“No todo lo que es oro, reluce; ni toda la gente errante anda perdida”
J.R.R Tolkien. El Señor de los Anillos
Si entender la vida y sus hechos fuera tan sencillo como pretender que nuestra primera percepción de ellos es correcta, habría muchas menos personas desgraciadas. Por desgracia, esta vez sí, la vida es compleja, múltiple, polifacética y nunca nos permite estar seguros de si nuestros sentidos nos engañan, nuestras conclusiones están viciadas o nuestras deducciones fallan. Así, lo que algunos llaman suerte o baraka no es sino la mejor aplicación de la sabiduría a la interpretación de nuestras percepciones para obtener una interpretación lo más aproximada a la verdad y obrar en consecuencia. Lo más sencillo se convierte así en lo más complejo. La vida está llena de errores fatales cometidos por una deficiente comprensión de la realidad o una mala interpretación de aquello que vimos, oímos o nos contaron.
Las redes sociales son un muestrario magnífico del desconocimiento que muchas personas tienen respecto a lo engañoso de la percepción sensorial, de su interpretación y de las posibilidades de comprensión que nos permite la realidad externa. Al parecer hay una parte de la población que cree que la vida y los acontecimientos que en ella suceden son una especie de obra de ficción o de arte en la que cada uno puede sacar sus propias conclusiones. Que creen que el mundo es un recinto calderoniano en el que las cosas son valiosas o inservibles, tristes o alegres, indignantes o neutras, según las sensaciones que cada uno tenga en no más de cuarenta segundos. Y así les va y así nos va.
Esta última semana ha habido varios ejemplos y como el verano nos empuja a un relajo, a veces también falso e impostado, voy a aprovechar que están ociosos para contarles las fábulas de los ofendiditos por ignorancia o por nesciencia, o en muchos casos por pura prepotencia. Una fábula de todos los tiempos pasada por el filtro nada favorecedor del siglo de las tecnologías.
La primera indignación de hojalata que les traigo hoy es la referida a un vídeo grabado en el Palacio de la Moncloa en el que Pedro Sánchez recibía a varios militares, una de las cuales era la primera mujer generala de España. No me digan que no les ha llegado ese grito desgarrado contra el machismo que se ha propagado desde Algeciras a Estambul al ver que en la escalinata se producen dos fotos, una del presidente con los hombres y otra con la mujer. ¿No les han llegado noticias del asqueroso comportamiento machista de los estrellados varones con la pobre y nerviosa generala? Pues si no ha sido así, se han ahorrado uno de los grandes ridículos del verano y la prueba fehaciente de que una mirada sin entrenamiento no puede desentrañar en muchos casos lo que está viendo. En realidad, de existir algún error, es de Moncloa por la forma en la que solucionó una situación no precisamente machista, sino de una discriminación positiva que se quiso ejercer conscientemente.
La audiencia tradicional es la que el presidente del Gobierno hace a los recién ascendidos a teniente general de todas las armas. Es el máximo cargo al que puede llegar un militar. Después sólo hay un capitán general y ése, ese es el Rey. Entiendo que no se querría dejar pasar la oportunidad de hacerse la foto con la primera mujer general de España y ésta fue llamada a una reunión en la que no le correspondía por grado estar. La generala de brigada Ortega está a dos pasos de escalafón del resto de asistentes. Aún tendría que ascender a general de División y, después, a teniente general para ser llamada a ese posado. Por ese motivo, se realiza una primera foto de la promoción de ascendidos a teniente general con Pedro Sánchez y una segunda de éste con Patricia Ortega. Nada de machismo aquí. Más bien discriminación positiva, insisto. Ningún compañero de Ortega de los ascendidos a general como ella estaba en Moncloa.
Así que un vídeo sin editar provocó una explosión de santa indignación. No era machismo, no. Me dirán otros que el machismo destilaba en los momentos previos a la entrada del presidente del Gobierno, cuando los varones no se dirigían a la generala y ésta mostraba visibles signos de incomodidad. Aun no sabiendo si la felicitaron cordialmente antes de alinearse, que no lo sabemos, un mínimo de contraste me ha permitido saber que puede que sí hubiera tensión en el ambiente, dado que en las Fuerzas Armadas hay cierto malestar con el ascenso de Patricia Ortega a general, y no porque sea mujer, sino porque muchos piensan que se ha provocado que fuera ella y en este momento para que la ministra Robles dejara su impronta dejando a la primera generala con el fajín puesto.
Dicen los corrillos del Ejército que cuando se publicó por primera vez la lista de los llamados al curso de generales, el nombre de Patricia Ortega no estaba y que fue un segundo BOE, más tarde, el que la incluyó. Dicen que no ha acreditado idiomas ni ha estado en misiones en el extranjero ni ha tenido mando de unidad nunca -cosas estas que puntúan mucho para los ascensos- y que hay coronelas que dentro de un año serán llamadas al curso que tienen acreditados varios idiomas, han participado en misiones en Afganistán y otros lugares y han tenido mando efectivo, que habrían llegado a generalas sin esas extrañas cosas que dicen pasaron. Sólo que había que esperar un poco. Así que sí, puede que hubiera mal rollo con la generala, pero no porque no quieran mujeres, sino por la forma en que se la ha nombrado.
La segunda ofensa engañosa la protagonizó un puente medieval belga, que según las redes está siendo ignominiosa e incomprensiblemente derruido para que pasen cargueros más grandes por la esclusa. ¡No saben la de amantes del arte y expertos en arqueología que surgieron dando gritos en las redes! Lo cierto, a tenor de la prensa belga, es que el puente ya fue reconstruido tras la II Guerra Mundial y, en su mayor parte, se hizo con hormigón y ferralla, sin respetar para nada el estilo constructivo medieval. Ahora se está tirando la parte que no tiene ningún valor y recuperándose las piedras realmente históricas para volver a rehacerlo con arcos más altos y anchos, que dejen pasar gabarras más grandes, durante 2020 con fondos de la UE. Pero no importa, porque muchos ya se sintieron mejor a la hora del aperitivo tras haber clamado contra esos desalmados flamencos que se cargan su patrimonio sin ton ni son.
El tercer episodio nos lo sirvió una ofendidita y reivindicativa vicepresidenta del Parlamento Balear a costa de la recepción real en Mallorca. Resulta que la buena mujer recibió un tarjetón de invitación en el que el dress code rezaba: “Hombres, traje oscuro. Mujeres, vestido corto” y fue verlo y, en vez de preguntar, ponerse a arder de indignación. Gloria Santiago se presentó, en un arrebato contestatario, reivindicativo, feminista y puede que hasta republicano, vestida con un traje pantalón verde agua ¡casi calcado al de la Reina Sofía! Y es que la vicepresidenta, en su arranque, se presentó perfectamente vestida ya que “vestido corto” indica precisamente que no se debe ir en traje largo de gala. Eso incluye en la mujer el pantalón, claro está. Los códigos es lo que tienen que son icónicos y deben ser descifrados. Por eso un hombre no necesita ponerse un bigote pegado para entrar en su baño por mucho que haya uno en la puerta. Es sólo una indicación simbólica que suele venir muy bien para no andar metiendo la pata. Curiosamente en las fotos publicadas es un hombre, un par de puestos antes de ella, el que va incumpliendo el protocolo con un bonito traje ¡gris perla!
No todos los errantes están perdidos, ya lo dijo Tolkien. Conviene recordarlo antes de arder como una tea y extremar las precauciones con la llegada de los deep fakes o vídeos perfectamente falsificados. Y no, no tienen obligación de saber de todo. Siempre les quedará el periodismo. Ese es nuestro trabajo.