Iglesias, Méndez y Anson
Parece que Pablo Iglesias sigue siendo la musa que inspira a los periodistas. Y se diría que incluso más a los de derechas que a los de izquierdas. En las últimas semanas le han dedicado sus columnas, y con mucha resonancia, Luis María Anson, presidente de El Imparcial, y Lucía Méndez, redactora jefe de Opinión de El Mundo.
Vale la pena contrastar ambas columnas. Méndez, en su columna titulada Examen de conciencia, comienza con esa estrategia envenenada, pero ya muy manida, de decir, yo primero fui de los tuyos pero ahora ya me he dado cuenta de que me engañaste: “Yo traté y respeté a Pablo Iglesias. Incluso apoyé su brillante y necesario discurso contra las inmoralidades del sistema capitalista...”. De ese modo, le dice al afín a Pablo Iglesias, que su diferencia con ella es solo cuestión de tiempo, y que él también terminará viendo “la verdad”. Aunque nadie recuerde, quizás porque no existió, el apoyo de Lucía Méndez a Iglesias y menos su crítica a las inmoralidades del capitalismo.
Sigamos con Lucía Méndez: “Desde los micrófonos dirige Podemos, da lecciones de ética periodística, desestabiliza al Gobierno y está destruyendo a la líder que él mismo designó”. En realidad ese es el sueño húmedo de muchos periodistas: dirigir a los partidos, dar lecciones de ética, desestabilizar gobiernos y destruir líderes incómodos. La diferencia es que Pablo Iglesias, independientemente de que guste o no guste, está más legitimado para hacerlo porque, a diferencia de líderes de opinión y grupos de comunicación, cuenta con ciudadanos que le apoyaron y le apoyan, un detalle importante en democracia.
Y eso es precisamente lo que le duele a Méndez. “Él dispone de un ejército de fieles que llevan un escapulario al cuello con la foto de su predicador. (…) Los periodistas a secas no tenemos ejército, fieles, ni escapularios”. Es que en democracia, tener ejército y fieles es un signo de representatividad, no como otros, que su único escapulario es el logo de la empresa que les paga.
“Escribiendo sobre él, nos exponemos a la ira de sus devotos en las redes y a que él mismo nos arree una lección de periodismo. Por eso muchos periodistas se autocensuran y no hablan de Pablo Iglesias”, añade Méndez. Exponerse a la ira de los devotos quiere decir exponerse a la opinión pública, se siente. Y no, no se autocensuran, son muchos los periodistas que han vivido de criticar a Pablo Iglesias. De ahí que en su post La Base, Iglesias, respondiese que “si el fusilamiento mediático que hemos sufrido hasta ahora era que en realidad los medios se estaban mordiendo la lengua conmigo, no sé qué veremos ahora que han decidido dejar de autocensurarse”.
Paradójicamente, mientras la columna de Lucía Méndez era apoyada para una periodista supuestamente progresista, Ana Pastor, otro periodista, indiscutiblemente conservador, Luis María Anson, escribía otro texto en El Español, Pablo Iglesias, la verdad sobre los años salvajes, piropeando a Pablo Iglesias. “Pablo Iglesias es uno de los pensadores políticos más sutiles e intensos que he leído en los últimos años”, dice Anson.
Y todavía más: “¡Qué error, qué inmenso error el intento de linchar a Pablo Iglesias! Políticamente mi pensamiento está muy lejano al suyo, pero reconozco la honradez de sus planteamientos anticapitalistas, su admiración por Piketty y su enfrentamiento con 'la vergüenza y la cobardía de unos gobernantes que solo defienden sus privilegios sin importarles nada más'”.
En realidad, la buena sintonía entre Anson e Iglesias no era una sorpresa, hace ya tres años, el histórico director de ABC, participó en el programa de entrevistas La Tuerka, de Iglesias.
Lógicamente ahora la respuesta de Iglesias es de agradecimiento: “Cuando un adversario ideológico te respeta, lo único que puede hacer uno es dar las gracias. Ojalá más monárquicos y conservadores con las formas, el talante y la elegancia intelectual de Don Luis María Anson”.
Estos comportamientos tan dispares entre periodistas que comparten ideario muestran que las operaciones de derribo pueden cubrir diferentes estrategias. El poder intenta diversos modos de anulación del rebelde. La vía de la confrontación, utilizada por el que necesita confirmar además entre sus huestes su adhesión al poder dominante para que no se dude de su lealtad (Lucía Méndez, Ana Pastor) y la vía de la cooptación, a la que recurre quien, por su larga trayectoria, ya no debe demostrar nada a ningún superior y su carta se basa en ofrecer un espacio en el Olimpo del poder al díscolo que puede resultar peligroso (Luis María Ansón).
Que recuerde Iglesias que los dos son igual de peligrosos.
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