La inmoralidad armada de Vox
La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valoración del mundo de las cosas
Cada año, Soria o Lloret de Mar o Rentería se quedan vacíos y sus habitantes desaparecen acribillados a balazos en Estados Unidos. Todos los habitantes de Logroño resultan heridos de bala en un año en aquel país. Ese es el volumen del drama de una nación en la que circulan libremente las armas, en muchos estados ni existe legislación sobre ellas, y en el que hay 90 por cada 100 habitantes. El atroz tiroteo en una escuela vuelve a poner sobre la mesa el grave problema que este país no comparte con ninguno del resto de los países ricos de la tierra y, lo que es peor, delata las presiones para ponerle remedio.
El estremecimiento por esos niños y sus profesoras asesinados fríamente por un joven de 18 años se ha convertido en materia política cuando la vicepresidenta Calviño se lo ha esgrimido a Espinosa de los Monteros como ejemplo de la inmoralidad de la formación que también, les dijo, mantienen en economía. Los voxeros han rugido, aunque la propuesta de Abascal de hace tres años fue una muestra más de que copiar al pie de la letra las hojas de ruta de los trumpistas y de Bannon afortunadamente no funciona en nuestro país. En aquella ocasión, Santiago Abascal, que posee licencia B para arma corta que obtuvo como amenazado por ETA, habló de la necesidad de “cambiar radicalmente y de forma urgente la ley para que los españoles de bien puedan tener un arma en su casa y usarla como autodefensa” a la vez que elogió la ley italiana que “permite disparar contra un ladrón”. Fue en plena campaña electoral y los ultraderechistas ya se dieron cuenta de que ese punto del programa de Bannon no les iba a funcionar aquí, al menos de momento.
Aun así, de vez en cuando, lo intentan. Muestran cómo intentan calcar movimientos como el norteamericano, sin que les importe que éste choque frontalmente con el componente ultraortodoxo católico que riega su formación. Ese que les hace estar en comunión con el líder polaco. Olvidan los voxeros que la vida humana tiene un valor incalculable y que, por tanto, se sitúa por encima del valor de cualquier objeto o propiedad que te quieran robar. Por ese motivo la ley española no permite matar ni herir para defender la propiedad y sólo se considera legítima defensa si existe una amenaza para la vida propia y si su uso es proporcional a la amenaza. Lo que Vox proponía es que españoles armados pudieran poner su reloj, su coche o su vivienda como un bien superior a la vida del agresor. Eso que ellos llaman “ideología progre” y porque les escalda reconocer que se trata de derechos humanos. Vox no respeta los derechos humanos básicos. El derecho a la vida para ellos cobra un sesgo coercitivo para prohibir a las mujeres disponer sobre su maternidad o a las personas decidir no seguir viviendo en condiciones indignas o de supremo sufrimiento pero en lo demás, las vidas no valen que te afanen un peluco, en ese caso, disparo porque cualquier objeto propiedad de un “español de bien” está por encima de la vida de un asqueroso delincuente. Ese es el peligro de su discurso, su doble moral, su rasero inconstitucional. La amenaza futura es ser considerado por ellos “español del mal” porque en ese momento carecerás de derechos y todo valdrá contra ti.
Esa misma ambivalencia y falta de moralidad que muestra la chula Olona cuando grita en el Congreso refiriéndose al expediente para investigar su falso empadronamiento: “a mí no, a los 30.000 inmigrantes ilegales que están empadronados en Andalucía con tarjetas sanitarias que pagan los andaluces”. A ella, no, ella es una “española de bien” y ni la ley administrativa le atañe. A los que valen menos que ella, a esos, aplíqueseles no ya la ley sino el ajuste de cuentas, a pesar de que la vida humana es intrínsecamente igual de valiosa, señora diputada. Usted, católica encendida, que ve cruces diabólicas en cualquier esquina iluminada, debiera actuar convencida de que todos hemos sido hechos iguales a imagen y semejanza de ese Dios en el que dice creer y por el que está dispuesta a llevar a la gentuza a los tribunales.
Es la misma interpretación de la caridad cristiana que seguro practica García-Gallardo, de misa dominical, cuando le espeta a una diputada con discapacidad: “la voy a tratar como si fuera una persona como todas las demás” y, tras el repugnante exabrupto, esa nueva referencia a la ideología de la izquierda, como si un buen cristiano, un cristiano de bien, pudiera referirse así a otro hijo de Dios. Patinan en su doble moral. Aborto, no, como la Iglesia. Matrimonio igualitario, no, como la Iglesia y se dedican a poner querellas por un belén erótico o a tener a su hidra “Abogados Cristianos” ejerciendo la querulancia para censurar a todo el que se ponga por delante. Por eso rabian contra el Papa Francisco, porque toda la gran parte de la doctrina social de la Iglesia que comparte los derechos fundamentales de los seres humanos les resbala.
Aunque les parezca extraño es bueno argumentar desde esta otra perspectiva cómo Vox se sale de cualquier sistema ético y moral -laico o religioso- para establecer una línea ideológica, calcada además de otros países, en las que se embauca al elector para propugnar un sistema de control social y una falta de valores humanos que es contraria a las convicciones que la mayor parte de la sociedad española posee, incluso de aquella que les vota. Por eso hay que hacer ver las implicaciones que tienen sus frases chuletas, sus soluciones a problemas que no existen, sus desplantes y sus intolerancias, para que las gentes empiecen a identificar su verdadera catadura moral.
Cuando un energúmeno de estos grite: “los delincuentes tienen derechos y el pobre ciudadano que es robado o agredido no los tiene”, traduzcamos esto a un dilema moral: ¿es más valioso mi coche que la vida del delincuente? ¿debemos tomarnos todos la justicia por nuestra mano? ¿aplicamos la ley del Talión? Porque esas son las propuestas “novedosas” de estas “gentes de bien” y conviene que sean desenmascaradas.
Vox, además de otras muchas cosas, es profundamente inmoral.
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