La portada de mañana
Acceder
16 grandes ciudades no están en el sistema VioGén
El Gobierno estudia excluir a los ultraderechistas de la acusación popular
OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

La internacional soberanista de Marion Maréchal Le Pen

Las guerras culturales de la extrema derecha tienen como objetivo fundamental establecer un nuevo marco hegemónico cultural que sirva para la creación de un nuevo sentido común que permita la creación de nuevas políticas. Pero además, tienen como daño colateral la creación de una nebulosa que no permite discernir la profundidad de los riesgos y peligros que subyacen bajo esa estrategia.

Una de esas señales de alerta que pasan desapercibidas es la alianza de Marion Maréchal Le Pen con Vox a través de Kiko Méndez Monasterio y Gabriel Ariza para instaurar una sede en Madrid del Instituto de Ciencias Sociales, Económicas y Políticas (ISSEP-Lyon), que tiene como objetivo fundamental una estrategia de fondo muy ambiciosa y peligrosa mientras en España nos perdemos en debates interesados que solo buscan marcar la agenda. La sobrina de Le Pen busca establecer una tercera vía para solucionar el problema de la extrema derecha para encontrar una unidad de acción en Europa.

Su intención es establecer un programa común que cree una ideología coherente y consolidada que mueva el marco conservador hacia sus postulados y establecer así en la derecha europea su marco ideológico como el predominante. Maréchal Le Pen busca equilibrar las visiones ultraliberales y proteccionistas de muchos de los actores en liza en el heterogéneo panorama posfascista europeo para aniquilar a los actuales conservadores y liberales y sustituirlos como hegemónicos en el ideario reaccionario.

Las diferencias entre los diferentes grupos de extrema derecha fracasó en las anteriores elecciones europeas precisamente por la diferencia de pareceres de formaciones con un ideario ultranacionalista y nativista que encuentra muchas dificultades para encontrar puntos de encuentro que respeten sus soberanías de forma integral. En la actualidad los partidos de extrema derecha se encuentran diseminados en varios grupos, sirva de ejemplo que ni siquiera dos partidos de ideología radical de Holanda como el Foro por la Democracia (FvD) y el Partido de la Libertad (PVV) comparten formación en Europa.

Matteo Salvini fracasó en su intento de asaltar las instituciones europeas en las pasadas elecciones y la ausencia de un resultado que les diera mayoría fragmentó la unidad de acción consolidando sus diferencias a la hora de adscribirse a los diferentes grupos parlamentarios europeos. En el Grupo de las Naciones y de las Libertades (ENF) se encuentran Matteo Salvini, Marine Le Pen y Geert Wilders y en el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) se encuentran JarosÅ‚aw KaczyÅ„ski, Thierry Baudet o Santiago Abascal. Esta incapacidad para poner por delante los puntos de encuentro marcó de forma concreta las por ahora insalvables diferencias ultranacionalistas entre los distintos partidos posfascistas del continente.

Es en esa quiebra donde aparece Marion Maréchal con su proyecto metapolítico del ISSEP en la búsqueda de una tercera vía posfascista que limite los desencuentros actuales entre los nacionalpopulistas del sur de Europa y los del grupo de Visegrado. En resumen, la creación de una internacional federada de la extrema derecha que respete las soberanías y las especificidades propias de cada país.

En esa misma línea se produjo el encuentro en Roma de la Conferencia Nacional del Conservadurismo a la que asistió Santiago Abascal y en la que Marione Maréchal Le Pen tuvo un peso importante, al igual que en la anteriormente celebrada en Washington. En su intervención, Maréchal Le Pen afirmó de forma evidente sus intenciones: “Nosotros necesitamos una nueva coalición de poderes, una nueva correlación. Imagino una nueva alianza latina que podría caminar junto con los países de Visegrado”.

Es en esa idea de la sobrina de Marine Le Pen donde incardina Vox. La bisagra idónea para vincular ambos grupos. El partido de Santiago Abascal pertenece en Europa al grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) en el que se encuentran los polacos de Ley y Justicia que son, junto a Viktor Orban, la formación más importante del grupo de Visegrado. El pensamiento tradicionalista cristiano de los posfascistas españoles encaja perfectamente con el que se siembra en el este de Europa, muy preocupados por la herencia cristiana de Europa y con la obsesión antifeminista y contra los colectivos LGTBI en un pensamiento muy ligado al integrismo católico.

Un ideario que entronca con el de Marion Maréchal, mucho más preocupada por estas cuestiones que su tía. El hecho de que Vox sea el único partido del sur de Europa del ámbito de la extrema derecha con un corpus ideológico próximo a los partido del grupo de Visegrado lo hace el interlocutor ideal para construir los cimientos necesarios para la alianza integradora anhelada por Maréchal Le Pen.

Marion Maréchal está estrechamente vinculada al pensamiento de la Nueva Derecha francesa basado en las guerras culturales y vehiculado a través de las ideas del marxista Antonio Gramsci. El gramscismo de derechas se ha venido a llamar, y es en el que intentan iniciarse en España el partido de Abascal, con fortuna en ocasiones y de manera torpe en muchas otras. Marion Maréchal no hace más que continuar el camino iniciado por Alain de Benoist y el Grupo de Investigación y Estudios para la Civilización Europea (GRECE) y al que dio su complacencia el ideólogo Alexander Dugin creador de “La cuarta teoría” y que bebe de los protofascistas Julius Evola o René Guenon.

Un pensamiento muy elaborado y con unas estructuras ideológicas muy bien armadas. Esa ideología está buscando instaurarse en Europa, ensayando, probando y equivocándose muchas veces, acertando muchas otras. Pero insistiendo. Despreciar con soberbia la capacidad que un pensamiento de este calado tiene para introducirse en nuestro espectro político, su inmensa y rica cultura política, y su gran espectro de pensadores de gran talla intelectual es la mayor irresponsabilidad que el pensamiento progresista ha cometido en lo que llevamos de siglo.