Maradona y el feminismo
Murió Maradona y entré en Twitter, mezcla de curiosidad por las reacciones e impulso de poner mi propio tuit. Porque ya imaginaba lo que iba a suceder: conmoción, despedidas, duelo, obituarios. Y rabia feminista. Lo imaginé porque era el 25N, el Día Internacional para la erradicación de las violencias machistas, y la muerte del ídolo iba a eclipsar, seguro, cualquier campaña o intento de utilizar la red ese día como gran altavoz para una vida libre de violencias. Aún resultaba más paradójico teniendo en cuenta que el futbolista fue protagonista de acciones violentas contra alguna de sus parejas. El temor era que la idolatría desbordada por la muerte borrara de un plumazo los episodios machistas de Maradona y que tuviéramos que aguantar panegíricos descafeinados. Y justo un 25N.
Pero no puse el tuit porque opté por pararme a leer, escuchar y conversar con feministas argentinas a las que sigo de cerca y a las que me unen lazos fuertes a pesar de la distancia. También a otras compañeras a las que tengo más cerca y a las que, coincida o no en opiniones, siempre me interesa escuchar. He tratado de hacerme mi propia composición de lugar y no ha sido fácil.
El primer reproche me parece más fácil de resolver. Es el que reprobaba a las mujeres, a las feministas, que lloraban a Maradona, que mostraban su dolor o contaban historias sentimentales de cómo el futbolista se coló en sus vidas de alguna manera. Me parece fácil de resolver porque a estas alturas deberíamos tener claro que en este mundo patriarcal es realmente difícil ser feminista y no vivir con contradicciones. No creo que la mayoría de esas mujeres en duelo ignoraran los episodios machistas de Maradona o hicieran por obviarlos, sino que expresaban sus emociones en un momento tan doloroso como es la muerte, también la muerte de un ídolo, de un símbolo, de alguien ligado a la memoria colectiva de un país.
¿A dónde nos lleva medir cuánto de feministas somos por leer a escritores misóginos o por ver con emoción cómo tu equipo gana la Champions con gol de un señor acusado de abuso sexual? Diría que a la losa individual (otra para las mujeres) en lugar de a la crítica estructural. La mirada feminista cambia tu mundo pero no 'el' mundo y, mientras lo transformamos con nuestra revolución, tenemos el reto de ver cómo lo transitamos sin que se convierta en penitencia cada 'bad bunny' que bailamos.
El segundo reproche tiene que ver con los hombres de izquierdas, líderes políticos incluidos, y me resulta más complejo. Yo también sentí rabia al leer sus tuits épicos y conmovidos, era una rabia muy irracional. ¿Por qué? He estado pensando en eso estos días y, hablando claro y pronto, me viene una frase que lo resume: “Porque es la misma mierda de siempre”. Porque las feministas arrastramos una mochila que contiene años (siglos) de desconsideración, destrato, y falta de compromiso y empatía por parte de muchísimos hombres de izquierdas.
Sigue siendo tan ardua la lucha cotidiana con los que deberían ser nuestros aliados naturales que ver su gatillo fácil a la hora de conmemorar a un futbolista que pegó a su expareja y no reconoció durante años a varios hijos nos jode. Estamos acostumbradas a su tibieza en otros asuntos, a sus dudas, muchas veces no nos los creemos. Y llega Maradona y lo que podría ser un comentario más nos llega en forma de flecha. Ya estáis haciendo lo mismo de siempre, blanquear hombres que admiráis, omitir lo que no os interesa, obviar lo que no os parece tan importante y que, sin embargo, atraviesa nuestras vidas, pedirnos que retrasemos nuestras preocupaciones. El desencuentro es fácil.
Aunque caer en la máxima ''si lloras a Maradona te da igual la violencia machista, si no lloras a Maradona y sacas sus episodios violentos entonces sí te importan las mujeres' me parece una simplificación peligrosa y que ignora toda una gama de grises que siempre hay entre dos polos que parecen irreconciliables y necesariamente opuestos. Le podemos llorar y reconocer sus logros y algunos de sus gestos, políticos por cierto, el caso es que colectivamente –y mediáticamente– no miremos hacia otro lado cuando se trata de su lado violento y machista. Ni en su caso ni en muchos otros, como ha pasado sistemáticamente durante años.
Es ese desgaste, el de ver a los hombres siempre a salvo de sus actos violentos y machistas y a las mujeres siempre juzgadas a pesar de la violencia sufrida, lo que nos cansa y lo que como feministas nos pone ante de estos dilemas y emociones.
Eso conecta con el tercer reproche, quizá el más escurridizo. Es difícil no sentir que un homenaje público de tales características legitima de alguna manera al personaje. ¿A todo el personaje? Varias feministas argentinas a las que he leído estos días o con que las he hablado para pedirles su opinión son capaces de enmarcar el debate en un espectro mucho más amplio. La politóloga Flor Freijo me recuerda que la historia de Maradona habla también de la pobreza y de la desigualdad en Argentina, sin que eso le haga víctima pero sí un símbolo popular: “Representa todo lo que queremos desterrar como machismo pero también todo lo que queremos afianzar dentro de nuestra cultura e idiosincrasia argentina de lo popular”, me dice.
Freijo reflexiona también desde otro lugar, la manera y el momento en que se forjaron muchos ídolos, a golpe de masculinidad tradicional, de valores patriarcales que “no podemos cargarnos de un plumazo”. Eso me lleva a un artículo que publicó al respecto Florencia Angiletta y en el que decía: “El fútbol son los padres. Una generación de hijas despide también a lo que hicieron sus padres con lo que Maradona hizo de ellos”.
“Mamá, pero ¿vos sos feminista?”, le pregunto a Carolina Spataro su hija de doce años, una de esas pibas que lleva pañuelo verde y ha crecido feminista. Malena, como se llama su hija, estaba desorientada: en sus redes leía frases como “Maradona es un pedófilo y violento con las mujeres”, “no se puede ser feminista y llorar su muerte”, “no entiendo cómo las mujeres se ponen tristes, murió un machista”, pero en su casa veía a sus padres –su madre feminista– conmovidos por la muerte del jugador.
La reflexión que a partir de ahí hace Spataro me parece de lo más interesante que he leído estos días. “¿Qué discursos son los autorizados? ¿Qué prácticas entran en la planilla de Excel de la buena feminista? ¿Y cuáles quedan afuera? ¿Qué nuevos mandatos estamos generando? ¿Y qué márgenes de acción tienen las pibas que están creciendo con un deber ser con marco tan rígido?”, se pregunta. La conclusión con la que termina su artículo es muy parecida a esa composición de lugar que he terminado, más o menos, por hacerme.
El feminismo viene a cambiarlo todo, a repensarlo todo, también la manera en la que creamos ídolos y fanatismos. Pero pensemos en qué estándares de comportamiento vamos a promover no vaya a ser que ser feminista sea aún más complicado de lo que ya es. Lo que sin duda implica esta transformación feminista es repensar qué partes de una historia vamos a contar y cuáles no. De qué es pertinente y necesario hablar y de qué no. Qué partes de la realidad, individual y colectiva, nos negamos a que permanezcan ocultas en los relatos. Qué vamos a incluir en el obituario de alguien y qué no, aunque eso ensombrezca ídolos. Y aunque sea Maradona.
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