero: los empleos. Aquí Ricardo tiene una opinión tajante, no todo el mundo puede ser músico, artista, escritor, ilustrador o creador de contenido, etc. Hay que ser bueno y hay que tener talento. Como la IA está saturando todo con contenidos varios de calidad similar y que puede generar cualquiera, no habrá más nicho ahí, pero la gente que es realmente buena destacará y será aun más valorada. Aquí tuve sentimientos encontrados y tuvimos debate. Samantha Hudson suele decir que reivindica el derecho a ser tontas, y yo reivindico el derecho a ser “normal”. No tienes que ser la persona que mejor colorea para ser colorista de cómics y poder ser feliz ejerciendo tu oficio. Pero nos encontramos ahora con un dilema de cómo y por qué se contratarían a personas en vez de usar la IAs para trabajos que no requieran tanta maña. No se necesita un Da Vinci para todo. Campos continuaba: no todo el mundo puede ser diseñador gráfico, y en una agencia de marketing, por ejemplo, la persona que esté a cargo de las IA para diseñar tiene que dominarla. Opina que la gente no puede seguir al pie de la letra lo que dice ChatGPT, sino tener la formación suficiente para discernir la información que le está dando. La máquina al servicio del humano, y no al revés. Pero para eso, se necesitan perfiles de muy alto nivel.
Lo que sí es innegable es que esto nos está afectando y nos afectará, queramos o no.
Ricardo tiene una opinión similar a otras personas a las que he entrevistado sobre nuevas tecnologías: que el avance del saber es imparable y que las tecnologías llegan para quedarse, queramos o no. Y para prepararnos a lo que viene y para lo que ya está aquí, ha creado una residencia-mentoría para artistas y gente que trabaja en oficios creativos: Neurona ResidencIA, en Villanueva del Rosario, un pueblo rural de 300 habitantes en los montes de Málaga. Tecnología puntera y ruralidad.
En esta residencia, ejerce de mentor, que te enseña a entrenar tu IA a medida. Ojo, no te enseña a usar Midjourney, sino que al macrobanco de información (el modelo universal) añadirle una extensión de información privada (es decir, solamente tuya, y no conectada a internet) con lo que tú quieras, y entrenarla a medida. Algo así como en los sims, añadirle la expansión Artista-Quan que solo yo pueda usar. Miguel, de Cártama, es diseñador gráfico y uno de los primeros residentes. Comentaba que ha sido una experiencia intensa –“yo salí de la carrera de bellas artes, desengañado, y esto me ha vuelto a vincular con el arte”– y que, pese a lo que todo el mundo piensa, es un trabajo complicado. “Hay que saber usarla [la IA]; si no me hubiera hecho esta residencia, no sabría, son muchísimos parámetros y muchos pasos para llegar algo medianamente decente”. Pero también está muy sorprendido con la potencia de la IA: “A veces parece que me lee la mente”.
Y a pesar de formar, usar y educar en la IA, Campos es extremadamente crítico con lo que hay a día de hoy en la calle: “Diría que solo un 1% del arte generado por la IA tiene verdadera calidad, bueno, peor, un 0,5%”.
Los empleos, las tecnologías, la sociedad están cambiando a una velocidad vertiginosa. Y darles la espalda no parece la opción más sensata. “No querer estar en el modelo universal es como no querer estar en Google. Aquí no queremos quitarle el trabajo a nadie, sino formar a la gente para que tenga las habilidades y la conciencia de usarla bien”, decía Ricardo. Y tras terminar la entrevista, apareció un gatito en la puerta de la casa, y me fui.
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