Tan pronto llegan las elecciones, las pensiones se convierten en el primer arma arrojadiza entre los distintos partidos políticos. Y es que nadie es ajeno a las pensiones, unos porque las están percibiendo ya y otros porque aspiran a hacerlo. Sea como fuere, en cada comicio ocurre lo mismo.
Nuestra Seguridad Social está en fase de adaptación a una nueva realidad demográfica, pues no podemos olvidar que España será el país más envejecido de Europa en unas pocas décadas. Otro día me centrare en los retos de las pensiones en el medio y largo plazo. Hoy quiero hablar de los problemas coyunturales del sistema de pensiones y en por qué a pesar de la recuperación económica, esta no ha llegado al presupuesto de la Seguridad Social.
La parte contributiva de la Seguridad Social terminó el año 2015 con un déficit próximo a los 18.000 millones de euros. Las malas noticias vienen de los ingresos, y en particular de los ingresos por cotizaciones. Así, en el año 2015 a pesar de que el número de cotizantes aumentó en más del 3,2% y los ingresos por cotizaciones lo hicieron en un 2,6%. Pero, ¿esto cómo es posible? Si los nuevos trabajadores hubieran cotizado por la misma base de cotización media existente, los ingresos por cotizaciones deberían haber subido también por encima del 3,2%. Un simple cálculo, nos dice que las nuevas bases de cotización para ser compatibles con el aumento de ingresos observado, deben haber sido un 20% más bajas. ¿Cómo es posible que las bases de cotización de los nuevos cotizantes sean un 20% mas bajas que la media de 2014? Dos posibles explicaciones:
La mayor precariedad laboral, con la fuerte devaluación de salarios, hace que los nuevos contratados no solo tengan salarios más bajos, sino también un mayor uso de los contratos a tiempo parcial y temporales.
La absurda política de bonificaciones generalizadas a la contratación indefinida llevada a cabo por el Ejecutivo.
Permítanme centrarme en la política de bonificaciones a la contratación. A la luz de la evidencia, no creo que exista nada que guste más a un dirigente político que las bonificaciones. Tan pronto como llegan unas elecciones o hay un debate del Estado de la Nación, aparecen nuevos programas de bonificaciones. La verdad que no se de donde viene este afán. Desde luego, no se justifica desde el conocimiento económico. Los economistas, estamos hartos de ver como la evidencia empírica nos dice que son muy poco efectivas y muy caras. Existen múltiples artículos científicos que así lo prueban. Permítanme, para los lectores escépticos, compartir algunos. Con evidencia internacional tenemos, por ejemplo este survey del IZA realizado por Brown o este articulo de Neumark y Grijalva. Para el caso de España tenemos este artículo de García-Pérez y Rebollo. La intuición es simple. Una política de bonificaciones generalizada, como la que se ha llevado a cabo en España, es muy cara pues tiene mucho peso muerto (por ejemplo, se bonifican contratos que se hubieran hecho igualmente sin la bonificación) y además es poco efectiva pues muchos de los contratos indefinidos realizados solo por el atractivo de la bonificación tienen una alta mortalidad tan pronto se acaba el periodo bonificado. Como me imagino que los políticos no podrán evitar caer en la tentación de las bonificaciones, aquí un consejo desde el análisis económico: la política de bonificaciones es más efectiva cuando más se concentra en colectivos que tienen más dificultades de empleabilidad. En concreto, para nuestro país, debería en el mejor de los casos concentrarse en los parados de largísima duración, es decir aquellos que llevan mas de dos años en paro.
En este caso, además, el Ejecutivo ha cometido un error adicional, pues a diferencia de en ocasiones anteriores, la caída en ingresos de la seguridad social generada por la política de bonificaciones no ha sido reemplazada por ingresos provenientes de los Presupuestos Generales del Estado. Y en consecuencia, se ha tenido que usar con mayor intensidad el Fondo de Reserva. Un fondo de reserva que en la última legislatura se ha consumido en más de la mitad.
Si a efectos del déficit para Bruselas es indiferente usar el Fondo de Reserva o ingresos corrientes del Estado, y si la emisión de deuda esta en niveles muy asequibles, ¿por qué gastar con mayor rapidez un fondo de reserva que nos puede ser útil para tener un mayor margen de maniobra en el futuro? La única explicación que encuentro, es que el ejecutivo haciendo esto, intentaba retrasar (o evitar) que la deuda publica superara el umbral del 100% del PIB. Algo que, por desgracia hemos superado recientemente.