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Qué lache, primo

Marco Rubio, durante su entrevista este jueves en Fox News.
8 de marzo de 2025 22:20 h

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Creo que viene del calé, y en Murcia la usamos mucho, la palabra lache para referirse a la vergüenza ajena. Y es que una emoción tan cruda no puede expresarse con una locución; necesita una palabra propia. El lache es una de las peores cosas que te pueden pasar, porque uno no lo siente por sí mismo, sino que lo cataliza de otro que por ósmosis social inversa, consigue hacer de su ridículo un sufrimiento para los demás. 

Entonces, lache es lo que he sufrido esta mañana -viernes, siete de marzo del veinticinco- al entrar a la página web del departamento de Defensa de Estados Unidos (siguiendo uno tras otro una serie de tweets que iba leyendo), buscando fotos del bombardero Enola Gay¸ el B-29 Superfortress que aniquiló la ciudad de Hiroshima. El rumor que iba siguiendo era el de que el gobierno americano estaba eliminando archivos y documentos con criterios… ideológicos. Supongo. El rumor era que, entre otros, había desaparecido todo rastro del Enola Gay de las galerías digitales. Y así era. Supongo que la palabra gay rotulada en la puerta de un avión ha bastado para que el filtro de IA se deshaga de las fotos.

El miércoles, aparecía Marco Rubio, el secretario de Estado de la (todavía) primera potencia, en una rueda de prensa con una cruz de ceniza grabada en la frente; más allá del cosplay de ganado texano, de nuevo, lache. Ademas, no es cosa mía: el miércoles entró a mi habitación mi compañero de piso y tenía abierta la foto y no tuvo ni que pensárselo; es probable que ni sepa quién es Marco Rubio, pero lo tuvo claro: qué lache, primo. A que sí. Se está apoderando del mundo un núcleo irradiador –je– de vergüenza ajena, y es que todo, mires donde mires, está del revés.

Hay católicos deseando que se muera el Papa, ateos y maliciosas mentes de izquierdas rezando por su recuperación –entre las que me incluyo–; los estadounidenses tirando por la borda cientos de miles de millones de dólares invertidos en películas, series, videojuegos y literatura rusófoba; a las derechas militaristas diciendo no al militarismo; cómicos explicando chistes -en juzgados-; anarquistas en defensores del Estado; seguro que hay funcionarios anarcocapitalistas; Macron ya no parece tan payaso; Trudeau, en cambio, lo sigue siendo; si hasta yo estoy viendo la Champions. Estamos todos locos. Resulta que el posmodernismo era esto; resulta que la quiebra y la caída de todos los absolutos era esto. Nos hemos metido en la trinchera del otro, más por confusión que por empatía. Qué lache, por cierto, rezar por el Papa sin tener fe, porque es como ponerse junto a un cirujano a hacer como que operas al paciente. 

Sin embargo, el tema de la ceniza me lleva de cabeza porque esa misma cruz la he llevado yo en el pecho cuando me picaba el suéter verde del colegio salesiano del Sagrado Corazón de Jesús de Alcantarilla; la ha llevado mi madre y dio a mi abuela la fuerza que necesitaba para seguir adelante cuando enviudó con cuatro hijas pequeñas en los ochenta; que ese merluzo exhiba la señal de la cuaresma para mear en su esquina debería ser ya no pecado, porque qué pinta Dios aquí, sino un motivo más para que la religión, por una vez, se desmarque del Estado, y no al revés.

Escribía Kase O, antes de convertirse en Miguel Bosé, no es por Dios, es por el monopolio del petróleo. Dios no tiene odio, coño, y nunca he creído, por más que me gustase, pero eso siempre lo he tenido claro. Tanto lache dan los meapilas fanáticos como los que creen que por ser ateos son más listos que alguien; los que desconocen que el analfabetismo también es laico. El único Dios verdadero, si lo hubiere, es el de mi madre; me pasa con él y mi madre lo mismo que con el Real Madrid y mi padre; que no soy creyente, pero no tengo dudas.

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