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Los intelectuales españoles ante el dilema del euro

Antonio Estella

El análisis de las encuestas más recientes sobre la opinión de los españoles ante una eventual salida de España del euro permite realizar alguna que otra reflexión interesante. Por ejemplo, la encuesta de Metroscopia de Septiembre de 2012, pregunta expresamente sobre esta cuestión a los españoles. De acuerdo con Metroscopia, el 70% de los encuestados preferiría quedarse en el euro, mientras que el 21% optaría por volver a la peseta. Las respuestas son más o menos las mismas en las oleadas de Junio, Julio y Agosto del mismo año.

Otra encuesta, esta vez del Instituto DYM para el diario ABC, de abril de 2012, arroja algo más de luz sobre esta cuestión. De acuerdo con DYM, la salida de España del euro sería negativa para un 54% de los españoles, y positiva para un 33%. Sin embargo, curiosamente, cuando a la gente se le pregunta sobre si el euro ha sido buen o malo para la economía española, casi un 60% responde que ha sido algo negativo, mientras que algo menos de un 40% responde que ha sido algo positivo.

Una tercera encuesta, esta vez internacional, es la del Marshall Fund (Transatlantic Trends, 2012). También se pregunta, como hace DYM, por una eventual salida de España del euro, y por la impresión que los españoles tienen sobre los efectos económicos de la moneda única. Y al igual que con la encuesta de DYM, los resultados son sorprendentes: mientas que la mayor parte de la gente opta por nuestra permanencia en el euro, el 57% de los españoles dice que la pertenencia al euro ha sido negativa para España.

La cuestión es como explicamos la aparente contradicción que reflejan todas estas encuestas, sobre todo las dos últimas, puesto que la gente parece, por un lado, poco proclive a la vuelta a la peseta, pero por otro, parece echarle la culpa de nuestra actual situación económica al euro. Las dos cosas a la vez son contradictorias, en el sentido de que, si la gente piensa que el euro es malo para España, lo lógico sería que estuviera a favor de la salida de España de la moneda única. Cabe una primera interpretación para resolver este dilema, y es que la gente piense que con la peseta estaríamos todavía peor que con el euro. Sin embargo, las encuestas que hemos visto no preguntan sobre este punto, por lo que en ausencia de datos adicionales creo que es difícil justificar esta interpretación.

Una interpretación alternativa (la que a mí me parece más razonable, a la vista de los datos de encuesta que tenemos) es que la contradicción a la que me refiero refleja, en realidad, que la gente no sabe qué pensar sobre esta cuestión. Al ser una cuestión tan técnica, sobre la que apenas hay debate público en nuestro país, la gente no tiene una posición clara, lo que explica que los españoles puedan pensar al mismo tiempo que el euro ha sido malo y que no quieren salirse de él. La gente necesitaría señales adicionales para que esta contradicción se resolviera, y pasara a pensar o bien que el euro no ha sido tan malo, y por tanto, que debemos permanecer en él; o alternativamente, que el euro ha sido malo, y tenemos que salirnos de él.

Siendo esto así, la pregunta es de donde podrían provenir las señales para que la gente se aclarara con este tema. De los políticos no pueden venir, puesto que la gente, en el momento actual, y ya desde hace algún tiempo, directamente no confía en ellos, y ni siquiera escucha lo que dicen. La única opción razonable es que dichas señales provengan de los intelectuales (dicho en el sentido más laxo de la palabra intelectual). La gente sí que parece estar más dispuesta a prestarle atención a lo que dicen los intelectuales. Valga como ejemplo el revulsivo que el libro de Hessel, Indignaos, supuso para la configuración del movimiento 15-M en España, y en general, para que las protestas sociales tomaran cuerpo en nuestro país.

Es crucial entender, por tanto, cual es la postura que los intelectuales están tomando sobre este tema. Hasta la fecha, lo que podemos concluir es que también ellos están relativamente indecisos sobre la cuestión. Pero, al mismo tiempo, se está estableciendo una especie de línea divisoria entre aquellos que viven en España y aquellos que viven fuera de España. Los que viven fuera estarían más bien a favor de que España permaneciera en el euro, y los que viven dentro, de que España se planteara la salida de la moneda única. Es, además, muy curioso constatar cómo los intelectuales “de fuera” asumen, con carácter general, la narrativa de que “España tiene que purgar sus pecados”, mientras que los “de dentro” comparten más bien la narrativa del “reparto de responsabilidades” entre el sur y el norte de Europa. De ir tomando cuerpo, ¿qué explicaría esta diferente toma de posición? Sin duda, la distancia, no vivir en España, y no estar experimentando de primera mano qué es lo que está pasando en el país, pueden influir. Pero quizá haya algo más que eso, que tenga que ver con la particular trayectoria profesional de todos aquellos que en su momento salieron de España.

En cualquier caso, la toma de postura del mundo intelectual será importante para que la sociedad pueda clarificarse algo más sobre la decisiva cuestión de nuestra futura permanencia o salida de la moneda única europea.

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