Este miércoles, junto a Boris Johnson, tan despeluchado como siempre y un poco más descolocado de lo habitual por la rebelión de su propio partido, el profesor Chris Whitty, el principal asesor médico del Gobierno, hablaba con gesto muy serio, aún más que de costumbre.
Después de cinco meses sin ninguna restricción en Reino Unido y con la vacunación como única estrategia, para Boris Johnson es difícil explicar la explosión actual de casos que está empezando a abrumar el sistema sanitario y a arruinar de nuevo planes de familias y negocios y la posibilidad de una vida un poco más normal. Y aunque ya se han aprobado más restricciones contra el criterio de su propio partido, incluido el teletrabajo, las mascarillas en interiores y el pasaporte covid para los eventos más multitudinarios, Johnson se resistía en la rueda de prensa una vez más a lanzar el mensaje claro de que las personas tienen que limitar ahora los contactos sociales.
Dio igual. Porque Whitty, con el peso de los datos, sus diapositivas con gráficos que están inmediatamente disponibles para el público aquí y sus mensajes inequívocos, dejó pocas dudas sobre la situación. “Hay cosas que no sabemos, pero todas las cosas que sabemos son malas”, dijo sobre ómicron sin cambiar el tono monocorde de voz. Solo pareció agitarse un poco más al rebatir el mensaje de una médico sudafricana que se ha dedicado a ir por las teles y por los tabloides británicos sugiriendo que la variante producía casos más suaves, minimizando el riesgo para los europeos, que tienen una población mucho más envejecida y con un perfil muy diferente de contacto social e inmunidad. Whitty explicó que él mismo puede ser llamado en cualquier momento para cubrir turnos en el hospital porque la presión y la falta de personal por los contagios será insoportable en las próximas semanas.
“Me temo que tenemos que ser realistas”, dijo el día en que se batió el récord oficial de casos registrados: más de 78.000, aunque la Sanidad británica estima que la cifra real, ahora que vuelven a escasear hasta los test, pudo rondar los 300.000. Quizá el mensaje más poderoso y claro de Whitty fue que la gente “tiene que priorizar las interacciones sociales que realmente son importantes para ellos” y no asistir a otros eventos sociales más triviales. Whitty dijo que “habitualmente” en estas fechas la prioridad de las personas suele ser la familia, pero puede cambiar según los casos. “No te mezcles con gente con la que no tengas que mezclarte”, dijo. Es triste y va en contra de la alegría humana que depende a menudo de los encuentros casuales, pero más triste es no poder elegir por trabajo, por circunstancias personales o porque ya estás enfermo.
Boris Johnson a su lado, algo incómodo, llamaba a la prudencia, pero con torpeza y otras preocupaciones en la cabeza (probablemente su propia supervivencia en el puesto). Pero importó poco por la claridad y contundencia de su asesor médico.
Unos minutos después, vi la rueda de prensa de la ministra de Sanidad española, Carolina Darias. Muy sonriente, comentaba algún chascarrillo y no transmitía ninguna sensación de urgencia. Su mensaje central era que con la vacunación basta, aunque España haya empezado más tarde con las terceras dosis y vaya más despacio que muchos de sus vecinos. Era una línea muy parecida a la de Boris Johnson hasta hace unos días y contrasta con lo que dice el centro de control de enfermedades de la UE, que alerta de que solo con la vacunación no bastará ahora mismo (aunque por supuesto la vacunación es el gran factor que nos protege frente a la enfermedad más grave). La gran diferencia es que la ministra española no tenía a ningún ni ninguna Whitty a su lado. Básicamente, porque no existe nadie equivalente en el Gobierno español.
Uno de los pocos aspectos en los que acierta la oposición sobre la gestión de la pandemia es la ausencia de voces expertas que asesoren al Gobierno de manera formal. En marzo de 2020 se podía entender por la situación imprevista. En diciembre de 2021, no. Lo más parecido a Whitty podría ser Fernando Simón, pero el responsable del centro de emergencias español ha demostrado una y otra vez falta de conocimiento y cierta tozudez en defender sus errores de criterio: mal sobre las mascarillas, mal sobre las variantes y mal sobre las terceras dosis (sobre las que ha seguido mostrando reticencias pese a la acumulación de evidencias a su favor especialmente en este momento).
Una vez más, en España, las decisiones básicas para la salud dependen de las empresas, de los individuos y de algunas comunidades autónomas más responsables. En general, se han anticipado a las autoridades, pero dejarlo a la suerte de los jefes o de los amigos que te toquen en la vida genera desigualdades que ya sabemos lo mal que acaban. Ojalá tuviéramos un Whitty para guiarnos un poco. Pero ya que no lo tenemos, podemos escuchar su consejo: ahora es el momento de priorizar lo que más te importa, al menos lo que depende de ti.
Para acabar con un poco de esperanza, Whitty también dijo este jueves que espera que haya una nueva generación de vacunas polivalentes que nos protejan mejor de las variantes y de varios virus a la vez: “Cada seis meses la situación estará mejor que en los seis meses anteriores”.