Contra la ignorancia, siempre
No hace falta ser un observador muy atento de la realidad para percatarse de que vivimos un momento de exuberancia irracional del negacionismo ante la pandemia. No tienen más que comparar las horas de debate en medios e instituciones marcado por el relato tramposo, los datos manipulados y las opiniones irresponsables de negacionistas sin otro currículo que su habilidad para rentabilizar su ridículo y los minutos que, a duras penas, logran protagonizar las evidencias, los datos presentados e interpretados con rigor y los argumentos razonados de científicos acreditados por sus conocimientos, su experiencia y su validez.
Que hayamos olvidado que de medicina o de ciencia no se opina, se sabe o no se sabe; o que todas las opiniones tienen el mismo derecho a ser expresadas pero no todas las opiniones son iguales, ni pueden o deben confrontarse como tales, lo dice todo sobre el esperpento acientífico que soportamos. La buena noticia es que, pese a semejante vendaval de superchería, la confianza en las vacunas y el deseo de ser vacunado no solo no se tambalea sino que crece y se afianza hasta alcanzar mayorías reforzadas. La duda es cuánto tiempo podremos aguantar semejante temporal de estupidez.
El negacionismo o los antivacunas se han hecho fuertes en el 'prime time'; porque dan audiencia y porque salen a precio de saldo. No existe nada más barato que llevar a un ignorante a exhibir su ignorancia en un plató. Desconozco el interés científico o médico de preguntar su opinión sobre las vacunas a Tamara Falcó o a Miguel Bosé. Pero es que tampoco alcanzo a vislumbrar el interés periodístico.
Cada uno es libre de entrevistar a quien quiera. Allá él, su conciencia y su deontología profesional. Que traten de venderme que lo hacen por mí, para que pueda formarme un criterio propio, ya es abusar. Ya lo formé hace tiempo. Se llama método científico y me lo enseñaron los excelentes profesores que me educaron en la escuela y el instituto.
Llevar a alguien a televisión a proclamar que el hombre es superior a la mujer, que una raza es superior a otra, que un virus se transmite por el 5G o que las vacunas son para controlarte no es periodismo, es ignorancia.
El negacionismo parece marcar cada vez más, aunque sea de manera inconsciente, algunas de las decisiones políticas que estamos presenciando, por ejemplo, respecto a las vacunas. La mayoría de las alertas que hemos recibido sobre ellas no soportan un mínimo análisis estadístico en su presentación, o un cálculo básico de costes y beneficios.
No hay una sola autoridad científica o académica que haya respaldado, por ejemplo, limitar el uso de AstraZeneca a los mayores de 60 años. La inmensa mayoría de la comunidad científica ha reclamado que se siga vacunando sin restricciones porque, si no lo hacemos, el virus seguirá yendo más rápido. Solo queda una razón que pueda explicar que no se siga el criterio de los científicos: parece que algunos gobiernos estuvieran más preocupados por asegurar los derechos de quienes no quieren vacunarse que los de quienes queremos hacerlo.
Es hora de encender las luces otra vez. Escuchen a los científicos y dejen que la ciencia guíe sus decisiones. Hay que estar contra la ignorancia siempre; ya lo decía don Jesús, mi tío cura.
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