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El feminismo reducido a etiqueta por estrellas de Hollywood

Tanto Kim Kardashian como Sarah Jessica Parker han salido esta semana para desmarcarse del feminismo. Ambas lo justificaron con que no le gustan las etiquetas. Ni que decir tiene que si la pregunta hubiera sido si son o no antirracistas o antidrogas o anticambio climático, no hubieran dudado en etiquetarse. Pero el feminismo sigue siendo la palabra maldita. Un activismo que no está bien visto por la gran mayoría, un posicionamiento que puede restarles fans o sumarles linchamientos... por eso es buena idea reducirlo a una etiqueta más, algo prescindible, algo trivial.

El problema es que ambas tienen legiones de fans, mayormente mujeres, que las siguen en todas las redes sociales y aplauden cada uno de sus selfies, reproducen sus estilos y se fijan en cada píxel de sus fotos para copiar sus ropas, maquillajes y poses (con más virulencia en el caso de Kardashian, pero tampoco Parker se queda atrás con más de dos millones de seguidores sólo en Instagram).

Al no querer etiquetarse, como si eso fuera explicación suficiente, lo único que hacen es demonizar aún más un movimiento que es el que ha permitido precisamente que ellas puedan trabajar y tener una cuenta en el banco sin permiso de ningún marido. El feminismo es el que ha conseguido que las mujeres puedan, poco a poco, abrirse camino y ser personas relevantes en la sociedad. Personas a las que hasta la prensa pregunta por su opinión (algo impensable hace relativamente muy poco), y es desesperante y muy triste que, cuando eso sucede, aprovechen su relevancia y su altavoz para negar al resto de mujeres que lucharon durante siglos (algunas con sus propias vidas) para que el resto (y ellas) tuviéramos opciones y libertad. Porque el feminismo es el único activismo que ha hecho que ellas puedan dedicarse a lo que les gusta sin que nadie ponga en tela de juicio si lo que hacen es o no apropiado para su género. Pero no quieren reconocer el trabajo feminista que hay detrás de sus propias vidas porque eso la “etiqueta”. Con una sola frase, mujeres con millones de ojos adolescentes puestos sobre ellas no dudan en reducir siglos de lucha y a millones de feministas a una “etiqueta”.

No son conscientes (o sí) de que ya están etiquetadas. Que si no eres feminista eres machista. Que no hay un término medio. Y no son conscientes (o sí) de que ya forman parte de otras muchas categorías y etiquetas, como la de mujer. Da igual cómo se crean ellas, da igual cómo se sientan de empoderadas, de libres, de independientes y de seguras. Da igual cómo de fuerte se crean, porque lo cierto es que lo que importa es cómo sean leídas por la sociedad. Y cuando eres leída como una mujer, olvídate de todo lo demás.

Por eso ninguna de nosotras, por muy alienadas que estemos, por muy diferentes que nos sintamos del resto de mujeres, por mucho que nos neguemos a denominarnos feministas o por muchas veces que repitamos que a nosotras jamás nos pondrá nadie la mano encima, la realidad es que nada impedirá que seas tratada como lo que eres: una mujer, y como tal, el machismo y la misoginia estarán ahí para ti.

Si eres leída como mujer serás objetificada, serás sexualizada por la calle, podrás ser víctima de acoso, de una violación, de un abuso; tendrás todas las papeletas para ser ninguneada por compañeros, interrumpida, apartada, y tendrás obstáculos en carreras donde ellos corren los 100 metros lisos. Te criticarán con más fiereza que a ellos, da igual qué digas o hagas, todo será visto bajo una lupa de mucho más aumento, serás discriminada hasta en las pequeñas cosas, en cosas de las que ni siquiera serás consciente muchas veces.

No etiquetarse como feminista por evitar problemas no hará que no tengas problemas. No importa qué etiqueta te pongas tú sobre cualquier tema, porque la etiqueta más peligrosa y de la que no podemos deshacernos por mucho que queramos es la de mujer, y con ella vienen los verdaderos problemas. Problemas contra los que, sólo y exclusivamente, pelea justamente el feminismo.

Ese feminismo del que tanta necesidad tienen muchas mujeres de desmarcarse.