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Invitación al desborde

Diego Pacheco

Miembro del consejo ciudadano de Podemos en la Comunidad de Madrid —

“Desborde es la nueva palabra de moda”. Me lo decía una amiga mientras discutíamos sobre confluencia y unidad popular, en medio de la celebración por la entrada del cambio en Madrid y muchos otros ayuntamientos del estado. Y es cierto. Esa idea de desborde sobrevuela y protagoniza los muchos debates, artículos o manifiestos que se han sucedido desde las elecciones municipales.

Pensaba en esto cuando tras leer el manifiesto Abriendo Podemos, que publicaban recientemente algunos compañeros, recordaba uno de los primeros artículos que se escribieron tras la primera presentación de Podemos en el Teatro del Barrio y donde, el ahora dirigente, Pablo Bustinduy dió con la que creo sigue siendo la clave:

La única posibilidad de que Podemos sirva para algo es que se multiplique lo que ha estado pasando en sus primeros días de vida: que se desborden todos los cauces previstos, que se dé lugar a un proceso democrático y masivo al que, como pasó en 2011, cada vez más gente se sienta apegada, que cada vez más gente reconozca como un lugar de cualquiera en el que está realmente todo por hacer. (...) Si el proyecto se presenta en clave representativa, presuponiendo la homogeneidad y la unidad del cuerpo al que tiene que encabezar, anulará sus propias condiciones de posibilidad y se quedará en un intento electoral más o menos frustrado.

Quizá ahora solo cambiaría el final por “un intento electoral más o menos exitoso” pero sirve igualmente para recordar que la aspiración fundacional de Podemos era otra: ganar y cambiarlo todo. Y, sinceramente, creo que la idea de fondo del artículo no está muy lejos de la del manifiesto que tanta polémica ha generado ahora en los titulares y en los muros de Facebook.

Frente al debate abierto, lo primero que hay que hacer es reconocer que por supuesto que Podemos es ahora una máquina mucho más engrasada que entonces, con implantación territorial, una estructura definida y la capacidad de responder de manera más rápida y eficiente a alguno de los retos que se nos plantean. Creo que ninguno de los debates que pretendan construir en serio pueden partir, por tanto, de una impugnación a la totalidad del proyecto o de la estrategia decidida en Vistalegre. Pero precisamente por eso me resulta igualmente absurdo que desde determinados espacios del partido se defiendan, como gato panza arriba, ante el manifiesto de Abriendo o algunas otras aportaciones al debate como si todas las críticas fueran una impugnación del proyecto o de la estrategia, como si toda duda fuese traición.

Soy de la opinión de que entre la mayoría de las personas que nos ilusionamos con Podemos podría haber un consenso sobre que no se trata de volver a generar ahora un nuevo espacio donde todo esté, de nuevo, por hacer. Aunque, en todo caso, quizá algunos sí pensemos que habría que trazar estrategias para recuperar esa sensación de que Podemos puede ser el lugar de cualquiera y el lugar donde cualquiera puede hacer su parte. Y para eso es esencial no analizar lo vivido en los últimos meses y lo ocurrido en las últimas elecciones buscando la victoria o la derrota de unas tesis frente a otras, sino analizar los aciertos y errores que se han producido en todos los campos, y preguntarnos qué podemos aprender de ello para llegar en las mejores condiciones posibles a noviembre.

Está claro que, según donde pongas el foco, los resultados de las elecciones dicen una cosa u otra. Tan verdad es que Podemos ha superado en la mayoría de sitios a las diferentes candidaturas ciudadanas como que mientras éstas se han conseguido imponer como 1ª o 2ª fuerza en varias de las grandes ciudades, Podemos no ha pasado del tercer puesto en ninguna Comunidad Autónoma. Pero no se trata sólo de un análisis estadístico. Las candidaturas ciudadanas, allí donde han sido realmente plurales y construidas colectivamente, han conseguido ilusionar –recordándonos a lo vivido en las europeas– con un proyecto, a la postre, ganador y han planteado una campaña donde la gente ha desbordado los cauces previstos y los pequeños aparatos de reciente creación. Llámense mareas, en común, ahora o sí se puede… Y con independencia de si buscamos las razones en los liderazgos o en la acumulación de fuerzas que esos liderazgos catalizan. No importa tanto. Lo importante es que el 13 de junio se constituía, junto con los ayuntamientos, un nuevo hito en el proceso del cambio y, pese a la importancia de la entrada de decenas de activistas en los parlamentos autonómicos, las elecciones que nos habíamos marcado como primera vuelta de las generales se han visto desplazadas a un papel secundario.

En el debate abierto para las generales tengo más dudas que certezas. Al menos más allá de la certeza de la necesidad de debate y de la importancia de que éste no se circunscriba a una discusión cupular. Sinceramente, creo que Podemos sigue siendo la mejor herramienta para conseguir el cambio en las elecciones generales pero también, que tiene que demostrar “flexibilidad y capacidad de innovación” para intentar aglutinar a todos esos sectores que dentro de Podemos y fuera de él, dentro de los partidos y fuera de ellos, han ayudado a construir esta ventana de oportunidad que posibilita el cambio político en Noviembre. Nada nos alejaría más del objetivo real de cambio que atrincherarnos en patrias de partido y hacer bandera de modelos que, aunque han marcado significativos avances respecto a lo que había, tienen aún que mejorar mucho más.

En ese contexto el probable nuevo reglamento de primarias va a ser de una importancia extrema. Más allá de discusiones sobre el nombre, la voluntad de ser, o no, una herramienta para todos –participen o no en Podemos– se verá si hay cambios en tres aspectos esenciales: ponderación de listas, circunscripciones provinciales y modificaciones en el censo. Por un lado, tenemos que olvidarnos ya del sistema mayoritario de listas planchas y establecer una ponderación del voto que facilite, y no penalice, la pluralidad como se hizo en Ahora Madrid, Marea Atlántica y otras experiencias recientes. De lo contrario, toda integración tendría que pasar por negociaciones de despacho que obligarían a todos los actores a disolverse en la lista mayoritaria. En segundo lugar, hay que establecer una circunscripción provincial que ayude a construir las listas de abajo a arriba, facilitando la integración de los proyectos locales (Partidos no estatales, CUP, movimientos sociales, etc..). Y, por último, es importante seguir avanzando en la ampliación de garantías del proceso, reforzando las entidades verificadoras, estableciendo una junta electoral independiente de Podemos y poniendo los recursos necesarios para evitar los pocos –pero sonados– casos de supuesto fraude vivido hasta ahora.

La mano abierta a todo el mundo, tenga el carnet que tenga, no se va a visualizar en declaraciones públicas sino en los pasos que demos en las próximas semanas. Si los damos con voluntad de abrir o de cerrar. Si lo hacemos como una invitación al desborde o con la intención de mantener el control. Aunque noviembre parezca que es ya –y el adelanto electoral no esté del todo descartado– aún nos queda mucho que recorrer. Decía Subirats en un frase que luego han recuperado alguno de los fundadores de Podemos que entre dónde estamos y dónde queremos llegar hay oscuridad y tenemos que elegir entre explorar o esperar a que otros nos hagan los mapas. Podemos fue una apuesta por explorar. El riesgo, ahora, es pensar que ya hemos llegado cuando estamos a mitad de camino. Tenemos que continuar con valentía, generosidad y audacia. Es la única forma de seguir desbordando.