Ha propuesto Ciudadanos legalizar la prostitución como forma de dignificar la que consideran una profesión, “aliviar el sufrimiento” de las prostitutas y sobre la base de que se trata de un negocio que aporta mucho dinero.
No parece muy elaborado el anuncio y más bien da la impresión de surgir al calor de las múltiples campañas electorales venidas y por venir. El tiempo medirá el alcance, la sinceridad y la viabilidad de la propuesta, que de momento parece novedosa en la agenda política española.
Sabemos que la prostitución surge de la desigualdad económica que aprovechan las mafias. Mujeres que son engañadas en su país de origen con una oferta falsa de trabajo en el país de destino, que pagan el dinero que tienen y el que no tienen, el que piden a sus familiares o les “presta” la propia mafia para iniciar un viaje hacía el abismo que en la mayoría de los casos no tiene retorno. Mujeres esclavizadas que en España provienen mayoritariamente de Rumanía, Rusia, Ucrania, de Latinoamérica (Brasil) o de países africanos (Nigeria, Liberia), mujeres que son explotadas por hombres mafiosos que las tienen secuestradas en pubs de carretera, y las hacen vivir en un clima de violencia, de pánico y terror.
Todo esto ha sido contado de manera eficaz y con talento en la película Evelyn, de la directora Isabel de Ocampo, en la que se narra de forma demoledora la vida de una prostituta en la que caben las historias de la mayoría de las prostitutas que son víctimas en España de explotación. Un sufrimiento insoportable del que algunas salen suicidándose y que a otras las incapacita para vivir en libertad, de tan torturadas y anuladas como están.
Desde septiembre de 2014 nuestros gobernantes tuvieron la brillante idea de incluir la prostitución en el cálculo del PIB, el indicador que explica el tamaño y la evolución económica de un país. Así, desde septiembre de 2014 la prostitución y las drogas permitieron una inyección de unos 46.000 millones de euros al PIB, lo que le permitió un salto del 4,5%.
No deja de tener su aquel que drogas y prostitución sean tratados como magnitudes económicas por un Gobierno conservador. Sexo, drogas…, al rock and roll le han metido el 21% de IVA.
Frente a la certeza de la prostitución como explotación, trata de mujeres, mafias, violencia, marginación y la humillación que para una mujer supone ser sometida por un hombre al que no aceptaría de no cobrar por ello, hay un colectivo de mujeres, Hetaira, que defiende que la prostitución es un trabajo como otro cualquiera y que se trata de que la mujer acceda a esa profesión con libertad.
En Suecia han regulado la prostitución a base de perseguir y multar al cliente. En Holanda es un atractivo turístico y como tal se planteó, por ejemplo, cuando los mundiales de fútbol en Ucrania.
En España existe una doble moral por parte de los conservadores que dicen cada cierto tiempo que hay que prohibirla, que les molesta verla por las calles, pero que luego la inyectan en el PIB.
No es la prostitución, desde luego, un asunto que esté en la agenda política. De manera que bienvenida sea la propuesta de Ciudadanos si al menos sirve para abrir un debate que pueda desembocar en el fin de la explotación, de la humillación, del miedo, de la violencia, de la violencia de género.
Como dice Beatriz Gimeno: “La prostitución es una forma de violencia simbólica que se ejerce contra todas las mujeres y, al mismo tiempo, es una forma de violencia material que puede ejercerse contra las mujeres prostitutas. La prostitución esta rodeada de violencia en todas sus etapas, desde la captación hasta la trata, la explotación laboral y sexual y las prácticas cotidianas. Si hay un grupo de mujeres contra las que la violencia de género se manifiesta en todo su dolor y desigualdad, estas son las prostitutas. Si hay un asesinato de género, un feminicidio paradigmático es este. Porque la prostituta es, en realidad, la mujer sin escapatoria” (Beatriz Gimeno, en el libro Feminicidio. El asesinato de mujeres por ser mujeres, del que es editora Gabriela Atencio y que acaba de ser publicado por Catarata).