En legítima defensa

2 de septiembre de 2020 23:29 h

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Lo que Ayuso, por puro politiqueo, llama “ensañamiento” es legítima defensa. Este miércoles, al tiempo que ella salía declarando a los medios que a lo largo del curso todos los niños terminarían contagiándose de coronavirus, veíamos la espeluznante, por infinita y apiñada, cola de profesores convocados por la delegación de su gobierno en el mismo lugar y a la misma hora para someterse a un test de último momento. Esto no es una coincidencia, es su práctica política y es violencia solapada.

Aquella declaración de intenciones va de la mano de esta quiebra flagrante de los protocolos mínimos de sanidad ante la Covid. Que Ayuso sea risible en el discurso no puede distraernos de la peligrosidad real de sus acciones: el gobierno de Madrid está usando las mismas estrategias en su manejo de la vuelta al colegio que usó en las residencias, las mismas que siguen usando en sus países Trump, Putin o Bolsonaro para deshacerse de facto de los que consideran estorbos no rentables para sus planes.

Los maestros que han sido expuestos por la presidenta son los mismos que dentro de pocos días estarán codo a codo con nuestros hijos e hijas en colegios sin las medidas de seguridad anticovid que madres, padres y maestros venimos demandando hace meses y que Ayuso quiso hacernos creer la semana pasada que había resuelto en tiempo récord con su paquete de medidas fake.

Es decir, una vez más, al proceder con negligencia las autoridades madrileñas se reafirman en la que ha sido la política de las derechas en todo el mundo: muchos tendrán que enfermar alegremente, muchos tendrán que morir y mala suerte. Recordemos que después de que la pandemia se le fuera de las manos y de enfermar gravemente, el primer ministro inglés Boris Johnson, adalid de la doctrina del dejar atrás y del dejar morir, se vio forzado a cambiar su respuesta ante el avance del virus y a abandonar sus intentos de imponer una supuesta “inmunidad de grupo” que hoy una desfasada Ayuso parece propugnar.

¿Quiénes enferman y quiénes mueren? Los más vulnerables, los más excluidos. En la primera ola murieron sobre todo personas mayores; sin embargo, hoy que las cifras indican que la tendencia del virus ataca a personas cada vez más jóvenes y que la mortalidad es más baja, aún es incierta la deriva que tomará un virus desconcertante que funciona mediante reacción en cadena y amenaza siempre a quienes menos recursos tienen para defenderse. Y es esa compleja interdependencia de nuestras respectivas fragilidades la que se encargan de bombardear políticos como Ayuso, que están esperando el momento en que la cuerda se rompa por el lado más débil para seguir acelerando la máquina y continuar con su proyecto deshumanizante. Lo que se está comprobando en el mundo entero es que no se pueden salvar vidas y a la vez dejar intacta la economía. Quienes han intentado hacerlo tienen las manos manchadas de sangre. 

Después de todo lo que sufrió Madrid como epicentro del contagio en España, es responsabilidad urgente de los administradores de servicios públicos señalar los peligros de esta segunda ola en ciernes a tiempo, redoblar los cuidados y proteger de esta amenaza a nuestros sanitarios y maestros, a nuestros mayores y niñes.

Los profesores madrileños van a necesitar hacerse otra prueba después de haber acudido a realizarse las pruebas privatizadas de Ayuso.