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Jóvenes, ¿qué os pasa?

Un grupo de adolescentes
12 de marzo de 2023 22:35 h

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Me sucedió hace tres días, en un encuentro con estudiantes de bachillerato, y no era la primera vez. Tenía delante a medio centenar de chicas y chicos de dieciséis y diecisiete años que escuchaban con disimulado aburrimiento mis palabras, hasta que decidí sacar EL TEMA: “¿Qué os pasa?”. Les pregunté por su estado de ánimo, su bienestar o malestar emocional, cómo se sienten, cómo ven sus vidas, el mundo que les ha tocado, cómo imaginan el futuro, qué piensan de todas esas noticias sobre jóvenes y salud mental… Apenas había mencionado el tema y ya se levantaban tres, cuatro, seis, ocho manos de estudiantes con ganas de hablar. Y vaya si hablaron. Con claridad, sin reparos, con urgencia y sorprendente madurez respondieron a mi pregunta, que vuelvo a lanzarles, a lanzaros ahora:

Jóvenes, ¿qué os pasa? Veinteañeros, adolescentes, niños incluso: qué os pasa que estáis saturando los servicios de salud mental, alarmando a vuestras familias, desesperando a los equipos docentes que dicen que no pueden más y que necesitan recursos, incrementando a niveles sin precedentes los cuadros de ansiedad, depresión, trastornos alimentarios, adicciones, lesiones, suicidios, así como el consumo de fármacos, pero también expresando —en cuanto alguien os pregunta— un malestar que tal vez no sea patológico pero no por ello menos importante.

Jóvenes, ¿qué os pasa? Millennials, centennials, generación Y, generación Z, la generación mejor preparada, la generación de la crisis y la pandemia, la generación que vivirá peor que sus padres, nativos digitales y nativos precarios, la generación que no tendrá casa en su puta vida —pero sí coliving—, tampoco trabajo estable —pero sí economía colaborativa y emprendimiento—, la generación que día sí y día también oye que se acabó la meritocracia, el ascensor social se averió, no te esfuerces que ya no vale, esto es lo que hay. La generación del cambio climático, de la crisis climática, de la emergencia climática, la última generación que puede salvar el planeta, la generación que ya no podrá salvarlo. La generación que vivió en 2022 el verano más caluroso desde que hay registros y les dijimos que sería el más fresquito del resto de su vida. Recién salidos del COVID, en medio de una guerra que día sí y día también llamamos tercera guerra mundial, “incertidumbre” la palabra de moda, consumidores de distopías cinematográficas y televisivas, no hay futuro, no hay futuro, no hay futuro.

Jóvenes, ¿qué os pasa? Dicen que la pandemia os ha desestabilizado, que no os hemos cuidado como merecíais, no nos hemos preocupado por cómo os afectaría ni previsto recursos para apoyaros, todo lo contrario: os hemos señalado, culpado, criminalizado, acusado de propagar el virus, de ser supercontagiadores, vectores de transmisión asintomáticos, incumplidores de restricciones, irresponsables de botellón y fiestas en pisos; exigimos que os controlasen, multasen, encerrasen, ¡vosotros matasteis a todos esos miles de ancianos muertos en las residencias!

Jóvenes, ¿qué os pasa? ¿De qué os quejáis tanto? Para animaros, os llamamos generación de cristal, generación dalsy, sobreprotegidos, quejicas, incapaces de tolerar la frustración, que no os esforzáis, no os concentráis, todo el día con la pantalla y las redes, no respetáis nada, a vuestra edad nosotros ya trabajábamos y teníamos un piso en propiedad y habíamos levantado una familia y tenido diez o veinte hijos alimentados con un solo sueldo y sin Netflix, y cruzábamos España sin autovía ni aire acondicionado y nos daban palizas en el colegio sin llamarlo bullying y no nos sobrediagnosticaban los psicólogos y leíamos el Mío Cid en el cole y memorizábamos los ríos y sus afluentes y jugábamos en la calle y nos desollábamos las rodillas y nos peleábamos a pedradas y las manzanas sabían a manzana y los maestros tenían autoridad y los padres tenían autoridad.

Jóvenes, ¿qué os pasa? Hemos puesto en vuestras manos móviles y redes sociales cuyos efectos nocivos conocemos de sobra por mucho que nos hagamos los tontos. “Es como dejar un coche deportivo a un niño”, repetimos más divertidos que espantados. Sabemos de sobra cómo funcionan el algoritmo y el sistema de recompensas de las aplicaciones, de qué programada manera generan adicción, ansiedad, depresión, aislamiento, insatisfacción, rechazo de la propia imagen, acoso. Hemos oído las advertencias de sociólogos, neurólogos y pedagogos, lo sabemos porque nos pasa también a nosotros, y aun así los ponemos en vuestras manos. Hemos leído muchas veces que los máximos responsables de las compañías tecnológicas no dejan que sus hijos usen dispositivos y redes, y aun así os los entregamos sin control a los doce, once, diez años, ¡regalo de comunión!

Jóvenes, ¿qué os pasa? Qué le pasa a mi hija mayor, y a tantas de sus amigas, y a cada vez más familias de mi entorno, y a los profes que me lo cuentan de sus alumnos, y a los profesionales de la salud mental que piden más medios, y a tantas y tantos jóvenes que protagonizan noticias, estadísticas, estudios, denuncias; jóvenes, adolescentes, niños incluso, que en los últimos tiempos se desestabilizan, afloran patologías y malestares nuevos, bajan el rendimiento escolar, pierden interés por lo que antes les apasionaba, salen menos, no salen nada, van al psicólogo, se medican, piden ayuda o petan sin pedirla, se rompen.

Jóvenes, ¿qué os pasa? ¿Sois vosotros, o somos también nosotros? ¿Es una nube negra que flota reconcentrada sobre los menores, o estamos todos respirando el mismo aire de mierda? ¿Sois el canario en la mina, sois vosotros quienes estáis tirando de la palanca de emergencia y no terminamos de tomárnoslo en serio aunque la alarma sea cada vez más estridente? ¿Por qué levantáis la mano y habláis en cuanto alguien, cualquiera, yo mismo os pregunto qué os pasa? ¿Quizás deberíamos preguntaros y escucharos más? En clase, en los medios, por parte de los gobernantes, pero sobre todo en casa, hoy mismo en cuanto volváis del colegio, el instituto, la universidad o el trabajo, deberíamos ir a vuestra habitación y preguntaros sin perder un minuto más: ¿qué os pasa? Y ayudaros.

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