Lo importante era la paz

Empecemos por dejar algunas cosas claras. La manifestación prohibida en Bilbao se había celebrado en años anteriores sin que nadie cuestionase con éxito su derecho, ni siquiera cuando los presos etarras rechazaban la legalidad de la política penitenciaria española. Hubo acercamientos de presos cuando ETA mataba, los efectuó el gobierno Aznar y también el gobierno Zapatero porque servían como un instrumento para la paz e hicieron bien. Los manifestantes de Bilbao reclaman una aplicación normal de la política penitenciaria a reclusos que ahora sí aceptan su validez y a quienes en un Estado de Derecho no se debe discriminar por motivos de oportunidad política. Defender el derecho a manifestarse no equivale a estar de acuerdo con los manifestantes, ni a situarse del lado de los asesinos. Defender el derecho a manifestarse de aquellos que no te gustan, o la libertad de expresión de quienes dicen cosas que te disgustan, constituye la esencia de la democracia. No sé ustedes, pero yo no estoy dispuesto a vivir en un país donde para ejercer mis derechos civiles primero deba acreditar pureza de sangre, o de ideas, o de sentimientos.

La pregunta pertinente es porqué ahora se ha prohibido esa convocatoria, no se aplica como ya se hizo antes la legislación penitenciaria, o se acusa de complicidad con el terrorismo a quien se inquiete por el derecho a salir a la calle a manifestarse. La respuesta es que antes lo importante era la paz. Ahora parecen contar más otros cálculos aparentemente más rentables que un fin de la violencia que se da erróneamente como amortizado. Hay presidentes y ministros tan convencidos de la derrota de ETA que les importa más el editorial de un periódico o las consignas de una manifestación. Cuando el momento necesita política inteligente, generosidad y visión, parece que se imponen la necedad, el tacticismo y la miopía.

El Partido Popular utilizó el terrorismo contra Zapatero de manera temeraria y miserable. Por intentar lo mismo que habían intentado Mayor Oreja y Aznar, negociar con ETA y acercar presos, se le acusó de traidor y de faltar a la memoria de los muertos. Ahora Mariano Rajoy y su Gobierno han caído prisioneros de ese discurso irresponsable cuando deben hacer lo que hay que hacer para acabar con esto de una vez por todas. No se puede a la vez conceder el tercer grado a presos e indignarse cuando salen de la cárcel. Resulta incompatible y hay que elegir. En lugar de asumir el coste y gobernar para todos, Mariano Rajoy ha escogido gobernar solo para una parte de quienes les votaron.

¿Para qué ha servido prohibir la manifestación celebrada el sábado en Bilbao? Para algo peor que para nada, o para convocar a más gente. Ha servido para que hoy estemos peor. Para que los dirigentes abertzales puedan seguir usando a los presos como causa y elemento de control y movilización de los suyos. Para que el PNV se haya visto empujado por el miedo a ceder terreno ante su competidor por el voto nacionalista. Para que el Partido Popular se enrede aún más en la contradicción entre aquello que debe decir para contentar a su entorno más radical y aquello que debe decidir como gobierno responsable.

ETA ha sido derrotada y no ha conseguido ni uno solo de sus objetivos. Ha costado mucho dolor y sacrificio. Seguir conectando todo cuanto sucede en Euskadi con una supuesta victoria del terrorismo no es un error. Representa un acto de mala fe. La política no puede deshacer el daño y la pérdida causados a las víctimas. Pero debe intentar asegurar que no haya más víctimas. Un gobernante a quien le importe la paz debería preocuparse de que así sea y saber explicarlo, no de prolongar tanto sufrimiento inútil por un puñado de votos.