El verano no son esas imágenes de personas apretadas y desnudas expuestas al calor en una playa mediterránea, el verano no sólo somos nosotros frenéticos y desesperados por escapar de nuestras vidas, también es un momento en que uno se descuida y deja de lado la consigna de la alegría obligatoria y entonces va y se nos cuela la melancolía, incluso los fantasmas, tan fuera de lugar.
A veces está uno en la playa tendido en la toalla sudada y recuerda a un amigo que falta. O los gaiteiros de la Festa da Madanela de Louro te hacen pensar en la fiesta patronal de La Colomba de Formariz de Sayago. Los poetas establecen conexiones entre lugares mágicos porque acabo de recordar a Justo Alejo, destinado a nacer y vivir secreto y un morir patético, no absurdo. Estrellado contra el suelo del cuartel general del Ejército del Aire. ¿Qué hacía un poeta de una tierra olvidada, vestida con la pobreza, un poeta de lo humilde y los sometidos, fardado con uniforme de oficial del Aire? Volar. Intentar ser ángel sin conseguir otra cosa que el fracaso y el olvido.
La palabra de la poesía pide antes el silencio y el verso necesita la penumbra para ser levantado del papel. El poeta no merece el éxito, bien, merece un tanto de olvido, pero no tanto que sea completamente olvidado. Por eso ahora, que es agosto y viene fiesta en Formariz recuerdo a aquel vecino de mi padre. “¿Justo? ¡Era muy inteligente!”, decía mi padre recordando al niño que sacó adelante estudios. La inteligencia no da poesía, pero permite reconocerla. Releo un libro comprado en la librería Semuret de Zamora pero a la vuelta de agosto pediré a la Fundación Gerardo Diego la obra completa del poeta de Sayago, del militar de la UMD fracasado y suicidado.
Uno de aquellos militares que pretendían no sólo democracia contra Franco, libertad contra Franco, vida contra Franco, sino también recuperar la ética del oficio de guerrero. Nada redime su derrota, hasta diciembre del 2009 no hubo un parlamento y un gobierno que les hiciera el reconocimiento y homenaje que merecían. Siempre olvidan contarnos aquellos pactos de la Transición en los cuales, entre otras cosas, se establecía que aquellos militares que habían arriesgado vida, cárcel y carrera no serían amnistiados. Porque quien redactó esos pactos fueron justamente sus enemigos y compañeros de armas. Es lo que hay, alguien tiene que ser sacrificado para gozo general.
“Un mudo embeleso/ y un ancho ocaso/ y otro largo saqueo/...” (Justo Alejo)