No, no es el Rey; algunos somos republicanos. Y no, tampoco es el Papa; algunos no nos sometemos a ninguna deificada figura, real o impuesta. Tampoco es el Estado de las cosas, porque las instituciones, como a veces son los órganos o las cúpulas de los partidos, no dejan ver la inmensidad de los debates, y más parecen el Estado de lo muerto, que la disposición del poder real y vivo a construir o derrocar. El soberano es el pueblo; como en las organizaciones políticas, las asociaciones, o los movimientos sociales, los soberanos son los ciudadanos, las simpatizantes y los militantes, en igualdad de condiciones. Eres tú; es ella; soy yo.
Algunos, también, queremos construir desde hace ya tres años un Frente Amplio, transformador y progresista que cambie España y acabe con el sufrimiento de millones de españoles/as, ya que hay dolor en todos los pueblos de España; construir un horizonte de esperanza en el que la gente, sea cual sea su condición, clase social, procedencia o color, tenga más posibilidades de crecer, humana y colectivamente, de las que tiene hoy día. Más posibilidades, en definitiva, de ser felices. Y decidimos, también hace ya tres años, que nuestro lugar era Izquierda Unida, fundamentalmente porque siempre, incluso en los peores momentos de nuestra historia, estuvo persiguiendo esos mismos objetivos.
No tenemos apego a esas siglas, tanto como a la sentimentalidad y al enorme trabajo de sus gentes durante décadas: IU ahora sigue siendo una herramienta útil en la medida en que fomentemos sus fortalezas y limemos sus vicios, y antes, en los momentos más oscuros de nuestro país, el PCE fue nuestro faro, la luz que emanaba libertades y justicia social. Es de respeto el contar con esas gentes y esa trayectoria, en cualquier proceso de acumulación de fuerzas, y no actuar con desprecio y soberbia.
Lo que no nos gustaría cambiar es la nitidez transformadora del proyecto; claramente superador, y claramente de izquierdas. Ni la capacidad, para muchos la gran fortaleza de IU y hoy completamente en entredicho, de aglutinar dentro de ella desde el socialismo de izquierdas y hasta las posiciones altermundistas, las izquierdas federalistas o nacionalistas, relacionándose todas unitariamente y en condiciones de igualdad con otros actores políticos. Hacer más magra una organización es una extraña manera de acumular fuerzas; y diluirla en pos de una unidad popular, no transformadora, una rara forma de cambiar la realidad. Pero quizás estemos equivocados/as; en cualquier caso, queremos debatir al respecto.
Muchos seguimos estando, y muchos queremos seguir trabajando, en un espacio como IU: no es un lugar ni son unas siglas; son unos valores y es un compromiso. Podríamos llamarnos de otro modo; podríamos organizarnos de otra forma; confluir en mil plataformas y a través de cientos de fórmulas posibles (recuerdo a SUMA como una convergencia soñada, y quizás premeditadamente hecha trizas, a la que renunciamos de motu propio); pero no debemos ni queremos renunciar a un espacio amable de encuentro; no debemos ni queremos someternos a imposiciones, ni a vetos, ni a sesgos; sino al consenso y al diálogo; no debemos ni queremos hacer primar la táctica, sobre los valores; como no debemos ni queremos vender baratos esos valores, de defensa de la igualdad y la justicia sociales, por los que lucharon solos y más profundamente, decenas de miles de compañeros/as, de las izquierdas alternativas, antes que cientos de miles de ciudadanos/as: la transversalidad que atañe a IU debe ser la de la izquierda, primero; para encontrarse con el cambio transversal y social, finalmente.
Si no es así se tratará de ‘oportunismo popular’, de unos cuantos, antes que de ‘unidad popular’, de y para todos/as los que persiguen esos mismos objetivos.
IU debe abrir sus puertas para dejar entrar y ofrecerse a más gente; no abrirlas para echar por la borda esa labor; IU debe hacerse más porosa y más horizontal, y no más vertical su forma de comportarse; los dirigentes y candidatos/as somos herramientas del partido, y no al contrario. Por eso es necesario abrir un debate franco sobre los modelos de convergencia, y que sea toda la base la que decida hacia dónde vamos, cómo vamos y cuáles son los objetivos políticos que perseguimos: la unidad popular la queremos todos/as, pero una unidad popular como fin, sin sustanciar, no es más que una milonga de mediocre consumo.
