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Cómo una serie feminista se hace famosa debido al machismo

Si a estas alturas todo el mundo ha oído hablar de 'Las chicas del cable', no es precisamente por la serie en sí. Hubiera sido maravilloso que la primera serie de Netflix en España, que cuenta las historias de cuatro mujeres, narrada además por una mujer, y con protagonistas femeninas, hubiera provocado un boom mediático por esas razones. Más aún cuando, al parecer, es una serie feminista (no la he visto aún, no puedo opinar aquí). Pero esto es España. Ese país donde un programa misógino como El Hormiguero es líder en audiencia. Ese país cuyo Instituto de la Mujer está presidido por alguien que dice que a las mujeres las matan “por un nosequé”. Ese país donde... (inserte aquí la última noticia escandalosa de género).

Lo primero que supe de 'Las Chicas del Cable' es que Pablo Motos las había entrevistado (si por entrevista entendemos lo que él hizo: “¿Sabéis bailar reguetón?”, “hay gente que dice que las mujeres no podéis ser amigas”, “las chicas se dividen entre las que saben perrear y las que no”, “tienes unas orejas muy bonitas”, etc.).

Al día siguiente volvimos a oír sobre la serie, de nuevo no porque sean cuatro mujeres protagonistas, ni porque sea una serie feminista, sino porque la productora (Bambú Producciones) salió en defensa de Pablo Motos con un “las críticas son completamente injustas. Hay muy pocos espacios en la televisión en España y muy pocos comunicadores que dediquen tanto tiempo a transmitir mensajes positivos a la juventud y la sociedad”. Ya ven qué positivismo se desprende de un presentador que cosifica a tu plantilla.

Pero, al parecer, era poca la polémica y decidieron hablar también los secundarios de la serie, entre ellos Yon González, que dio la puntilla a todo lo anterior en esta entrevista:

“Pero sí que es verdad –continúa Yon González– que el machismo y todo esto se cuenta siempre a favor de la mujer. Y pienso que luego en la realidad también está el machismo pero al revés, a nivel psicológico, que he visto en muchas situaciones y dices: '¿Qué es lo que está bien?'. ¿Me explico? Quiero decir que siempre es en defensa de la mujer y no al revés, que puede haber un maltrato psicológico por parte de la mujer hacia el hombre, y creo que eso tampoco se cuenta. Y sí que en un futuro me gustaría ver. Que siempre el machismo se defiende hacia… y no es por ser machista, ¿me explico? Situaciones que puedan ser inversas… Me gusta que se hable de machismo, pero me gustaría que en un momento dado se dé la vuelta a la tortilla y se reflejase muchas veces de dónde surge… porque es lo típico, el hombre que pega a la mujer y hay luego otra parte en la que… cómo se llega a que una persona que no es maltratadora llegue a cruzar esa línea… ¿Qué función tiene la mujer ahí? Es una cosa de dos. Ella porque permite y él, porque decide cruzar la línea. Con lo cual los dos han cruzado la línea y están… Lo he explicado fatal”.

Es cierto que se explicó fatal, pero también es verdad que se le entendió perfectamente. Se entendió que da igual que tengas 30 años, como Yon, o que tengas 51, como Motos, el machismo y la misoginia campan a sus anchas en el discurso de cualquiera, desde ciudadanos hasta programas de televisión. Entendimos, de paso, que tener un discurso machista es normal hasta cuando eres el actor elegido para trabajar en una serie que critica el machismo. Entendimos también que, por mucho que el feminismo se esfuerce, la sociedad sigue viendo a las víctimas de violencia de género como las culpables de su maltrato. Entendimos, por supuesto, que es una percepción tan extendida y aceptada que nadie duda de expresarla tal cual en mitad de una entrevista que va a leer un país entero.

Sin embargo, como cualquier otra construcción social (porque nacemos feministas, no se nos olvide; el machismo viene después, cuando te hartas de leer entrevistas a Yones llevadas por Pablomotos), la misoginia se puede deconstruir. Así que contestemos a las dudas de Yon, que son las dudas de muchos otros.

Dice Yon: “Pero sí que es verdad –continúa Yon González– que el machismo y todo esto se cuenta siempre a favor de la mujer”. Sucede que el machismo sólo lo sufren las mujeres, es por esto que sólo se puede hablar de violencia sobre mujeres. Una mujer que pega a su marido..., que como todo las habrá, no es machismo. La mujer que maltrata a su marido (si alguien conoce a alguna, yo no), no está movida por un sentimiento de superioridad como la que genera el machismo.

A esa violencia puntual (y no olvidemos esto de puntual, que no es opinión sino la conclusión de las estadísticas oficiales) se le llama “violencia doméstica”, y en este subtipo se incluyen también violencias de hermano a hermana, de madre a hijo, de abuelo a nieto. Sin embargo, parece que a los machistas todas esas violencias les dan igual. Nunca jamás un machista dijo: “Sí, hay violencia machista, pero hablemos también de la violencia entre hermanos”. ¿Por qué nadie ha escuchado nunca esto de boca de un machista? Porque son conscientes de que existir, existe, pero saben que no es una lacra social, que no hay un goteo incesante de personas asesinadas por sus hermanos, ni tampoco se produce motivada por una situación de poder constante en nuestra sociedad.

Acaba la reflexión con: “Cómo se llega a que una persona que no es maltratadora llegue a cruzar esa línea… ¿Qué función tiene la mujer ahí? Es una cosa de dos. Ella porque permite y él, porque decide cruzar la línea. Con lo cual los dos han cruzado la línea”.

No. No es una cosa de dos. El machismo es unilateral y sólo va del hombre a la mujer, como decíamos. Esto tampoco es opinable, es su propia definición. Teniendo esto claro, el que cruza la línea es el hombre y la mujer quien sufre las consecuencias.

Tampoco sería exacto usar la expresión “cruzar la línea”, ya que da pie a pensar que la violencia machista se basa en un bofetón o en una paliza, y no es así. La violencia física es el último escalón, pero para que se dé ya se han cruzado otros umbrales y otras formas de violencia, como la violencia psicológica, el control y los ataques a la autoestima de las mujeres. Ninguna mujer que sufre violencia física por parte de su pareja dejó de ser víctima en el pasado de otros malos tratos. Y es por esto por lo que muchas, muchísimas mujeres, permanecen junto a la persona que un día les da un bofetón. Para ese entonces, su autoestima y su moral se han ido viendo mermadas desde tiempos que no saben ni precisar. Si vamos llenando una bañera con agua caliente y vamos aumentando la temperatura muy poco a poco y sin descanso, moriremos hervidos antes de darnos ni cuenta, como bien explican en The Handmaid's tale.

Algo así pasa con el machismo en general: hemos aumentado el control y la cosificación sobre la mujer poco a poco pero sin parar, hasta el punto de que, por mucho que grites que hacerlo nos mata, la mayoría te mirará como si estuvieras loca. Porque parece obvio para todos que el agua está estupenda.