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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La Justicia española es un zapato

Ruth Toledano

El juez no localiza a Camps para que declare como testigo en el caso Nóos; el expresidente de la Generalitat Valenciana, de la que el Instituto Nóos recibió 3,5 millones de euros por eventos deportivos que nunca realizó, se halla en paradero desconocido. Pero que un diputado esgrima, como símbolo del desprecio y de la indignación social, un zapato frente a Rato, cuya gestión de Bankia produjo innumerables desahucios que dejaron a miles de personas sin otro paradero que la calle, es un “espectáculo lamentable y degradante para vida parlamentaria”, según Cristóbal Montoro.

El fiscal anticorrupción Pedro Horrach rechaza imputar a Cristina de Borbón por blanqueo de capital y delito fiscal, aunque sus firmas demuestran que ella y su marido, Iñaki Urdangarin, desviaron fondos públicos desde el Instituto Nóos a la sociedad Aizoon. Pero representar el hipotético lanzamiento de un zapato a Rato, que está acusado de estafa, apropiación indebida, falsedad contable, delito societario y administración desleal, es “patético y deplorable”, según Rafael Hernando.

La Justicia española deja impune el crimen ecológico del Prestige, el mayor delito medioambiental de la historia de España y uno de los mayores de la historia mundial, en el que estaban implicados Rajoy, Aznar, Álvarez Cascos, Fernández de Mesa, Matas, Trillo, Fraga. Pero llamar gánster a Rato, que llevó a España al rescate europeo de la banca mientras él se llevaba sueldos millonarios, es “una intervención amenazadora y con unos términos inadmisibles”, según Jesús Posada.

La ONU ha tenido que instar a España, segundo país del mundo con más desaparecidos en fosas comunes (¡solo por detrás de Camboya!), para que cumpla con su obligación de investigar los crímenes del franquismo, algo que el Gobierno considera perteneciente al “pasado” y zanjado por una Ley de Amnistía contraria al derecho internacional y al sistema democrático. Pero que un diputado recuerde a Rato que era ministro cuando el Gobierno de Aznar apoyó la guerra de Irak, que causó 150.000 muertos, y que era presidente de Bankia cuando la estafa de las preferentes dejó sin blanca a miles de pequeños ahorradores, supone un espectáculo indignante, según Dolors Montserrat.

Es decir, que la élite social, política y financiera española nos ha robado, estafado, despreciado, se ha burlado de los ciudadanos, y ahora se escandaliza por un gesto que solo traslada nuestro propio escándalo, sin otra consecuencia que poner en mayor evidencia la basura en la que han convertido nuestro país, la basura que son. Hipócritas. Apelar a la educación, a los modales, al respeto, cuando lo que se está denunciando es el saqueo, la pobreza, el desmantelamiento y la muerte, es del peor gusto que sea posible imaginar.

Lo que es insultante es que a tantos políticos y medios de comunicación les brote este sesgo monjil si la indignación social solo se ha manifestado en gestos simbólicos como el del diputado Fernández, si aún no ha tomado la calle de verdad porque la calle es dura, si aún no se ha organizado de manera efectiva porque la participación es dura, si aún no ha expresado la peor cara de la frustración y la rabia, porque la conciencia es dura.

Rato merecía que le llamaran gánster y mafioso. Igual que lo merecen Camps y los otros y otras mencionados. Y se merecía Rato el zapato de la humillación. Es de justicia, aunque debiera ser de Justicia. Mientras no lo sea, la propia Justicia española solo será el zapato prevaricador que, ese sí, se lanza contra los ciudadanos, pisotea la memoria, patea a las víctimas de los crímenes. Un lustroso zapato que deja a su paso la corrompida huella de la injusticia.

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