Una juventud frustrada

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Lo sabemos todos, pero es bueno insistir: los jóvenes son víctimas de una estafa colosal. Se les ofrecen trabajos precarios y mal pagados (cuando hay suerte) y se les fuerza a convivir con sus padres (más de la mitad de los menores de 30 años lo hacen) o a dejarse el salario en el alquiler de un dormitorio. Cada día es menos cierta aquella vieja promesa de que con estudios universitarios se consiguen mejores empleos. Y, encima, se les llama “generación de cristal”.

En España, el 29% de la población es menor de 30 años y el 27%, mayor de 60. Se trata de porcentajes parecidos. Vayamos con unos datos que no son comparables, pero sí significativos: el gasto público en pensiones se acerca a los 190.000 millones de euros anuales, mientras el gasto en educación es de 63.000 millones. Las pensiones se revalorizan, pero los salarios reales tienen hoy un poder adquisitivo casi un 25% inferior al de 2008. Y para qué hablar de los precios de la vivienda en las ciudades.

Habrá quien piense que así es la vida, que la generación del “baby boom” (la que más patrimonio ha acumulado en la historia de la humanidad, en España y en casi todas partes) ha distorsionado la demografía y la economía y que, en fin, no pasa nada.

El caso es que sí pasa. Echemos un vistazo a Argentina: el 70% de los menores de 24 años votaron a Javier Milei. Dirán que Argentina, con su larguísima crisis, constituye una singularidad. ¿También es singular Italia? En las últimas elecciones, Fratelli d´Italia, el partido ultraderechista (o neofascista, según los días) de Giorgia Meloni, fue el segundo más votado en la franja de edad entre los 18 y los 24, un poco por detrás de la formación liberal Azione, y el más votado entre los ciudadanos de 24 a 30 años.

En las presidenciales francesas de 2022, Marine Le Pen obtuvo el voto del 26% de los menores de 24 años, superada por el izquierdista Jean Luc Mélenchon (31%) y muy por encima de Emmanuel Macron (20%).

En España, según el CIS, Vox es el tercer partido en las preferencias de los jóvenes, por detrás del PP y el PSOE.

Esto es lo que está pasando. Y lo más probable es que esta oleada juvenil de protesta reaccionaria siga creciendo. Es perfectamente posible especular con las causas del fenómeno y apuntar a una reacción contra la corrección política, a un cierto malestar masculino ante los avances del feminismo o incluso al hecho de que a veces los jóvenes votan aquello que más cabrea a sus padres. En general, sin embargo, las condiciones de vida, es decir, la economía (que es coyuntura y expectativas para el futuro), suelen ser el principal factor en la orientación electoral.

Dado lo que se ofrece a los jóvenes, esa porción de la sociedad que hoy consideramos demasiado emotiva, demasiado pasiva, demasiado frágil, no debería sorprendernos que muchos de ellos prefieran elegir el voto más duro posible.