Los martes electorales de Pedro Sánchez han acabado en lunes de Pasión. Pertréchense a conciencia de impermeables y botas altas. Viene tormenta en una izquierda que se ha llevado una derrota mayor de la esperada. Visto lo bien que ha vuelto a funcionar la máquina popular, van a duplicar turnos y producción de aquí a las generales, sean cuando sean.
Lo de cerrar la campaña convirtiendo a Mojácar en la punta del iceberg del monstruoso pucherazo que preparaba Sánchez, castizamente denunciado por Isabel Díaz Ayuso, ha conformado otra pieza maestra de esa rutina de poli ultra y poli de centro que siempre le funciona en la derecha. Nos ofrecerán esta rutina, con ligeras variaciones, en más ocasiones a lo largo de los próximos meses.
Plantear el 28M como un plebiscito contra Sánchez era una jugada de alto riesgo, pero le ha salido bien a Núñez Feijóo. Si esto era un test de las generales, el PP ha demostrado que su relato funciona. Aunque queda la duda sobre si fue por el sanchismo o por los argumentos más clásicos. La sospecha de ETA aún asusta a la gente de bien. Exprimir el dolor de sus víctimas suelta tanto jugo como en los buenos tiempos. Convertir un puñado de casos -ni siquiera estadísticamente más significativos que en convocatorias anteriores- y anécdotas sobre supuestos intentos de compra de votos en una categoría del sistema electoral español, tira tanto como la vieja y clásica corrupción de siempre, la de llenarse los bolsillos y sacar los billetes en bolsas de basura al mejor estilo Gurtel.
Este relato diario popular, plagado de pederastas, violadores, okupas, terroristas, amigos de los terroristas, filoetarras, antiespañoles, traidores y compradores de votos, ha funcionado tan bien para movilizar a los suyos como los alimentadores del artefacto confiaban. El discurso de la gestión y las políticas del gobierno central enarbolado desde la coalición de gobierno no parecen haber funcionado como el antídoto más efectivo para movilizar a sus votantes. Y lo peor es que tampoco parece que nadie tenga una idea mejor.
Tanto es así que esta máquina popular ha operado de manera incontestablemente eficiente precisamente donde más y más conscientemente se usó. Díaz Ayuso ha ganado. Ella no venía a jugar; venía a arrasar y ser ungida por el pueblo como la verdadera lideresa que estábamos esperando. Iba a por la absoluta y se la han dado. Su mayor disgusto será comprobar que eso, hoy, a Feijóo, con los resultados del resto de España en el saco, ya no le preocupa.
En la lógica de la primera vuelta de las generales, que los partidos estatales han instalado durante esta campaña de municipales y autonómicas, ahora, a la izquierda le tocaría aprender sobre aquello que los votantes les han dicho que verdaderamente les importa, por encima del ruido y el show. A Podemos le ha ido mal, pero a los socios de Sumar no les ha ido mucho mejor. Aunque no descarten que a alguien le parezca que le han dado una licencia para continuar enredando.
A la derecha le tocaría decidir si ha llegado el momento de probar con algo más positivo y propósito para la generales, o concluir que la máquina aún puede y debe usarse más tal y como está. Todas las opciones están abiertas. Que acierten parece, hoy más incluso que ayer, un milagro.