¿De qué servirá una marca blanca al albur de una minoría dirigente encapsulada en un discurso meta-político e intelectual? Sólo serviría, y con muchos problemas, como estampita de intercambio electoral, y en condiciones de flaqueza; puede venderse, intercambiarse, pero no servirá para vencer desde la izquierda, en la sociedad española. ¿Vencer o ganar, esa era la cuestión para algunos?
La democracia exige abrir procesos; la igualdad exige democracia; la riqueza de nuestras sociedades exige igualdad y pluralismo, internos también; la confluencia, si es de izquierdas, exige respeto y generosidad, amabilidad entre todas esas sentimentalidades de la izquierda, esa pluralidad rica y fuerte que existe; y cuidado de las minorías, para que sus ideas, y también sus actores, puedan trabajar políticamente en igualdad de condiciones, aunque no sustituyendo la calidad de lo mayoritario. Nadie que entienda con sangre y burocracia una organización, ofrece garantías a la sociedad de que su visión y proyecto de sociedad será inclusivo, amplio y amable para todos/as. Estamos en el siglo XXI.
Y los dirigentes que desde arriba, y sin escuchar; los mandamases que sobre los valores, y por lo electoral; los aparatos y políticos que en lo interno, y por conveniencia personal, o por tacticismo orgánico; olvidamos esos valores, esa tradición… ¿Qué nueva realidad política estamos proponiéndonos crear? ¿Qué le ofrecemos a los españoles/as como alternativa? ¿Algo simplemente nuevo, pero igualmente ‘malo’ que otros modelos, o ni siquiera nada nuevo bajo el sol?
Por eso, esas nuevas fórmulas, o nuevas siglas, o nuevas caras, o nuevos lemas, debemos estar asentados sobre el exquisito cumplimiento de las normas democráticas y sobre la honestidad políticas más inmensas; porque constituiremos un nuevo poder, quizás, pero no ejerceremos el poder de una forma diferente si actuamos sobre esas bases caducas. Ese será el secreto del éxito de las nuevas mareas: su coherencia, su prestigio, su habitabilidad.
Por otra lado, tú y yo, los militantes, las compañeras, si sufrimos debilidad y cobardía en nuestras voces, dejaremos que otros acaben con la posibilidad de un cambio real, porque deberíamos exigir ya que dejen de utilizar esas limitaciones, o relatos, que se pueden convertir en trampas y que finalmente impedirán que nadie asalte los cielos; y seremos tercera fuerza unos; otros desaparecerán; y quizás los mejores, como en las autonómicas y locales pasadas, en sus espacios y territorios, den lecciones de fortaleza… Pero los mejores no siempre son los más votados, y España seguirá desangrándose porque necesita del entendimiento de todos nosotros/as para cambiar de las manos de ellos/as.
Esta es una humilde opinión. He sufrido los envites de la praxis política clásica con crudeza, y de muchos/as que hoy enarbolan la nueva real politik, y viví con ilusión el alba del 15M, intentando no perder de vista sus enseñanzas. Seguramente me habré equivocado, como todos/as, pero por eso muchos seguimos hoy vinculados, desde la base de esos partidos, con la labor de multiplicar las corrientes, aumentar los espacios, que pidan encuentro y participación, honestidad y valentía, construcción y amabilidad. Las matanzas no son siempre sinónimo de política (oí hace poco en una afamada serie de televisión).
Y con esa valentía a la que apelo, también aviso, porque creo que es mi deber por el bien de la convergencia y del encuentro de todos/as, de que entre nuevas apuestas políticas subsisten los mismos tics que sufrimos de antaño: verticalidad, presidencialismo, proyección y escarnio público de disidentes, incoherencias políticas según los procesos, etc. Y no me gusta. No digo que sean malintencionados; pero perviven en nuestra praxis. Si los hubiera cometido yo, mea culpa, empiezo por mí esa revisión.
Termino. Ya seas tú, una militante de IU, un simpatizante de Podemos, un miembro de la izquierda socialista, o una activista de las izquierdas federalistas y nacionalistas, apelo a vosotros/as para que digamos todos/as, y a todos/as nuestras cúpulas, ABRID EL DEBATE; SED FRATERNOS; SED AMABLES; FINALMENTE, DEJADNOS INTERVENIR Y DECIDIR; porque todos somos izquierda y todos tenemos el compromiso, y el deber, de ganar España desde un Frente Amplio de Progreso, ofreciendo una alternativa política clara, también en un ejercicio del poder diferente, con la que la sociedad salga ganando.