Insultos a falta de argumentos
Está Al Capone, que fue el jefe de la mafia más poderosa de Chicago. Está el colombiano Pablo Escobar. Está Lucky Luciano, a quien se le atribuye la organización de las Cinco Familias de la Cosa Nostra. Y está Vito Genovese, un napolitano entusiasta del fascismo de Mussolini. Los nombres de todos ellos, y alguno más, aparecen siempre en la lista de los mafiosos más conocidos de la Historia. Hasta ahora no estaba incluido el de Pedro Sánchez, pero en su disparatada escalada verbal Isabel Díaz Ayuso acaba de elevar al presidente del Gobierno a la categoría de gánster, que es lo mismo que llamarle criminal, malhechor o delincuente.
Ahí lo tienen. De los creadores del “que te vote Txapote” y del “pa´lante”, llega una nueva entrega de la presidenta de la Comunidad de Madrid para llamar matón a Sánchez mientras su bancada aplaude hasta que les sangran las palmas de las manos. Los suyos la jalean a la espera de la siguiente burrada y en las redes sociales se multiplican las cuentas de los valientes que, bajo el anonimato, salen en tromba contra cualquiera que ose llamar la atención sobre la escalada verbal o las formas de la presidenta madrileña. No digamos ya de quien echa mano de la hemeroteca, los datos o el calendario para contextualizar qué hay detrás de la causa abierta por el Supremo contra el Fiscal General del Estado anunciada con antelación por el jefe de gabinete de Ayuso.
Mencionar hoy el nombre de Alberto González Amador –porque todo tiene que ver con este particular/comisionista, con su pelotazo con la venta de mascarillas durante la pandemia, con sus facturas falsas y con sus dos delitos fiscales reconocidos por su defensa– es arriesgarse a que el primer indigente intelectual y moral que vomita bilis por las redes sociales -alguno en nómina de Sol o de sus terminales mediáticas- le tache a uno de vendido, pelota, chupapollas, ramera o hijo de puta. Así son los porristas de Ayuso. Siempre tan exquisitos. Siempre tan educados. Y siempre con un argumento muy elaborado con el que rebatir cualquier opinión e incluso hechos incontestables.
Cuando Ayuso y sus mariachis hablan de mafia lo hacen con conocimiento de causa. O porque les han contado cuáles son los métodos utilizados o porque saben que los procedimientos que siguen sus acólitos son exactamente los de los capos, uno de ellos es usar la violencia -aunque sea verbal-, la amenaza y la intimidación para tratar de infundir respeto y para callar bocas. Lo de repartir pasta entre sus voceros da para un capítulo de recordatorio sobre algunas certezas judiciales porque ese afán por situar en nómina de Sánchez a quien le lleva la contraria y a toda su parentela es precisamente lo que demostraron los tribunales que hacía el PP con algunos de sus amanuenses, como dejaron constancia los papeles de Bárcenas: tres sobres a nombre de un periodista recompensado más tarde con un cargo público anotados en la contabilidad B mientras ejercía de cronista parlamentario en un diario de tirada nacional y dinero negro que salió de la calle Génova para financiar la ampliación de capital de un periódico digital en la órbita de la derecha.
Han visto tantas películas y han emulado tanto a sus protagonistas que es doblar cualquier esquina y ven encapuchados por todas partes. Tienen tanta carencia de razones o pruebas sólidas para sustentar sus afirmaciones o negaciones que lo fácil es recurrir a la agresión verbal, la descalificación o la ofensa. Y cuando a uno se le agotan los argumentos y procede a encadenar insultos, como hacen Ayuso y sus secuaces, lo que subyace no es otra cosa más que una desesperada actuación con la que desviar la atención de un asunto indefendible. En este caso, que lo nuclear de todo el asunto que ha puesto en jaque a la Fiscalía General del Estado es que desde la Puerta del Sol se manipuló un documento para difundir una falsa noticia sobre el acuerdo de conformidad que el comisionista González Amador planteó a la Fiscalía para evitar entrar en prisión por los delitos fiscales que su defensa reconoció ante la Fiscalía.
P.D. Las mentiras nunca generan verdad por mucha apariencia que se pretenda dar a través de noticias, sin contrastar, publicadas por la prensa amiga o repetidas mil veces por los mismos de siempre.
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