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¿Cuál es el límite de crecimiento de Vox?

El candidato a la presidencia de la Generalitat por VOX, Ignacio Garriga (d), acompañado por el presidente del partido, Santiago Abascal, celebran los resultados obtenidos por la formación política en las elecciones autonómicas celebradas en Cataluña. EFE/ Andreu Dalmau
18 de febrero de 2021 23:03 h

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Los resultados de las elecciones en Catalunya parecen mostrar algunas claras lecturas a nivel nacional. Una de ellas, que el PP parece vivir un período de retroceso en su apoyo electoral. A la vez, Ciudadanos se mantiene en el limbo en el que Albert Rivera lo dejó. Ayer mismo, la periodista Carmen Morodo sacaba a la luz los movimientos del propio Rivera, a espaldas de Inés Arrimadas, para buscar una fusión con el PP.  El CIS de febrero parece corroborar un desgaste de los populares lastrado por el resurgir de Bárcenas y sus múltiples tejemanejes. 

Mientras, Vox parece mantener una firme solidez y apunta incluso a la posibilidad de seguir creciendo a costa de las crisis de las otras derechas con las que en febrero de 2019 se fotografió en la plaza de Colón de Madrid. A la vista de la situación, la formación de extrema derecha tiene ante sí una encrucijada existencial: ¿mantenerse o extenderse?

Una intensa historia en sólo cinco años

La derecha en España vive un período de readecuación en un escenario en permanente cambio desde hace cinco años. En las elecciones del 20 de diciembre de 2015, Ciudadanos consigue por vez primera una importante representación parlamentaria al obtener un 14% de los votos, en su mayoría de españoles que se situaban a sí mismos como centristas. La formación dirigida por Albert Rivera se planta con 40 diputados en el Congreso de los Diputados. En la convocatoria del 28 de abril de 2019, Vox, entra en el parlamento nacional con 24 diputados y más del 10% de los votos. Se ubica nítidamente en el ala extrema de la derecha del Partido Popular.

Mientras, en estos años siguen subsistiendo algunas fuerzas conservadoras nacionalistas en diferentes comunidades que tienen una importante presencia a nivel nacional. A día de hoy, el panorama no ha hecho más que desestabilizarse tras cada una de las diferentes convocatorias electorales que hemos vivido. Inestabilidad es quizá el término que mejor puede definir lo que ha vivido la derecha en el último lustro. A corto y medio plazo, todo parece indicar que la tendencia no va a variar.

El destino del trío de Colón

Las tres fuerzas nacionales que compiten en el espacio conservador, desde la extrema derecha hasta el centro, viven etapas diferentes. Ciudadanos sufre aún las serias consecuencias del desastre provocado tras el intento de Albert Rivera de conseguir liderar todo este espacio político. La crisis que vive el partido le sitúa ante la necesidad de tomar alguna decisión trascendente que determine su futuro. Mientras, el PP vive un periodo tormentoso derivado de la corrupción sistémica que ahora se enfrenta a diferentes procesos judiciales de los que resulta muy complicado vaticinar las consecuencias que puedan derivarse.

Por el contrario, Vox disfruta de una situación completamente diferente. En las últimas elecciones generales, el 10 de noviembre de 2019, obtuvo 15% de los votos y consiguió 52 escaños en el Congreso. Este pasado domingo, en Catalunya, ha reunido mayor apoyo popular que el PP y Ciudadanos juntos. Vox, nacida y asentada en el territorio de la ultraderecha, busca seguir ampliando su peso atrayendo en los últimos meses a votantes procedentes de PP y Ciudadanos. El interrogante principal es determinar cuál es el límite de su capacidad de crecimiento.

Un discurso duro y diferencial 

Hasta hace apenas unas semanas, si hubiera que destacar una característica principal en la estrategia seguida por Vox quizá pueda ser la de la constancia en su posicionamiento en el mapa político. Tal y como explica David Redolí, sociólogo y expresidente de la ACOP, “su representación política y su poder ha crecido enormemente en apenas siete años, pero su ideario sigue siendo el mismo con el que nacieron”. Desde su primer éxito electoral, marcaron un tono disruptivo frente a una derecha que llevaba tiempo debatiendo sobre cuál debía ser su apuesta. Mientras los aznaristas pedían una mayor dureza en el discurso, los seguidores de Rajoy defendían unas formas más moderadas. 

Santiago Abascal y todo el entorno político y mediático que se reunieron no lo dudaron. Para Carlos Barrera, profesor de Comunicación política de la Universidad de Navarra, “este mensaje tan agresivo de Vox en las formas les ha servido para diferenciarse de PP y Ciudadanos y arañar votos entre el electorado descontento con estos partidos o que se ha ido a la abstención. Hasta ahora, les ha ido relativamente bien las dos últimas citas electorales”.

Síntomas de importantes cambios

Si analizamos la evolución del discurso de la formación liderada por Santiago Abascal, parecen observarse significativos cambios. Todo parece indicar que su intención es la de jugar con una estrategia de comunicación política que se asiente en dos pilares. En lo formal, mantener una posición de firmeza y contundencia frente a la debilidad e inseguridad mostrada por sus rivales en la derecha. En el fondo, se observa un claro movimiento hacia reclamos electorales que buscan ampliar transversalmente su base de votantes. En realidad, no es ninguna innovación. Es el mismo proceso seguido por otros grupos nacional populistas que han conseguido asentarse en el mundo occidental, desde Francia hasta Estados Unidos.

