Aunque aún falten tres días para la votación, la suerte parece echada. La mayoría de las encuestas dan claro vencedor al PP y también pronostican que Isabel Díaz Ayuso necesitará del concurso de Vox para poder gobernar. Sin embargo, más de un sondeo, y no sólo el del CIS, dice que, aun siendo lo menos probable, la izquierda podría empatar y hasta hacerse con la victoria. Uno hasta no descarta que Ciudadanos supere el tope del 5% de los votos, lo cual complicará no poco el panorama. A la vista de tanto vaticinio inconcluyente, lo mejor por tanto parece esperar a los resultados. Y hablar de lo que se sabe.
Y es que el futuro político que espera tras las elecciones madrileñas es relativamente fácil de describir, aun cuando encierre conflictos, tensiones y problemas que no se resolverán de golpe. A partir del 4 de mayo la escena estará dominada por la perspectiva de las futuras elecciones generales para las que, en principio, faltarían dos años, aunque ese periodo se podría acortar en función de lo que ocurra a partir del 4 de mayo.
Una victoria aplastante del PP en Madrid influiría en ese escenario. Un pacto de gobierno entre el PP y Vox, también. Y no digamos una imprevista victoria de la izquierda. Pero ninguna de esas hipótesis lo cambiaría sustancialmente.
La situación parlamentaria seguirá siendo la misma que antes de la convocatoria de elecciones en Madrid. El PSOE seguirá gobernando con Unidas Podemos y esa coalición seguirá necesitando del acuerdo con los nacionalistas vascos, con Esquerra y con las fuerzas menores que hasta ahora le han apoyado en momentos importantes para aprobar las leyes que proponga. Que no van a ser pocas, sobre todo en vista de que los fondos europeos pueden empezar a llegar a partir de junio y habrá que articular su asignación.
¿Puede la victoria de Ayuso modificar ese statu quo? No hay razón poderosa para que eso ocurra. Las relaciones entre la coalición de gobierno y el PNV no atraviesan su mejor momento y la polémica sobre la prolongación del estado de alarma en Euskadi es un nuevo foco de tensión. Pero cabe esperar que se encontrará un arreglo. Y más aún, ¿qué interés pueden tener los nacionalistas vascos en romper y propiciar un adelanto electoral que podría beneficiar al PP?
Más complicado es el análisis de lo que pueden hacer los partidos independentistas catalanes en la escena política española. La situación está bloqueada desde hace más de dos meses en el frente político catalán y uno de los motivos de ese bloqueo es que el partido de Puigdemont se niega a acordar un gobierno de coalición con Esquerra porque rechazan, sobre todo, aunque hay otros motivos, que este partido se pueda entender con la izquierda en Madrid. Tras las elecciones madrileñas el panorama podría aclararse. Entre otras cosas porque en pocos días se verían abocados a la repetición de elecciones en Cataluña. Y lo más probable es que el acuerdo de gobierno entre Junts y Esquerra no cierre la puerta a que este partido pueda apoyar puntualmente iniciativas legislativas del gobierno de coalición español.
Lo contrario sería incomprensible. Aunque no se puede descartar del todo, estando por medio en el asunto un personaje como Carles Puigdemont que acaba de decir que no se puede vacunar a los guardias civiles y policías nacionales destacados en Cataluña, porque son los mismos que golpearon a la gente el 1 de octubre de 2017.
Cataluña es por tanto la incógnita más inquietante del futuro político español a medio plazo y quién sabe si también a corto. Frente a eso, hay una certidumbre que no existía hace dos meses y que se puede convertir en un dato importante de la situación. La que la izquierda está unida como no lo ha estado en el último año y medio y la de que ningún nubarrón amenaza esa unidad. La campaña electoral madrileña ha obrado ese milagro. Y si Ayuso gana, como dicen la mayoría de los sondeos, esa unidad tenderá a reforzarse.
Si Esquerra vence las resistencias que opone Junts, y eso es lo más probable, el gobierno de coalición saldrá si no reforzado sí bastante incólume de la prueba de las elecciones madrileñas, aunque esa realidad tardará alguna semana en hacerse evidente para todos.
El objetivo entonces habrá de centrarse en el PP, en la derecha. ¿Qué consecuencias puede tener una victoria espectacular de Díaz Ayuso en los equilibrios internos del partido que preside Pablo Casado? Es imposible anticiparlo, pero caben pocas dudas de que alguno tendrá. Porque parece ser que la presidenta madrileña y su gran gurú Miguel Ángel Rodríguez tienen la intención, y el proyecto, de prolongar su éxito a escala nacional. Y, además, en el interior del PP hay un convencimiento bastante amplio de que Pablo Casado no es el mejor candidato para encabezar la lista de las futuras generales.
La oposición a Díaz Ayuso y su política de vaciar a Vox asumiendo su programa de ultraderecha es clara en el caso de los líderes regionales de Galicia, Andalucía y Castilla y León. Por razones ideológicas, sí, pero también por la disputa por el poder en el interior del partido. Si Casado no es capaz de contener esa tensión potencial, puede que el éxito madrileño del PP se convierta en un quebradero de cabeza para el partido. Y más si el pacto con Vox para gobernar en Madrid se sale de madre. Por ejemplo, si Rocío Monasterio se hace con la consejería de educación.
En definitiva, que la política no se acaba porque la derecha gane de calle en Madrid. Primero porque esa victoria estaba cantada desde el día que Ayuso convocó las elecciones, ya que era obvio en ese momento que el PP se iba a comer a Ciudadanos. Segundo, porque la derecha ya gobernaba esa comunidad y por muchas estupideces madrileñistas que su presidenta haya dicho durante la campaña seguirá haciéndolo de la misma manera, aunque probablemente subrayando algunos de los aspectos más antisociales de su trayectoria. Es decir, que no hay por qué asustarse. Y menos teniendo en cuenta la citada unidad de la izquierda y que sus candidatos no han hecho nada mal sus campañas. Además, la sorpresa no está descartada hasta la noche del 4 de mayo.