“Admitid que las aguas han crecido a vuestro alrededor, y aceptad que pronto estaréis calados hasta los huesos. Si tu tiempo tiene algún valor para ti, entonces es preferible que empieces a nadar o te sumergirás como una piedra, porque los tiempos están cambiando” (The times they are a changing). Bob Dylan.
El camino no será fácil pero se ha comenzado a apretar el paso y en la dirección correcta. Era absolutamente irreal que, tras la indignación que mostró una gran mayoría social en Mayo de 2011, el PP llegara a acumular tanto poder. Y sin embargo ese espejismo fue tan cierto que nos clavó tijera, mordaza, burla, corrupción e impunidad. Llevaba visos de perpetuarse pero la cordura empieza a hacerse hueco.
El cambio se ha iniciado por su hasta ahora casi omnímodo poder territorial: el PP solo conserva mayoría absoluta en Ceuta, entre grandes capitales y autonomías. Y ver caer a grandes dinosaurias del partido como Aguirre, Cospedal o Barberá, o inamovibles diploducus como León de La Riva, o esperpentos de nuevo cuño como Monago representa un triunfo impensable no hace mucho tiempo.
Hace 4 años la reacción de votar al PP fue visceral por rechazo a lo que había: el gobierno socialista. Y las gentes de Rajoy creyeron que era un cheque en blanco, por eso lo escribieron con la sangre de nuestros derechos. Aún les queda el incomprensible apoyo de 6 millones de personas (27% de los votantes), que no todos serán beneficiarios de las políticas para privilegiados. Y capacidad de influencia suficiente para seguir haciendo daño. Tal vez más atenuado. Como puede ser el caso de la Comunidad de Madrid que podría quedar en manos de Cifuentes –la nueva Gallardón, primera etapa, para los medios- que anunció privatizaría aún más la sanidad. Dado que es el mismo propósito de Ciudadanos, podemos darnos por mártires del repago y la victimización de las enfermedades “caras”. Pero ni siquiera así, será lo mismo. El viento comienza a virar su dirección.
Íbamos lejos. Por supervivencia. Ada Colau luchando contra la aberración de los desahucios -en un país que subvencionaba con dinero público a la banca- marcó el rumbo incluso antes que el hartazgo llenara las plazas. Labor de colonia de hormigas, tenaz frente a insultos, palos y persecuciones. Mucho que negociar y pactar, pero todo apunta a que Barcelona será para los ciudadanos. Para sus necesidades y aspiraciones. Gerardo Pisarello, un muy sólido valor en segundo puesto, marca una lista en la que hay que bucear hasta el final afianzando confianza.
Igual ocurre en Madrid. Una demócrata sin fisuras, la jueza Manuela Carmena, puede ser alcaldesa. Con la curtida Inés Sabanés detrás y otras personas reconocidas por su trabajo social. Fin de un Madrid solo para el turismo de lujo, y el solaz y el negocio de las grandes fortunas. O en la Comunidad valenciana, donde otra mujer y su Compromís –Mónica Oltra- han mandado a Rita Barcerá a un retiro que su prepotencia no logra entender.
Memorables cambios en lugares como Santiago de Compostela que había tenido que echar a todo el PP de su ayuntamiento, imputado por corrupción. El cambio ha empezado a ser urbano, ojalá, como dijo Carmena, quienes se anclan en el turbio pasado que representa el PP lleguen a caer rendidos por la seducción de unas políticas hechas para la gente.
No será fácil, no. Pondrán cuantas trabas y trampas estén a su alcance. En España sobre todo, también en la Europa neoliberal. Pero el cambio ha echado a andar. Unos pasos. Grecia empieza a no estar sola, pronto se unirán los portugueses. Todos los estafados que pierden el miedo.
Ha sido (y aún es) tan traumático lo que nos ha ocurrido que muchos han caído en el síndrome Arya Stark, tan insano en el fondo. Y no conmueve nada, todo lo contrario, la imagen de derrota de Rita Barberá, Esperanza Aguirre o Cospedal. De los voceros a su servicios. Esas televisiones públicas que se han puesto a los pies de intereses espurios. Hasta medios privados cambiarán si no dependen del teléfono sancionador de las portavocías del poder. La venganza termina por verter su ácido corrosivo sobre quien la ejerce, pero algo de justicia, de compensación, alivia. Por un rato al menos, para volver a tomar aire.
El PSOE hará bien en enterarse de que ha perdido votos y que el aumento de poder territorial es fruto de contingencias electorales. Deberá repensar su futuro. Ciudadanos no ha respondido a las enormes expectativas creadas. Su sospechoso ascenso meteórico no ha pasado desapercibido. La recolección de candidatos por las sobras o las ambiciones de otras formaciones, tampoco. Sus apoyos ahora serán mirados con lupa. ¿El pacto anticorrupción admite Caja B añeja de todo un partido? IU dejó le cavara la fosa la vieja guardia, y muchos eficientes servidores públicos pagan por ello. Podemos debe ser consciente también de que canalizó como nadie el sentir ciudadano pero que, antes, fue la gente la que lo promovió.
Parece que fue ayer cuando María Dolores de Cospedal, retaba con arrogancia a los movimientos sociales a que entraran en política. Desplegando malas artes ha logrado que su pucherazo en la ley electoral le suponga un tiro en el pie. Ahora toca disfrutar del inmenso patrimonio acumulado estos años, y, en su caso, de la asunción de responsabilidades por lo hecho.
Hace 4 años, cuando les vimos llegar, cuando llegamos con ellos, supimos que Los tiempos estaban cambiando. Senadores y congresistas, escritores y críticos, padres y madres no se enteraban. Y siguen sin hacerlo. Una derecha mediática que siente “arrebatado” su poder y, como ABC, ni nombra a Manuela Carmena en portada dedicada a Madrid. Y sobre todo esa insistencia, local y universal, en apellidar invariablemente a Podemos como “el partido de izquierda radical”. O a la formación de Ada Colau. Pretenden ignorar, quizás convencer, que fue “el partido de derecha radical y corrupta” (y el de socialdemocracia diluida) quien nos trajo hasta aquí. La derecha radical y corrupta es el inicio, el deseo de cambio la consecuencia y no al revés. ¿Hasta cuánto y hasta cuándo creen que se puede tragar?
De la nada a las alcaldías y parlamentos en solo 4 años. Para ir despacio es todo un récord de velocidad. Pero, sí, vamos lejos. A devolver la democracia y las instituciones a las personas. A seguir intentándolo contra viento y marea. Pondrán todo tipo de zancadillas, pero vuelve a merecer la pena. “Vuestro viejo camino está envejeciendo rápidamente. Por favor, salid del nuevo si no podéis echar una mano, porque los tiempos están cambiando”.