Israel y la falacia del falso dilema

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El Israel de Netanyahu sigue bombardeando zonas a las que previamente ha enviado a la población palestina sin plantearse ningún dilema moral. Sin embargo, desde que lleva adelante su plan hacia ninguna parte, plantea a quien se atreve a ser crítico un falaz dilema moral, borrando los matices y reduciendo la compleja situación a dos opciones: Israel o Hamás. Israel o ser antisemita. El planteamiento de partida es simplista y falso, porque hay muchas más opciones a elegir. Por ejemplo, un Estado palestino con interlocutores no terroristas que puedan construir, junto a otro Israel, un horizonte de paz y seguridad. Parar la guerra. Parar este tipo de guerra que no pasa un mínimo estándar de legalidad internacional.

El hecho de que los terroristas se congratulen de la decisión de España de reconocer el Estado palestino –como han hecho antes otros 140 países– no puede ser el argumento para dejar de hacerlo, aunque el PP de Feijóo haya caído en esa trampa con la intención de poner un pero. Coincidir en algo no es lo mismo que compartir un proyecto. Y el proyecto de un Estado palestino, siendo simbólico, no es baladí. Supone, por ejemplo, reconocer unas fronteras: sin ellas no existe el concepto de invasión de territorio. Supone reconocer unos derechos a sus ciudadanos, que no se concretarán si no para la guerra, que es lo inminente.

En los últimos días, los ataques indiscriminados a más población indefensa dejan entrever cuál es la respuesta de Netanyahu a un mundo que empieza a cerrar sus tragaderas y a las resoluciones de los organismos internacionales. Israel sabe que su reputación y su poder reside, además de en EEUU y su influencia mundial, en el apoyo internacional, para que le dejen hacer lo que quiere, a su manera, sin molestar con pegas humanitarias. El primer pilar lo tiene asegurado de momento, pero su reacción airada y exagerada, con vídeos sobre Inquisición en redes sociales incluidos, muestra que Netanyahu está inquieto. De hecho, la UE le acaba de llamar a explicarse dentro del acuerdo de comercio. La última grieta que han abierto España, Irlanda y Noruega ha dejado entrar una luz en el razonamiento rocoso de “yo o el terrorismo” que ciega a quienes quieren seguir operando al margen de todo y de todos.

Para que el reconocimiento de Palestina sea real aún queda mucho camino, y lo que parará la guerra es que Israel se quede solo, que EEUU lo abandone (nada probable) o la oposición interna a Netanyahu (poco numerosa). Mientras, no se sabe bien qué quiere conseguir Israel. No ha conseguido acabar con Hamás, que tuvo capacidad para enviar varios misiles hace unos días a Tel Aviv, no ha conseguido liberar a los rehenes. Sí ha conseguido matar a 35.000 civiles de un total de dos millones y poner unas condiciones de vida imposibles para los supervivientes, quién sabe si esperando a que desistan, que se marchen y tener el control del territorio por agotamiento y hostigamiento.

Ante la dicotomía de Israel o Hamás urge una no respuesta y llevar el debate a que pare la barbarie para luego poner las bases de dos estados en los que se viva sin miedo y con dignidad. Hay maneras de acabar con Hamás. Destruirlo todo mientras se les alimenta con polarización no es la más inteligente.