Desde que Comenius editó en el siglo XVII el que es considerado el primer libro para niños, el Orbis Sensualium Pictus o El mundo en imágenes, las cosas han cambiado mucho. Mientras que antaño la literatura infantil y juvenil era más bien escasa, ahora los libros se ha convertido en un producto de consumo. Hay tantos que no sabemos cómo elegir. Bellas portadas, títulos prometedores, mucho colorido, pero ¿cómo escoger entre tanta variedad?
Ya desde los trabajos clásicos del psicólogo norteamericano Jerome Bruner sobre la lectura compartida, sabemos que leer cuentos con los niños y las niñas desde la más tierna infancia es una actividad que hará que sean buenos lectores en el futuro. Sentar a los bebés en el regazo mientras ojeamos un libro y hablamos de él es algo común en la cultura occidental.
¿Cuándo podemos empezar a compartir cuentos con los pequeños? Los trabajos de Ninio y Bruner hablan de niños desde los 8 meses. A esta edad, los bebés ya han desarrollado su capacidad de atención compartida, y están dispuestos a interactuar con los adultos para hablar sobre el mundo y sus artefactos.
A esa edad, lo adecuado son libros de imágenes, colores y sonidos, y la actividad más importante en estas interacciones es lo que se llama etiquetado, que no es otra cosa que asignar palabras a cosas. Señalamos algo en el libro, decimos lo que es, dejamos que el niño participe usando su dedo y balbuceando, nos sorprendemos de la nueva imagen, y así página tras página. Os sorprenderéis de lo adictiva que puede ser la lectura compartida para bebés tan pequeños.
Más adelante, cuando los niños comienzan a comprender el funcionamiento de las narraciones, quedarán fascinados con cuentos sencillos con inicio, nudo y desenlace acompañados por imágenes explicativas y personajes carismáticos. Uno de los libros que conservamos en casa con gran cariño es el de Padia y los Trampolinos, de Teresa Novoa, que fue pasando de los mayores a los pequeños y que leí para ellos cientos de veces.
Padia es una niña pequeña que tiene miedo a dormir porque, cuando se queda sola, su cuarto se llena de Trampolinos, unos seres misteriosos y juguetones. Las ilustraciones, los colores, la repetición y los números son elementos muy importantes en el cuento.
Otra obra inmortal para compartir con los más peques es La pequeña oruga glotona, de Eric Carle. En este libro, una pequeña oruga devora todo lo que encuentra a su paso, hasta que harta de tanto comer, se aletarga en su capullo y renace convertida en una mariposa. Este es un cuento que mantiene el interés a lo largo de los primeros años y en el que cada día descubren algo nuevo.
No puedo dejar de mencionar aquí a nuestro querido Elmer, el elefante de colores, un personaje creado por David McKee. Elmer es otro de esos personajes que crece con ellos, ya que, al principio, lo que más les llama atención son los dibujos, los colores del protagonista y las simpáticas caras de sus amigos pero, poco a poco, a medida que crecen y comprenden, van entrando en la trama de amistad, compañerismo e igualdad que inundan sus páginas.
A medida que crecen, sus gustos se van haciendo cada vez más complejos y su adicción a la lectura más persistente. Cuando llega esa época, lo mejor es sacarles el carnet infantil en la biblioteca más cercana y visitar las tiendas de segunda mano. Las series de libros favoritas en mi casa han sido Las tres mellizas, de Roser Capdevila i Valls, Kika Superbruja, del escritor alemán Knister, El magnífico Geronimo Stilton, de la italiana Elisabetta Dami y, más recientemente, con los más pequeños, El Diario de Greg, de Jeff Kinney, o incluso Los Futbolísimos, de Roberto Santiago.
La clave para que un niño tome gusto por la lectura es que sean ellos los que elijan sus libros. Sin embargo, a medida que el nivel lector de vuestros hijos e hijas aumenta, podéis ir dejando en su mesilla, como quien no quiere la cosa, joyas de otras épocas, como El libro de la selva, de Rudyard Kipling, Momo, de Michael Ende o El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry.
Cuando llega la pre-adolescencia, estamos en una de las épocas más delicadas en lo que respecta a gustos lectores. Nunca me ha gustado controlar lo que mis hijos leen, pero nunca está de más echarle un vistazo a esos libros que nos piden con tanta insistencia.
Laura Gallego fue una de las autoras favoritas de mi hija en esa época y devoró todos sus libros, entre los que encontramos la trilogía Memorias de idhún, Alas de Fuego o Donde los árboles cantan, que le valió el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil. Son novelas fantásticas, llenas de personajes mágicos y mundos imaginarios. En marzo sacó su última novela, Cuando me veas, en la que una chica tiene el poder de volverse invisible para pasar inadvertida en el instituto, algo que muchos adolescentes desean a esa edad.
A partir de los 14 años, lo que lean los jóvenes adolescentes dependerá mucho de los hábitos adquiridos y de los modelos lectores a los que hayan estado expuestos. Si su familia lee, ellos y ellas leerán. Y desde este momento, lo único que podéis hacer es hablar con ellos y ellas de tú a tú, comentar los libros que leéis y preguntar por los que leen. Para esos jóvenes devoradores de libros, tres recomendaciones que quizás les puedan interesar.
La primera, Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley, un libro de gran profundidad narrativa y filosófica que les fascinará y les servirá para reflexionar sobre las consecuencias que puede tener para el ser humano erigirse en creador de vida, un tema de gran actualidad a pesar de ser una novela de principios del siglo XIX.
La segunda, Buenos presagios, de Terry Prachett y Neil Gaiman. Esta novela desarrollará en ellos el humor y les enseñará a reírse de los grandes temas, como la religión, el bien y el mal. Se trata de una obra satírica en la que un ángel y un demonio se ponen de acuerdo para evitar el Apocalipsis.
Y por último, no quisiera acabar sin mencionar la poesía, y en concreto la obra de Gloria Fuertes, publicada este año en El libro de Gloria Fuertes: Antología de poemas y vida, de Blackie Books. Mis pequeños siempre disfrutaron muchísimo de la poesía. Ella era su poetisa favorita y seguro que su gusto por ella, libre de prejuicios, ha perdurado en el tiempo.