En la política, también en la concertación social, no son infrecuentes los acuerdos que tienen como principal objetivo legitimar a sus firmantes. Dicho de otra manera, el medio se convierte en un fin en sí mismo y el acuerdo sirve para poner en valor a sus protagonistas. En ocasiones el hábito si hace al monje –en contra de lo que dice el refranero popular– y sobre todo la función al órgano.
No parece que estemos ante este tipo de pacto. El acuerdo alcanzado entre el gobierno español y la Galaxia de Unidos Podemos para los Presupuestos Generales del Estado del 2019 contiene mucha chicha, sus contenidos son ambiciosos y sus enunciados incluyen compromisos que, si se cumplen, tienen una gran potencialidad en el terreno social y democrático.
En general, los medios tienen tendencia a destacar todo aquello que se pueda cuantificar y quepa en un titular. Y en este caso, la subida en 2019 del Salario Mínimo Interprofesional hasta 900€ (por doce pagas) se lleva la palma. No es para menos. Se trata de una medida que se sitúa en la senda de dignificación de los salarios más bajos, largamente reivindicada por los sindicatos que ven así cómo se refuerza su objetivo de llegar a los 1000€ (por catorce pagas) en el año 2020. Es una medida que puede dinamizar la negociación colectiva y que va a obligar a elevar las base mínimas de cotización a la Seguridad Social con el consiguiente aumento de sus ingresos contributivos, una de las medidas imprescindibles para hacer que el sistema sea sostenible social y económicamente.
Entre las muchas medidas de aplicación directa, si se aprueban los PGE 2019, aparecen compromisos que tienen la gran virtud de potenciar la acción de otros agentes públicos y sociales. La ampliación de las competencias de las administraciones locales para que puedan intervenir en la limitación de la subida de los alquileres, además de disponer de más margen para inversiones sociales es una buena noticia para los ayuntamientos, en muchas ocasiones atrapados entre el drama social de sus ciudadanos y la imposibilidad de actuar.
Muy significativos me parecen los compromisos para revertir, aunque sea parcialmente, la Reforma Laboral de PP y CIU del 2012, en terrenos como el reforzamiento de la negociación colectiva, la lucha contra los falsos autónomos y la precariedad canalizada a través de la cadena de subcontrataciones. Sin olvidar las medidas comprometidas para impedir las prolongaciones fraudulentas de jornada en los contratos a tiempo parcial y las horas extras no declaradas.
En resumen, se trata de un acuerdo muy ambicioso en el terreno social. Su contenido, ya de por si valioso, no debiera pero tapar los muchos intangibles que su firma aporta a la política y la sociedad española, porque estos intangibles también comportan una fuerte discontinuidad en relación al pasado.
De entrada, supone un punto de inflexión significativo en las políticas llevadas a cabo desde el inicio de la Gran Recesión. Son una enmienda a la totalidad a las políticas aprobadas durante la mayoría absoluta del PP. En este sentido apuntan a la existencia de alternativas políticas al hasta ahora “único camino” de la mal llamada austeridad.
El pacto, aunque se presenta como un acuerdo presupuestario es más bien un pacto de legislatura. De lo que queda de legislatura. Algunos de sus contenidos dependen de que se aprueben los presupuestos del 2019, pero otros tienen vida propia, son reformas legislativas que van más allá de los presupuestos y no dependen de su aprobación.
El acuerdo significa recuperar el valor del diálogo, de la negociación y el acuerdo como elemento sustancial de la democracia. Durante años y aún hoy se ha instalado en el imaginario colectivo una visión restrictiva de la democracia, limitada al hecho de votar y contarse. Que ha ido acompañada de la mala fama que en algunos sectores, a babor y a estribor, tiene la cultura de los pactos y los consensos y la mistificación del conflicto por el conflicto. Obviando que, si bien la vida avanza a base de conflictos, cuando la conflictividad no consigue canalizarse hacia acuerdos deviene en esterilidad.
Este pacto parece indicar que las izquierdas han entendido la necesidad vital de entenderse si se quieren hacer viables políticas progresistas y procesos de transformación social. Que ya ningún partido ni en España ni en ningún otro país va a poder gobernar las instituciones sin acuerdos amplios. Y que es perfectamente posible mantener la identidad de cada fuerza política al tiempo que se coopera. La competitividad cooperadora debiera ser la divisa de las izquierdas.
Este acuerdo comporta asumir que la política son principios, valores, proyectos, pero también capacidad de renuncia, imprescindible para poder pactar.
Con el pacto firmado se da un paso más en la dirección de recuperar el eje izquierda derecha como elemento vertebrador del debate político y las políticas. No es una condición suficiente pero si imprescindible para impedir que los debates identitarios continúen actuando como bosques de eucaliptus que ocupan todo el terreno de los debates sociales y políticos, absorben todos los nutrientes que aporta la sociedad y desecan el terreno del conflicto social. En este sentido el acuerdo puede contribuir a un cambio de escenario.
Por último el pacto permite entrar –mejor sería decir recuperar– la política de la cotidianeidad, en las micropolíticas, la política de las cosas pequeñas en el terreno de los discursos, pero grandes e imprescindibles en relación a la vida de las personas.
Con este acuerdo, los tiempos de las grandes soluciones únicas, totales y simplistas ceden el relevo al tiempo de las respuestas parciales, limitadas, complejas y de difícil concreción. La independencia o el asalto a los cielos como grandes soluciones han cedido paso a la política en mayúscula, la modesta política de las personas.
Este pacto entre Gobierno y Unidos Podemos emplaza al resto de fuerzas políticas que dieron apoyo a la moción de censura y el cambio de gobierno, muy especialmente a ERC y PDeCAT, a pronunciarse sobre el mismo. Pronto tendremos la oportunidad de saber quién quiere que las cosas cambien en beneficio de las personas y quién prefiere que todo continúe empantanado y bloqueado.