Hasta que el lodo nos alcance
Primero fue la radio la misma noche del martes. Sabes que tienes que sacar todo lo que tengas cuando, una tras otra, llegan las llamadas a la SER contando cómo hay un grupo de personas en el techo de un camión o de un furgón quedándose sin batería bajo el diluvio, o una pareja que no sabe si salir del coche o confiar que no se lo lleve la corriente, o una familia que se ha quedado aislada en un centro comercial que debía haber cerrado seis horas antes. No hace falta ser un técnico de emergencias, ni recibir un aviso de la AEMET. Hay algo peor en una crisis que llegar tarde y es empeñarse en seguir llegando tarde.
El tiempo no pasa igual en Valencia que en el resto de España. Es lo primero que conviene entender. Lo segundo es que ni usted ni yo sabemos desde la pantalla de nuestro móvil qué, quién, cómo y cuándo hace falta. Son los servicios públicos y el esfuerzo de sus trabajadores quienes han evitado una tragedia aún mayor. Necesitan apoyo y ánimo, no lecciones, ni deslegitimar su trabajo. Quienes están allí tienen el mando porque tienen el conocimiento y el contexto. Cambiar ahora la cadena de mando resultaría tan absurdo como emitir una alerta cuando la gente ya tiene el agua en los pies. Las víctimas tienen derecho a indignarse, incluso sin razón. Usted y yo, no. A todos nos parece que la ambulancia que esperamos siempre llega demasiado tarde. Eso no quiere decir que lo haga.
Esto ya no va de mi gobierno lo hace todo bien y tu gobierno lo hace todo mal. La DANA también se ha llevado por delante el marco de la polarización. Todo ha cambiado, pero nada va a seguir igual. Quien no lo entienda se verá arrastrado por una riada de rechazo que ningún dique podrá contener. Pregúntele a mi amigo Alberto Núñez Feijóo si no me creen. Lo ha entendido Felipe VI al apartar con el gesto el paraguas que buscaba protegerle del lodo. Hace bien Carlos Mazón en pedir ayuda aunque sea tarde y a ojo. Hace bien Pedro Sánchez en enviarla sin exigir el formulario por triplicado y con doble póliza. Hacen bien porque es lo que hay que hacer y lo que la mayoría esperamos que hagan.
España se enfrenta a la mayor tragedia que ha vivido en décadas. Empieza otra legislatura. Es un 11M, pero sin terroristas brutales a quien culpar. O las cosas vuelven a funcionar, o alguien lo aprovechará para colarse con la falsa promesa de hacerlas funcionar. La estrategia del “y tú más” únicamente conduce a otro desastre a quien se empeñe en seguir practicándola.
La mayoría de la sociedad española está hoy a otra cosa, en otro tiempo, con otra mirada y otras emociones. Es verdad para la política y para todo lo demás. La próxima vez que le llegue una alerta al móvil ya no se indignará, ni se reirá. La leerá con atención. La industria del bulo y el odio puede seguir funcionando como si estuvieran ante otra oportunidad de negocio, pero ya no es “business as usual”; antes o después el lodo se lo tirarán también a ellos. La prensa de derechas, no contenta con hacer el ridículo de manera dramática el miércoles por la mañana dedicando sus portadas a Begoña Gómez e ironías sobre sus fotografías en Bollywood, se empeña ahora en que la DANA también sea culpa de Pedro Sánchez. Como ellos llegaron tarde, los demás también tienen que haber llegado tarde. El Estado estuvo allí desde la primera noche porque la Generalitat es Estado, la UME es Estado, el Consorcio de bomberos de Valencia es Estado, la Guardia Civil y las policías son Estado.
Se trata de los mismos servicios públicos que salieron y siguen maltrechos y exhaustos tras la pandemia, salvando miles de vidas otra vez. La electricidad, el agua potable, las vías del tren o la cobertura no los restaura el pueblo, los restauran el Estado, sus trabajadores y nuestros impuestos. Háganles caso porque son los que saben. Ellos hacen su trabajo. Hagamos nosotros el nuestro.
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