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Manspreading: tres días de lamento

El nuevo panel informativo de la EMT, con la señal contra el 'manspreading'.

Barbijaputa

Madrid se ha unido a otras capitales como Tokio y Nueva York en la cruzada contra el manspreading. Carteles como los que ahora se podrán ver en el transporte público madrileño llevan años colgando en vagones y autobuses de todo el mundo, llegamos tarde, pero miren, llegamos.

Las reacciones de la machunada no se han hecho esperar, por supuesto. Desde amenazas a las chicas que denuncian esta práctica en sus trayectos por subir fotos de despatarres al famoso “vamos a prohibir entonces a los gordos que usen más espacio” de Ana Rosa Quintana.

También, otro argumento lapidario de Quintana se ha escuchado mucho estos días en boca de hombres: “Es 'surrealista', quieren 'gastar dinero en gilipolleces”. Tal cual. Que se quejen ellos –que son los que practican el despatarre– ya es vergonzoso, pero que lo haga una mujer –que es quien lo sufre– me deja perpleja. Esto hace que me pregunte cuánto frecuentará la señora Quintana nuestro transporte público. Quizás nunca.

Hace dos años, en un post que hice titulado “Una semana en la vida de una feminista”, fotografié a los manspreaders que me topé durante aquellos días. Ya me esperaba las críticas feroces por insinuar que esto se tratase de machismo, y no me equivoqué. Pero no sé, una confía en el progreso, en el pensamiento crítico, en lo colectivo. Pero, sobre todo, confía en que las constantes denuncias de mujeres en redes durante años hubieran hecho que la campaña contra el manspreading del Ayuntamiento no fuera mal recibida. O al menos no masivamente. Ingenua que es una.

Tres días de lamentos, ruegos y lloros masculinos llevamos ya. Tres días con sus tres noches de insultos, bravuconadas y machunadas por un cartelito de cuatro centímetros. Y tú dices, pero a ver, ¿las victimistas y exageradas no éramos las feministas? ¿No éramos nosotras quienes sacábamos todo de quicio? ¿Quienes no sabemos pedir las cosas? Ahora, después de años, lo estamos pidiendo “bien”, con sus cartelitos homologados, pero así tampoco vale. Vaya por dios. 

Se quejan del gasto que eso supone. No saben cuánto ha costado, pero es igual (y un gasto que han motivado ellos mismos, no se nos escape el detalle). Que se han quejado del gasto en Madrid hasta en Cuenca, señores. El horror masivo que ha supuesto incorporar este cartelito diminuto al resto de imágenes que señalan qué posturas NO son correctas no es como los demás. No, no, no. Éste en concreto es terrible, éste es insoportable, éste no puede permitirse. La imagen de no fumar o no arrojar basura al suelo están bien. Son necesarias. Todo el mundo sabe que hay mucha gente fumando en el metro que necesita este recordatorio. Pero un cartel en rojo con un señor ocupando dos espacios, ah, no, eso ahí ya no. Por ahí no pasan. 

Parece innecesario explicar que el motivo de la indignación machuna viene de su propio machismo, pero lo vamos a explicar brevemente por si este artículo cayera en manos de algún indignado: señores despatarrados, el transporte público es un espacio de todas, no sólo de todos. La próxima vez que se suban al bus o al metro, observen quiénes son las personas que ocupan con sus piernas el asiento aledaño. Elijan cualquier día, cualquier hora, cualquier ciudad del mundo, súbanse y miren sólo un par de filas de asientos. No hace falta que busquen, se los van a topar.

Para encontrar a una mujer con las piernas abiertas ocupando dos asientos sí van a tener que buscar, y buscar mucho. Pero no hagan como este tuitero, busquen en la vida real, que Internet a veces es muy traidor y te devuelve imágenes de reporteras canadienses que se sientan como hombres para ver la reacción de la gente.

Aquí tienen el vídeo de donde sale la imagen.

También hay hombres a quienes no les indigna la realidad. De hecho, invierten su tiempo en pedirle a otros hombres que dejen de justificarse con el “es que tenemos pene y testículos, por eso nos sentamos así” o el manido “es que hay que tener aquello fresco porque no son buenas las altas temperaturas”. Les pongo este hilo desplegable de Rafa de la Rosa, biólogo, que les ha hecho hasta un dibujo por si las moscas.

Pero si hay una excusa que me pasma no es otra que la de “eso no es machismo, es mala educación”. Señores, estamos en 2017, ya casi vamos por la cuarta ola feminista, a ver si hay suerte y para la ola 715 se enteran ustedes de que el machismo no es otra cosa que mala educación. La diferencia con otras actitudes propias de haber recibido una educación pobre es que el machismo es educar mal a los hombres. Que todas y cada unas de las actitudes machistas son originadas por la educación recibida, es decir, educación machista. Ésa que les hace insultar a las feministas por haber conseguido colocar un cartel en el metro, ésa misma que les lleva a hacer gimnasia mental cada día en los comentarios de los artículos feministas para justificar lo injustificable, ésa que les hace creer que son ustedes merecedores de todo porque son hombres. 

Ese cartel que hoy les ofende debería en realidad provocarles sonrojo, no indignación. Sonrojo, arrepentimiento y ganas de comportarse como personas respetuosas. Si no quieren que esos carteles estén en el transporte público sólo tienen que cerrar las piernas. Lo que sucede es que para cuando hayan aprendido a no ocupar el espacio público como si fuera privado ya no les molestará que esos carteles estén donde están. Incluso puede que ustedes mismos sean los que llamen la atención entonces a otros hombres por sentarse como si tuvieran los huevos de cristal.

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