En la última campaña electoral que ha tenido lugar en Catalunya, Vox ha empezado a mostrar algunas diferencias muy significativas respecto a apenas unos meses atrás. El objetivo perseguido parece ampliamente cumplido. Han conseguido monopolizar el voto de la derecha más radical y, a la vez, atraer a nuevos electores gracias a reclamos que pueden ser compartidos por ciudadanos que no se consideran de extrema derecha o cercanos a ideas fascistas.

Inseguridad e inmigración

Básicamente, el discurso de Vox en la campaña catalana marcaba en todo momento el territorio en el que quería asentarse: el de todos aquellos contrarios al separatismo independentista que domina Catalunya y al izquierdismo comunista que, según ellos, controla España. A todos esos electores, se les ofrecía una alternativa política centrada en dos puntos. De principio, la inmigración descontrolada que provoca pérdida de oportunidades laborales a los trabajadores españoles y la formación de guetos en muchas poblaciones. 

Como consecuencia del punto anterior, el otro argumento central de su discurso ha sido la denuncia de un supuesto aumento de la inseguridad ciudadana que incluye la violencia callejera, los robos en pequeños comercios, los delitos sexuales y las ocupaciones de propiedades privadas. En resumen, inmigración e inseguridad. Es llamativo el escaso peso que han tenido en sus mensajes en estas semanas otros de sus argumentos clásicos como el antifeminismo, la homofobia, la defensa de las armas o contra la memoria histórica. Tenían claro dónde centrarse y así lo han hecho.

La crisis económica que acompaña a la pandemia parece ser el caldo de cultivo ideal para buscar el apoyo de núcleos de población descorazonados y que apuesten por una ruptura total de un sistema que parece condenarlos al olvido. El descontento y la rabia en sectores que nunca hubieran pensado en apoyar a un partido de ultraderecha, les podría llevar a secundar discursos que dan aparentes soluciones contundentes e inmediatas a su desesperación. 

Un movimiento estratégico paradigmático

Justamente antes del inicio de la campaña catalana se produjo un hecho que no puede considerarse casual. El 28 de enero, Vox decidió salvar al Gobierno de una derrota parlamentaria frente a PP, Ciudadanos y los partidos catalanes. Decidió abstenerse en la votación que debía aprobar el decreto relativo a la ejecución de los fondos europeos que deben ser la base de la recuperación económica tras la pandemia. 

Su argumento de defensa de su sorprendente posición fue la de anteponer los intereses del Estado a los partidistas. El PP reaccionó airadamente en su contra. Ciudadanos ni vio venir la jugada al haber votado telemáticamente en contra con anterioridad.

Un doble juego estratégico

Todo parece indicar que, al igual que hizo Marine Le Pen en Francia o Trump en EEUU, Vox pretende en España asentar su crecimiento en dos movimientos. En primer lugar, fijar al electorado de ultraderecha, nostálgico del franquismo, que en realidad no tiene otro partido al que apoyar. Es un voto seguro que difícilmente nadie va a poder arrebatarle. La novedad es intentar buscar el apoyo de clases sociales desfavorecidas preocupadas por la crisis económica, el paro, la inseguridad en su barrio y la inquietud respecto a que una inmigración ilegal y descontrolada pudiera ser la culpable de sus desgracias. 

Este doble juego de mantener un votante ultra que no tiene otro sitio donde ir y, a la vez, intentar atraer a nuevos electores más moderados será la clave de un hipotético crecimiento. David Redolí cree que “Vox, probablemente, podría conjugar un difícil equilibrio entre articular discursos de derecha clásica para arrebatarle votantes al PP, como de ultraderecha, para atraer a los votantes más radicales y a los antisistema. Buscará bascular entre ambos ejes”.

Evidentemente, la principal preocupación de sus dirigentes debe ser la de no perder su identidad. Han llegado hasta aquí impulsados por un espíritu frentista, duro y poco pactista. Por eso, hay quien piensa, como Carlos Barrera, que para Vox, ahora mismo, no es el momento estratégico para retroceder porque el factor principal de su crecimiento no ha sido precisamente la moderación. Pelearse por el centro derecha  sería defraudar a sus bases“.

Movimientos a corto plazo

Habrá que estar atentos a las próximas semanas. La peculiar coyuntura actual, con un PP descompuesto, con serias dificultades en su horizonte, y un Ciudadanos pendiente de resolver su permanente crisis de identidad, deja a Vox ante la disyuntiva de mantener el modelo que le ha permitido crecer hasta ahora o plantearse intentar crecer hasta ocupar los huecos que PP y Ciudadanos pueden liberar. David Redolí mantiene su duda respecto a que “por esta coyuntura particular de este momento (Catalunya, Ciudadanos tocado, el PP en crisis...) veamos grandes cambios inmediatos en los actuales equilibrios políticos. En cualquier caso, Vox tiene un límite a su crecimiento ya que, de acuerdo a casi todos los sondeos, la ciudadanía española no vota mayoritariamente a formaciones extremistas, ni de izquierdas ni de derechas. Veo imposible, hoy por hoy, que Vox ocupe el espacio del PP”.

Carlos Barrera, por su parte, prefiere mantener la expectativa abierta. Bajo su punto de vista, “la agresividad en el discurso les mantiene con vida y les diferencia del resto del tablero político, pero el asunto clave es dónde tienen su techo electoral. Si les queda poco para alcanzarlo o consiguen aproximarse aún más al PP. Esto no se va a poder comprobar hasta las próximas elecciones andaluzas”. 

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