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Latinoamérica y el momento actual español

Jorge Alemán Lavigne

La sucesión de imputaciones delirantes proferidas por distintos responsables de la derecha española guardan una gran afinidad temática con los supuestos análisis “críticos” que desde los medios dominantes en España tienen por referencia a Latinoamérica. En especial, los que se refieren a aquellos países del Sur que en la última década han afrontado proyectos políticos transformadores en relación al neoliberalismo vigente. En cierta forma, en muchas ocasiones, apenas cambiando puntos y comas, las pretendidas críticas que se vierten sobre los proyectos latinoamericanos  que han intentado reconstruirse de la devastación neoliberal de los 90, se han dirigido después a la “nueva y otra” izquierda española. Esa que claramente se ha decidido por introducir una brecha en el armazón del bipartidismo corporativo. Incluso, no es difícil admitir que las imputaciones, las que se presentan como delirantes, tienen la función final de operar como una amenaza velada. Pero también se debe de señalar que esas amenazas, que buscan instalar el pánico en el horizonte social, han sido precedidas por distintos análisis por parte  de numerosos intelectuales “ilustrados” que aún mantienen su aura  “progre”, y que le han dedicado a Latinoamérica el mismo régimen  de descalificaciones que se le dirige a la nueva y otra izquierda: totalitarismo, demagogia, espíritu de venganza, crispación, cainismo, caudillaje y por último , el famoso “populismo”, como el nombre que designa una monstruosidad a expulsar de la escena política. La matriz narrativa de las imputaciones ilustradas se presenta del siguiente modo: desde un supuesto “tribunal de la razón” de carácter universal, neutral, y representado por la tradición europea, que siempre es imaginada como portadora de valores democráticos eternos, se presenta un “centro” desde el cual los proyectos latinoamericanos constituyen “anomalías” que están abocadas en cumplir con una suerte de destino fatal.

¿Se trata entonces de que no se pueden admitir las críticas, la libertad de prensa u opinión, como suelen repetir los medios mientras una y otra vez reiteran sus argumentos? Más bien lo que ocurre es que la mayoría de las veces se omite en esas críticas el hecho mas crucial y determinante de los proyectos latinoamericanos, a saber: las construcciones políticas latinoamericanas cuando se apropian del Estado reinventándolo, lo hacen como un “contrapoder” a la verdadera dominación del neoliberalismo que se extiende por su modo de reproducirse socialmente hasta el ultimo confín de la vida. Esto es importante dejarlo en claro, a pesar de los esfuerzos de aquellos países por sobrevivir a la devastación neoliberal y la confiscación de todos los órdenes de lo público, nunca los proyectos políticos latinoamericanos han accedido a las instancias de Poder donde se gestionan y administran los flujos del capital en su dimensión global. Es a la luz de esta encrucijada que se pueden reconocer las nuevas lógicas políticas en curso, aquéllas prácticas instituyentes que dieron lugar a un nuevo tipo de Estado e incluso que llegaron a alcanzar el rango de una nueva construcción regional contraneoliberal inédita en la historia de América Latina. Esas prácticas instituyentes fueron reinterpretadas y distintas tradiciones ilustradas; la liberal, la jacobina y la socialista, encontraron acentos nuevos y distintos con la emergencia de actores populares que no sólo abrieron distintos frentes de luchas sociales y políticas, sino una nueva interpretación de sus teorías y sus prácticas. Las llamadas experiencias “populistas” en América Latina se asumen como perteneciendo a la época en donde no hay un progreso histórico que asegure de entrada un pasaje al socialismo. Por ello, han abandonado el concepto de revolución y lucha armada, más bien se trata de procesos transformadores y constructores de Hegemonía que se juegan íntegros en el interior del Capitalismo y sus dispositivos de poder. En definitiva, esas construcciones hegemónicas obedecen al deseo de radicalizar la democracia.

He tenido la oportunidad y el privilegio de participar en debates donde han intervenido Laclau, Negri, Marramao, Zizek, entre otros y por supuesto, que en todos los casos y de distintos modos teóricos según los estilos, surgieron y fueron localizados los impases y las imposibilidades que atraviesan a esas experiencias. Esos debates y combates teóricos han sido reprimidos durante mucho tiempo por el régimen que decide sobre el sentido del debate político y el modo en el que determinados intelectuales deben prestarse a ese debate. En esos encuentros dialécticos, las izquierdas populistas latinoamericanas sólo han existido como un espectro que sirve para confirmar lo que España debe evitar. De todos modos, aclaremos que ahora no se trata de invertir la situación y decir que se debe “aprender” de Latinoamérica, pero sí que puede ser pensada de una manera distinta a esa inerte interpretación que el “extremo-centrismo” neoliberal impuso.

Por ello, la fisura evidente que la “nueva y otra” izquierda ha abierto en la trama narrativa que el bipartidismo se dio a sí misma, con respecto a España y Latinoamérica, se encuentra con la posibilidad de que la represión que la codificaba siempre del mismo modo, pueda ser abierta a nuevas lecturas. De hecho, que las últimas elecciones hayan hecho resurgir ese odio que confirma una vez más que “un fascista es un liberal asustado”, está particularmente vinculado a dos motivos fundamentales: en primer lugar, porque esta otra izquierda que no se llama a sí misma izquierda, ha hecho posible el “retorno de lo ”reprimido“, provocando más allá de sus intenciones implícitas, un acontecimiento rememorante de los asesinados por el golpe fascista. Se cumpla o no, esa nueva y otra izquierda, es la invitación de una Justicia por venir, nunca garantizada por ningún futuro imaginado como progreso. Cuando lo reprimido retorna, la verdad de los acontecimientos pasados vuelve a hablar. El otro lugar donde evidentemente se ha atravesado la barrera de la represión es con respecto a América Latina y el dispositivo de lecturas etnocéntricas que había sepultado la especificidad latinoamericana y no permitía que surgiera la fuerza de su interpelación. Si la experiencia de la nueva y otra izquierda se sigue sosteniendo en sus militancias y lecturas, una vez más, los históricos vasos comunicantes entre España y América Latina producirán nuevos intercambios simbólicos, nuevos relatos y tramas, que la pereza codificada de la derecha conservadora y la derecha ”progre“ de la zona euro habían vuelto inertes.

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