Entiendo el rechazo de la derecha e incluso parte de la izquierda contra la amnistía a los independentistas catalanes. Como repiten una y otra vez sus detractores, supondrá la impunidad para los responsables del procés, que se vayan de rositas después de la que liaron. Les va a salir gratis, vaya.
Deberían pagar por lo que hicieron, claro que sí. Con cárcel en el caso de sus máximos responsables. No digo que perpetua, pero que se pasaran tres o cuatro años entre rejas sería lo justo. Y que cuando salieran, quedasen inhabilitados políticamente unos cuantos años más, que no pudieran ejercer ningún cargo público ni presentarse a elecciones. Que fueran embargados sus bienes por el Tribunal de Cuentas. Y otros cientos de implicados con menos responsabilidad política, ya sean funcionarios o cargos intermedios, además de ciudadanos que hayan causado altercados, deberían ser procesados, detenidos, encarcelados preventivamente en algunos casos, sometidos a largos (y costosos) procesos judiciales, condenados (aunque sea a penas menores: que no pisen la cárcel pero tengan antecedentes), multados o sancionados administrativamente.
Así no se irían de rositas, pagarían un precio por lo que hicieron, ¿verdad? Díganme los detractores de la amnistía: ¿estarían conformes si se cumpliera el párrafo anterior, les parecería suficiente castigo? Porque eso es exactamente lo que ha pasado ya. Todo el párrafo anterior ya se cumplió. Hubo nueve líderes independentistas que se comieron más de tres años de cárcel (tres años y ocho meses en el caso de Oriol Junqueras o los 'Jordis'). Hay dirigentes políticos que siguen inhabilitados incluso después de los indultos, que no pueden participar en la vida política catalana desde hace cinco años. Ha habido embargos de bienes. Tres presidentes consecutivos (Mas, Puigdemont y Torra) han sido perseguidos judicialmente. Uno de ellos fue inhabilitado y obligado a dejar el cargo por no retirar unos lazos amarillos. Ha habido además varios cientos de independentistas procesados, lo que supone un coste económico y personal incluso si acaban absueltos; y una parte de ellos ha sido condenada, tiene antecedentes penales, ha tenido que afrontar multas o sanciones administrativas.
Según calculó Òmnium Cultural, al menos 1.432 personas se beneficiarían de la amnistía: 113 condenados penalmente, 17 pendientes de sentencia, 387 con causa penal abierta, 880 sancionados administrativamente y 35 pendientes del Tribunal de Cuentas. Otros independentistas hablan de 3.000 o hasta 4.000 casos, pero al menos de esos 1.432 no podemos decir que se hayan ido muy de rositas. Luego está el caso de Puigdemont y otros fugados. Han evitado la acción de la justicia, en efecto, pero al precio de no poder volver a tu tierra desde hace seis años. Pueden llamarlo “exilio dorado”, como hace la derecha mediática, pero yo no querría estar en su lugar, y aunque sea de manera informal supone pagar un precio por sus acciones.
Habrá quien siga pensando que no es suficiente castigo, quien querría más cárcel, más procesos, más condenas, más multas, más inhabilitaciones, más persecución a los fugados. Pero no se puede decir que vaya a haber impunidad ni que se hayan ido de rositas. Al contrario, algunos pensamos que el Estado de Derecho ha sido demasiado severo penal y administrativamente tratándose de actuaciones estrictamente políticas (por mucho que algunos evoquen ahora el terrorismo). En modo alguno ha sido permisivo ni blando. Y la amnistía no va a devolver los años pasados en prisión (insisto: entre tres y cuatro años encarcelados por hechos no violentos), ni las condenas leves ya cumplidas o los largos y costosos procesos judiciales sufridos por otros. Díganles a todos ellos que se han ido de rositas.
En la escasa pedagogía que el PSOE ha hecho de la ley de amnistía, ha faltado contar esto que habría desactivado en parte el discurso de la derecha: que de impunidad nada, que los independentistas ya han pagado un precio por lo que hicieron, y que la amnistía permitirá que ese precio no sea todavía más desproporcionado para unos hechos políticos que nunca debieron tener otra respuesta que la política.